La llegada de Wayne Rooney fue para DC United una operación revitalizante. Lejos de los primeros lugares de la clasificación general, los del distrito de Columbia necesitaban el impulso de un jugador franquicia que pusiera en su perspectiva un regreso al protagonismo en la Major League Soccer.
Sin haber jugado aún siquiera una decena de partidos con su nueva escuadra, los goles que ha anotado el ex delantero del Manchester United fueron eclipsados por su jugada individual en el partido que ganó el DC ante el Orlando City, cuando transformó una barrida suya cerca del mediocampo en una asistencia al área con la que su escuadra ganaría el partido de último segundo, con un apretado resultado de 3-2.
La jugada, que dio la vuelta al mundo en medios y plataformas electrónicas, puso en el aire el cuestionamiento que deben hacerse las demás ligas de futbol del continente americano, y me refiero a la totalidad del continente (Norte y Sur): ¿es la MLS la mejor liga de toda América?
En cuanto a manejo de mercadotecnia, de medios, de redes sociales, en diseño de uniformes, en “experiencia de aficionado” dentro y fuera de los estadios, incluyendo las promociones y el acercamiento de los clubes y la liga a su hinchada, la MLS está tomando la delantera casi de manera inalcanzable. Lo más impresionante de todo es que el cuaderno de obligaciones se implementa de manera equitativa para todos los clubes, desde las ligas de desarrollo hasta la máxima división.
Si bien el desfasado calendario de la MLS con respecto a las ligas tradicionales pudiera ser la falencia más llamativa, es innegable que esta decisión tiene que ver con la calendarización deportiva anual que los habitantes de Estados Unidos ya han adoptado, dando su tiempo y espacio a las competencias de mayor tradición, como pueden ser el beisbol, el futbol americano y el basquetbol. La compra de jugadores franquicia en cada uno de los clubes eleva la curiosidad de los americanos, como en el caso de Rooney, o en menor escala, el de Darwin Quintero en la gélida Minnesota.
Uno de los ejemplos más claros y actuales, por los que la Liga MX cada vez está en más peligro de confirmarse como una liga de segundo nivel en el continente, tiene que ver con un factor cancha: el deplorable estado del campo híbrido en el Estadio Azteca. Una apuesta vanguardista mal ejecutada por el equipo que históricamente se ostentaba como el más pudiente de México, y posiblemente de los dos continentes, el Club América. Los futbolistas, como es tradición, salieron a quejarse del terreno de juego, y los directivos han salido a someterlos y avergonzarlos, negando posibilidades de que se cambie la sede, o se pospongan partidos por el mal estado del campo de juego, ante cuestionamientos de que tal vez en la búsqueda de un ahorro sustancial, contrataron un proveedor no certificado. Este tipo de noticias y las deplorables estrategias mercadológicas de las ruedas de prensa de Chivas en su estadio (el “caso CardOxxo”), no le hacen ningún favor al prestigio de la liga mexicana.
Al mal endémico de las tradiciones de pantalón largo en el futbol mexicano, habría que sumar la opacidad en la que se maneja financieramente un gran sector del balompié nacional. Tanto, que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a través del SAT, ya anunció una investigación a los clubes mexicanos por posible evasión fiscal. La sospecha son los llamados “dobles contratos”; sería la evidencia tácita de lo que siempre se ha sospechado: los clubes mexicanos son corruptos.
En América del Sur, la liga argentina y el futbol brasileño tratan de adaptarse a los nuevos tiempos. Pero los escándalos continuos, como el de “Futbol para Todos” en tierras gauchas, no hacen más que minar el prestigio de aquellas competencias. Un elemento más a favor de la MLS, que no estará tanto tiempo en el rezago.