Muerte de Jimmy; muerte de Loros

A unos días de que se confirmara la noticia de la desaparición de Loros de la Liga de Ascenso, quedó evidenciada la fragilidad en la que se sostienen la mayoría de las franquicias profesionales del futbol mexicano, dependientes en gran medida de circunstancias sin mucho margen de acción, tal como fue el deceso del empresario que sostenía todas las barajas del equipo de la Universidad de Colima.

También quedó evidenciado que la plaza colimense no es apta para el profesionalismo de las primeras categorías del balompié nacional, a duras penas existe la infraestructura para cumplir con los requerimientos básicos que exige la división de plata, mucho menos existe en Colima la estructura financiera, comercial y mercadológica para sostener un equipo sin necesidad de requerir recursos públicos, que en década pasadas quedó demostrado es un dispendio tremendo.

La muerte de Jimmy Goldsmith significó la muerte de Loros porque su chequera movía todos los hilos en la estructura organizacional del club. En el caso de Manés, era ampliamente conocida la lícita procedencia de su fortuna personal, suministrada mediante un fideicomiso que le permitía al dueño de Loros sostener un club de Segunda con lujos de Primera y pagar a futbolistas de Segunda como si fueran de Primera.

La muerte de Jimmy acabó con Loros porque Colima, aún en 2020, no es una entidad apta para Liga de Ascenso. En nuestro estado hay un estancamiento económico de varios sexenios. El gobierno de José Ignacio Peralta ha sido incapaz de conseguir una sola inversión de relevancia, aparte de las que llegan al Puerto por pura inercia, y ese es el primer obstáculo para que los colimenses esperen la llegada de una franquicia de la antesala de la Primera División. No hay entes privados que pudieran patrocinar acorde al flujo requerido en un futbol de alta relevancia nacional; tampoco los salarios en Colima generan una base de aficionados con suficiencia monetaria para sostener un club mediante abonos por temporada.

De igual forma, el deceso de Jimmy evidenció la falta de transparencia que sigue reinando en el futbol mexicano, con la divulgación de supuestos dobles contratos, muy bajos en la formalidad y contratos de palabra muy altos en la informalidad, ante lo que la Asociación de Futbolistas no ha podido hacer nada. Eso eleva los costos sustancialmente para cualquier dueño potencial.

Además de todo lo anterior, si es que existe un estadio apto para la competencia en la que jugó Loros, debe decirse que es enteramente gracias a la capacidad económica de Jimmy Goldsmith y a su predilección por Colima; nadie y nada más. Lo que queda del Estadio Colima no es digno siquiera de la Primera Amateur, y muy lejos están aquellos días en que la ex Primera A daba el “OK” a un estadio tan maltrecho como el de La Albarrada. En el horizonte no se ve ninguna opción de que se construya un recinto moderno y con capacidad de albergo, más allá de lo que Jimmy heredó al Estadio Olímpico Universitario.

La Universidad de Colima o el Gobierno del Estado no tienen recursos para malgastar en el balompié profesional, como lo hizo Silverio Cavazos en su momento, que vale recordar resultó todo un fiasco, con jugadores de la franquicia del entonces Tuberos Real Colima apostados frente a Casa de Gobierno porque no les habían depositado 2 o más quincenas. Antes de eso, hubo una franquicia llamada Huracanes, un cuestionado proyecto de inversión privada que también terminó mal, pues los dueños de los demás equipos no se sentían cómodos con la familia que patrocinaba a los huracanados colimotes, lo que finalmente detonó en el caso de la pistola en el vestuario del Estadio Colima.

Es claro que las empresas grandes de Colima no están dispuestas a invertir en futbol y ciertamente no tienen por qué. Todas las empresas grandes originarias de Colima que ustedes mismos están pensando, tienen otros pendientes con la gente: pagar buenos sueldos, dar mayor seguridad social y mejores pensiones y jubilaciones. En el futbol siempre se pierde y no hay forma segura de solventar tan grandes sumas, pues el balompié azteca está sobrevaluado en infinidad de instancias, incluyendo por supuesto los sueldos de los futbolistas.  

Uno de los puntos más importantes es que la afición nunca respondió al equipo como debió hacerlo, y eso tampoco incentiva a que un inversionista privado tome el riesgo. La afición de Loros es escasa, la gran mayoría no apoya en los momentos aciagos (yendo al estadio por ejemplo), además de que en muchos de los casos, son hinchas de segundo orden; es decir, en realidad le van a América, Chivas, Cruz Azul, pero en el Ascenso apoyan a Loros.

Tal vez a sabiendas de que el equipo estaba destinado a no subir a la Primera División, Loros resultaba simplemente un buen divertimento. Aventuras épicas que pudieran quedar en el olvido en Colima por algunos años.

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