MUSEOS SALADOS

Durante sexenios el estado de Colima fue acumulando espacios dedicados a la conservación del acervo documental y artístico, al grado de considerar a la capital una ciudad de museos.

El acuerdo político y social era que esos recintos llegaban para quedarse, aunque la tendencia marcaba que el presupuesto destinado a su mantenimiento y eventual rehabilitación nunca sería proporcional a lo invertido en su apertura. Sin embargo esta inercia se detuvo y, de hecho, se revirtió en la administración de Ignacio Peralta en la que, por diversos motivos, se cerraron museos.

Tras la privatización del parque regional, desmantelaron el museo dedicado a Griselda Álvarez y clausuraron el museo de arte moderno denominado ‘Jorge Chávez Carrillo’ que, supuestamente, cedió su inmueble a un museo de historia natural.

El museo nacional de escultura ‘Sebastián’ anexo al Complejo Administrativo de Gobierno del Estado, dio paso a un centro de convenciones que, luego, en la mitad de sus instalaciones albergaría las oficinas del Instituto de Pensiones.

Y cerró sus puertas el museo dedicado a la gráfica que se había creado en el taller de impresión artesanal La Parota, con base en una donación de grabados y serigrafías que hizo a Colima el artista José Luis Cuevas.

Ambas colecciones se trasladaron a Comala como parte del malogrado Centro Estatal de las Artes, que se encontraba en lo que hoy es la Universidad Intercultural. Así, las piezas que curó personalmente el escultor del Pez Vela, El Limonero y La Palmera pasaron a competir por la atención de los alumnos del plantel con obras como el mural grafitero que acaban de develar.

Ya habíamos perdido, por estragos del sismo de 1995, el audaz edificio del Museo de Arqueología de Manzanillo, levantado sobre las arenas movedizas de San Pedrito.

Y, como reflejo de la ignorancia y la ingratitud de las autoridades municipales en turno, la obra pictórica, escultórica y cerámica de Alberto Isaac (el cineasta que le dio fama a la verdadera Comala, no la ficticia de la novela de Juan Rulfo) perdió su lugar y hasta el nombre.

SAL DE COCINA

En el colmo, esta administración que transformó al Palacio de Gobierno en un gran museo de museos (ahí trasladaron la galería Chávez Carrillo y el legado de doña Griselda) cerró temporalmente el Museo de las Culturas de Occidente ‘María Ahumada’, en espera del recurso para corregir el inexacto guion y la museografía obsoleta que resultó de la última remodelación. Habrá que gestionar el rescate de ese inmueble y los demás edificios del conjunto Casa de la Cultura en Colima.

Otros museos en el estado dejaron de ser funcionales por falta de continuidad en los proyectos, entre ellos dos recintos dedicados a la industria local. Se abandonaron el museo en la antigua planta de luz y fuerza de El Remate, una localidad del municipio de Comala, y el Museo de la Sal en Cuyutlán.

En ese enfoque de los museos como espacios didácticos y divertidos que recuperan señas de identidad y resguardan la memoria histórica, tendríamos que conformar una exposición permanente de la fabricación de jabón y dulces de coco, o de la manufactura de sombreros y huaraches; convertir en museo de sitio las ruinas de alguna de las textileras sobre el río Colima (San Cayetano, La Armonía y La Atrevida) o abrir una sala dedicada a la historia del puerto en Manzanillo.

Por todo esto es relevante que, en el centenario de la fundación de la Sociedad Cooperativa de Salineros, el sábado 25 de enero la gobernadora Indira Vizcaíno hiciera dos grandes anuncios para el municipio de Armería: la rehabilitación del Centro Ecológico de Cuyutlán ‘El Tortugario’ y del Museo de la Sal.

La sal de mar es algo de lo que nos sentimos orgullosos. Representa a Colima, es un símbolo a nivel nacional. En otros lugares del mundo, “cuando hablamos de Colima” siempre hay gente que comenta “qué buena sal”, dijo la mandataria. Y esto es así por “la calidad del agua, los filtros naturales y los métodos tradicionales”.

Habló Indira de los aportes que la sal ha hecho a la civilización. Simplemente no se concibe la comida sin este ingrediente. Y «la sal de Colima fue por antonomasia la sal de cocina», escribió Juan Carlos Reyes[1].

Según el gobierno de México, entre las numerosas virtudes que tiene la sal de mar que se obtiene en Colima, Yucatán o Guerrero “se destacan su capacidad para regular el sueño, eliminar la acidez a través de la orina, mantener la fuerza muscular, prevenir calambres, reponer minerales perdidos, estimular la circulación sanguínea, actuar como bactericida y ser antialérgica”[2].

MUSEO DE LA SAL

Hace poco, en una columna dedicada a la oferta que el estado tiene para el turismo de cruceros, comentábamos que prácticamente la única excursión que lleva a los pasajeros del barco fuera del municipio de Manzanillo es una que, en su recorrido, toca el Museo de la Sal y El Tortugario, el sitio arqueológico de La Campana, el museo regional de Historia y Palacio de Gobierno, para concluir con la visita a los museos de Nogueras que guardan la colección artística y de alfarería prehispánica de Alejandro Rangel Hidalgo, con la inevitable parada en los portales de Comala.

De esos lugares pensaron últimamente excluir los puntos de interés en Cuyutlán, por la sencilla razón de que el Museo de la Sal con frecuencia está cerrado y El Tortugario no ofrece las facilidades que demandan los turistas con problemas de movilidad. En un crucero, muchos de los turistas dispuestos a pasar el día viendo cocodrilos son mayores.

El 2 de febrero se cumplirán 29 años que el gobernador Carlos de la Madrid inaugurara el Museo de la Sal, el cual abrió sus puertas en 1996 con recursos del Fondo Municipal para la Cultura y las Artes de Armería, el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Universidad de Colima, la Cooperativa de Salineros y los hoteleros de Cuyutlán, en un proyecto coordinado por el entonces Instituto Colimense de Cultura.

El director del ICC, Luis Ignacio Villagarcía, tuvo que vencer muchas resistencias, incluidas las de los propios salineros que, por grillas internas, se opusieron inicialmente a ceder la histórica bodega para convertirla en museo. Con el apoyo decidido del gobernador De la Madrid, hubo que hacer mucho cabildeo.

El trabajo de gestión fue tan arduo que el hoy finado Juan Carlos Reyes (que, como historiador, había impulsado un par de coloquios nacionales sobre la sal en México) terminó renunciando al proyecto que, al final, concluyeron el propio Villagarcía y el ya también difunto J. Guadalupe López León.

Por la claridad expositiva, se respetó el guion de Reyes con ese discurso museográfico que “muestra en detalle el proceso de producción de este mineral, desde la recolección de tierra y filtrado hasta la cristalización de la sal”, señala un folleto publicado en su tiempo por el gobierno de Colima.

El museo in situ ocupa un área de 500 m² y en ellas “se reproduce con precisión la técnica antigua de recolección de sal y un pozo a escala, además de mostrar las herramientas utilizadas por los salineros y, en carteles, fotografías y videos, los sitios de recolección”.

De esa iconografía de la sal hay excelentes imágenes como las de Javier Flores, un par de las cuales, ampliadas en gran formato, cuelgan de las paredes de la cenaduría La Playita en Colima.

TIERRA DE SALINEROS

Si entre las funciones de un museo figura la preservación de saberes ancestrales, este museo guardará técnicas e instrumentos que tal vez dejen de usarse. El valor de la sal de Cuyutlán es que todavía se extrae de manera artesanal.

La danza de lo salineros paleando el mineral en las eras se reproduce fielmente en la coreografía del Ballet Folclórico de la Universidad de Colima, pero la zafra en la laguna armeritense nada tiene que ver con el movimiento de esos enormes camiones en los salitrales de Guerrero Negro, Baja California Sur. Allá no hay carretillas sino vehículos gigantes, del tamaño de los cargueros que arrastran el mineral en los yacimientos de hierro en Minatitlán o Alzada.

Si a la larga el desarrollo del puerto en el vaso II de Cuyutlán modifica la salinidad de las aguas del vaso III y llegar a ser necesario cambiar la técnica de extracción, podremos ver cómo se cosechó la sal en el estado de Colima hasta inicios del siglo XXI, gracias a las exposiciones de ese museo.

La rehabilitación del recinto cultural y de la reserva ecológica de El Tortugario, explicó la Gobernadora, se inscribe en un proyecto comunitario del que se beneficiará la población permanente y los visitantes ocasionales del balneario. Por haber sido alcaldesa de Armería, la nueva directora del DIF Estatal, Diana Zepeda, está llamada a desplegar estas acciones de bienestar complementarias.

¿QUÉ LE PASÓ A TEY?

El centenario de la Cooperativa congregó a toda la clase política, con una notable excepción: Tey Gutiérrez.

Por el valor histórico y económico de las salinas se explica la presencia de la edil porteña Rosi Bayardo y el alcalde capitalino Riult Rivera, quienes tuvieron una nueva oportunidad de medirse en el aplausómetro como aspirantes a la gubernatura.

El presidente municipal de Armería estaba obligado a ir, pero también la autoridad de Villa de Álvarez, donde residen muchas de las familias salineras que por tradición se trasladan para la cosecha anual a Cuyutlán, y en Semana Santa son alcanzados por la esposa y los hijos.

Los salineros son salineros durante la zafra, y albañiles el resto del año. Pero el vínculo entre la Villa y Cuyutlán es patente en la técnica de amarre (sin clavos) que comparten las camas donde se acaba de estilar la salmuera con los tablados de La Petatera.

El 23 de diciembre pasado, el Ayuntamiento de Villa de Álvarez y la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera en Colima anunciaron el Festival Gastronómico de la Sal que se celebraría los días 17, 18 y 19 de enero en el Jardín Principal de Villa de Álvarez, todo en el marco de los festejos por el 100 Aniversario de la Sociedad Cooperativa de Salineros que se cumplió el primero de enero.

Aunque la secretaria del Ayuntamiento, Lizet Rodríguez Soriano, reconoció entonces que hay “una añeja y estrecha relación entre los salineros de Cuyutlán y Villa de Álvarez, pues son de este municipio la mayoría de los trabajadores de las salinas”, algo pasó que VdeA no pudo ser la sede de esos festejos centenarios.

La Canirac había anunciado, además de las actividades culturales, “la presencia de tres muy reconocidos chefs colimenses, cuyos platillos girarían en torno a la sal de Cuyutlán” [me pregunto si alguno de ellos reinventará la ‘sal de picha’ típica de los botaneros, como en su momento redescubrieron las tostadas de pozole seco], además de “varios restaurantes y bares de la zona conurbada Colima-Villa de Álvarez y una variedad artística”.

Habría también “catas de mezcal, venta de artesanías y actividades lúdicas relacionadas con el proceso de producción de la sal”, dirigidas a los niños. Sin embargo, el evento se canceló. Y, acaso por pena, la maestra Tey fue la única munícipe ausente en el festejo por el centenario. Ahí andaba Petronilo Vázquez, director de los festejos charro-taurinos, pero como socio cooperativista y no como representante personal de la alcaldesa.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] Citado en: ‘La historia de la sal en México, las salinas de Cuyutlán y el caso de la cooperativa de salineros de Colima’. Oriana Zaret Gaytán Gómez y José Manuel Orozco Plascencia. Ciencias Económicas, 12.01 / 2015 / páginas 25–38 / Investigación. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5523036

[2] ‘La sal de mar en México: Un #OrgulloNacional’. Gobierno de México. Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, 28 de marzo de 2024. https://www.gob.mx/agricultura/articulos/la-sal-de-mar-en-mexico-un-orgullonacional

Comentarios

Un comentario

  1. Adal sólo una corrección, el Museo de Manzanillo se cerró a raíz del temblor del 2001. Y también te comento que cuando trabajaba con el Ballet de la U de C, le comenté la idea a Juan Carlos Reyes, con quien había ido varias veces a ver cómo trabajaban los salineros durante la zafra, de llevar al Ballet en el día de su festejo, que es igual al día del albañil, para que les bailarán la danza que se había creado en su honor. Fue una experiencia muy interesante que los salineros disfrutaron y se identificaron plenamente. Desafortunadamente como fue mi idea y no del Director, esto no se volvió a repetir. Pero creo que sería una buena oportunidad de retomarla. Saludos y un gran abrazo.

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