Las plataformas tecnológicas sobre las que corren las redes socio-digitales, sin duda, se corresponden con un modelo autoritario, reconoce Marta Peirano, especialista en el análisis del efecto de las nuevas tecnologías, la gestión de los datos y la privacidad en la sociedad.
Y corresponden al modelo autoritario más clásico, incluso medieval, que conocemos. Un modelo donde el poder está concentrado todo en el mismo sitio, y donde ese poder influye sobre ti, sin que tú sepas nada sobre ese poder.
En Democracia y redes sociales (Conferencias magistrales. Temas de la democracia, No. 40. INE. México, 2022), la periodista e investigadora española señala que hay una asimetría de conocimiento y de información por la cual, ese poder tecnológico, lo sabe todo de todos los ciudadanos: quiénes son, dónde están, qué les preocupa, con quién se relacionan, qué comen, qué hacen cuando nadie los ve.
Toda esta información se infiere de los datos que los algoritmos generan a partir de material estadístico y de las cosas que la plataforma sabe: nada menos que todo lo que hace todo el mundo en tiempo real.
Peinaro llama a preocuparse por la existencia de estas seis empresas que trabajan con ciertos gobiernos en el mundo y, tal vez por dinero, con ciertas entidades. Saben todo sobre nosotros, pero nosotros no podemos saber siquiera si cumplen la ley.
Es un modelo completamente autoritario y decididamente fascista. En las elecciones de 2020, quienes decidieron cuándo Donald Trump podía hablar y cuándo ya no, fueron tres personas de 30 años, multimillonarios que viven en California y que nunca han sido elegidos democráticamente por nadie. No hay nada más fascista que un comité decidiendo, sin consultarlo con nadie, sobre lo que tiene un impacto profundo en todo el planeta.
¿VERDUGO DE LA DEMOCRACIA?
En la charla que Peirano dictó a distancia en el Instituto Nacional Electoral, en el marco de los comicios intermedios de 2021 en nuestro país, respondió entre otras preguntas a una crucial: ¿las redes sociales son el verdugo de la democracia?
No lo son, opina. Pero en ese estado de polarización y demonización de opciones, resultan extremadamente peligrosas. La democracia es más fuerte que estas amenazas y la ponente cree firmemente en la capacidad que tenemos de aprender y de superar nuestros propios sesgos y debilidades cognitivas, de manera que si hay 500 bots diciéndonos que tenemos razón, sea porque realmente la tenemos y no porque los han contratado para darnos lo que los expertos llaman una ilusión de consenso.
Peirano dice creer en nuestra capacidad de aprender. Vivimos momentos muy delicados, pero esta situación frágil podría ser el germen de una verdadera educación cívica por parte de las instituciones educativas y civiles, al menos en todo el mundo democrático.
La solución para controlar este problema no es técnica, porque no es un problema técnico. A los jefes de las grandes plataformas les gusta decir que es muy difícil moderar contenidos, que cuando se tienen tantos millones de usuarios no se puede tener una persona para controlar a cada usuario. Y es mentira, no es un problema técnico sino un modelo de negocio. Están lucrando con la desinformación, los ha hecho ricos y poderosos. Con esos incentivos es muy difícil que cambien de modelo de negocio, menos teniendo inversores y comités a los que responder.
Sin embargo, esa infraestructura es valiosa. Hay movimientos en Europa que buscan recuperar los datos que las empresas tecnológicas tienen y usarlos para otros fines. El problema es que esos datos en realidad no sirven para asuntos importantes, sino precisamente para manipular, enfadar e irritar a la población.
EL AQUÍ Y EL AHORA:
Como humanidad, el proyecto más importante que tenemos ahora mismo es gestionar el cambio climático y mitigar los efectos del calentamiento global, entre estos la migración y las guerras civiles provocadas por la falta de recursos, sostiene Peinaro.
Para resolver esos problemas tan importantes, las redes sociales son infraestructuras que pueden servirnos para gestionarlos y comunicarnos. Pero también para volver a conectar con nuestros vecinos.
Uno de los grandes problemas de las plataformas digitales es que nos sacan del lugar en el que estamos, rodeados de las personas que son familia, compañeros de trabajo o vecinos. Y nos llevan a otro lugar imaginario, donde solamente hay gente que se viste como nosotros, escucha la misma música, lee los mismos libros y le gustan los mismos rumbos de la ciudad que a nosotros.
Sin embargo, esa gente no forma nuestra comunidad. Nuestra comunidad es la gente que se queda sin luz con nosotros, que se une al paro con nosotros, que protesta con nosotros porque nuestra seguridad se fue y nuestro bienestar ha caído en desgracia. La gente que se moja con nosotros cuando llueve, es nuestra verdadera comunidad.
Tenemos que empezar a rescatar esas comunidades. No hace falta diseñarlas, porque ya existen. Tenemos que abandonar esas tecnologías que nos sacan del momento presente y del lugar físico en el que existimos. Necesitamos conseguir tecnologías que nos ayuden a saber qué vecinos necesitan ayuda durante la pandemia, porque son mayores, viven solos y no pueden salir. Tecnologías que nos ayuden a contribuir con “las filas del hambre” a ayudar a tu “ambulatorio local” para agilizar los problemas de las vacunas.
(Se refiere la ponente a que, durante la pandemia o, después, con la inflación desatada por la crisis económica que siguió al covid, miles de personas en España tuvieron que formarse para recibir alimentos de la beneficencia del Estado o de organizaciones no gubernamentales. La sociedad civil española fue fundamental, también, para agilizar en las policlínicas la aplicación de la vacuna contra el coronavirus).
REHACER COMUNIDAD:
¿Cómo podemos hacer comunidad? Sencillo, ayudando a la gente que nos rodea.
Después de 15 años de dominio absoluto por parte de las plataformas digitales en nuestras vidas, hemos descubierto que nos hacen infelices, sostiene Peinaro.
El estado de trance y gran vulnerabilidad que nos dejan, genera una gran insatisfacción. Estamos más solos, ansiosos y deprimidos que nunca, algunos tomando más medicación para todos esos trastornos, cuando sabemos desde Confucio lo que los neurólogos han confirmado en los últimos años: hacer comunidad nos hace felices.
Esas mismas infraestructuras, básicamente las redes que hacemos con nuestros teléfonos conectados y con nuestra capacidad de crear comunicación de manera urgente, en tiempo real, en cualquier circunstancia, deberían enfocarse a ayudar a nuestra comunidad, a conocer a nuestros vecinos, a saber qué es lo que necesitan de nosotros, a apredender cómo pedirles que ayuden también.
BRUJAS QUE COMEN NIÑOS:
La intención última de las campañas de desinformación ni siquiera es que gane un candidato sino, literalmente, destruir la confianza en las instituciones, dice Peirano.
Es vital defender la institución como garante de los valores democráticos y del proceso democrático, de ataques frontales como los que lanzó Trump contra el sistema electoral de Estados Unidos en los comicios de 2020. No tuvo éxito porque, a diferencia de 2016, las plataformas digitales ya estaban preparadas para proteger el modelo electoral de la desinformación.
Nada es nuevo en materia de propaganda, un teólogo explicaba que la teoría de la conspiración de QAnon (según la cual, gente progresista de Estados Unidos abusaba y devoraba niños en los sótanos de una pizzería) retoma los mismos temas por los que se quemaban brujas en el siglo XVII o se echaba a la gente al bosque en el siglo XIV.
Todos esos temores tienen que ver con mitos religiosos: mujeres que en lugar de dar a luz, roban niños y se los comen; hombres que en lugar de proteger a los mayores, los violan y los asesinan. Es esta idea de la sociedad revertida, donde el demonio se hace pasar por Dios.
En las conspiraciones más profundas, estos temas tienden a repetirse. Y hay que estar preparados con las herramientas apropiadas. El papel de las instituciones electorales no es solamente proteger la integridad de las elecciones, así como aplicar las condiciones que se han decidido colectiva y democráticamente para este tipo de procesos, sino también trabajar con herramientas para fortalecer el espíritu crítico de la población.
Ese pensamiento crítico es el que nos va a salvar de esos sesgos cognitivos que nos llevan a sentirnos tan especiales como para, con dos metralletas y unos radios, tomar el Capitolio el 6 de julio de 2021, revertir un supuesto fraude electoral y salvar a la patria.
Ese sesgo que hace que elimines de tu recorrido todas las informaciones que contradicen tu historia, por ejemplo, esa de que Bill Gates quiere inyectar a chips en todos los ciudadanos para poder controlarlos, o incluso matarlos por medio de las antenas 5G.
Esos sesgos que son comunes a todos, los aprovechan en las campañas de desinformación para entrar en las grietas de nuestra conciencia. Por eso, cuando uno desarrolla pensamiento crítico, hay que aprender a dudar de las cosas que te conmueven y apelan a tus sentimientos, a tu corazón y no a tu forma racional de interpretar el mundo.
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