Hablando de la estrategia de comunicación presidencial, ¿qué viene con López Obrador?, ¿más portadas como la de César Yáñez en ¡Hola!?, le preguntaron Hernández y Helguera a Jenaro Villamil en el tercer programa de la segunda temporada de El Chamuco TV (https://tv.unam.mx/portfolio-item/el-chamuco-tv-temporada-2-programa-2-2/) en TV UNAM.
Según el columnista de Proceso y autor de varios libros sobre comunicación política, “viene un reacomodo muy intenso. Curiosamente, vienen aires de libertad para los medios y los periodistas”.
¿Pero si el Peje se la ha vivido criticando a los medios y los periodistas?, comenta con ironía Hernández:
“Justamente –agrega Villamil–, hay que quitarnos ya la sombra del modelo Peña Nieto: ahora no hay que quedar bien con el Presidente, hay que quedar bien con la sociedad, con las audiencias. Hay que buscar nuevos modelos (de relación prensa-poder)”.
Y, ultimadamente –acota Helguera–, no está mal que un presidente conteste o rebata una crítica. Lo que pasa es que debería hacerlo con argumentos, no responder que son camajanes (vividores) “del conservadurismo, de la prensa fifí”, como los definió Andrés Manuel ya siendo mandatario electo. En todo caso, es preferible que reclame públicamente y no que, por debajo de la mesa, despida periodistas.
A lo que abunda Villamil: “En la historia que yo conozco de los 18 años de carrera política nacional de López Obrador, nunca ha llamado a una mesa de redacción para pedir que corran a un reportero. Puede reclamar el enfoque de alguna nota, y lo hace públicamente, pero no pide que corran al autor. En la historia de Enrique Peña Nieto, empezando por Carmen Aristegui, dio la orden bajita la mano de que movieran o corrieran por lo menos contra 10 conductores”.
PEÑA SE ECHÓ A DIEZ
“El de Aristegui es el caso más evidente, mediático, conocido y documentado. Pero hay otros casos menos comentados, como el de Jorge Ramos que tenía una oficina con la corresponsalía de Univisión en Ciudad de México dirigida por Porfirio Patiño”, comentó Villamil ilustrando la censura en el sexenio pasado.
“Peña estaba molesto con él desde que Ramos le preguntó, y no supo contestar, cómo había muerto su primera esposa. Y por una serie de coberturas que tenían que ver con el tema de la Casa Blanca y Ayotzinapa, los dos grandes temas que fracturaron el sexenio: la corrupción de la casa en las Lomas de Chapultepec y el caso de las ejecuciones sumarias y todo lo que representa la desaparición de los 43 como símbolo”.
La oficina de comunicación de Peña generó docenas de despidos en los medios, como fue el caso de Leonardo Curzio, quien renunció a Enfoque Noticias en NRM Comunicaciones porque le pidieron la cabeza de dos colaboradores: Ricardo Raphael y María Amparo Casaar, relata Villamil.
Y hasta inscribió el analista entre las víctimas de la censura a comentaristas como Toño Esquinca de Grupo Radio Centro, despedido porque atacaba a López Obrador: “más que nada porque empezó con delirios”. Esto es, con un pronunciación defectuosa (sus oyentes supusieron que estaba ebrio) despotricó contra el candidato de Morena porque una marcha de la CNTE había impedido que su hermano llegara al hospital. Con un lenguaje florido, se despidió de la audiencia diciendo que quizá no lo volverían a escuchar.
Esquinca que, según los moneros, ni siquiera es un periodista, es por cierto de los que prometieron que se irían del país si ganaba Andrés Manuel “y parece que le dieron un salvoconducto” para quedarse, se mofó Villamil.
Para el columnista de Proceso, sería interesante amarrar todos esos casos en los que Eduardo Sánchez, vocero de la Presidencia de Peña, “llamaba a los medios de comunicación y a los directivos para amagarlos”.
En el semanario lo intentó varias veces, diciendo que mientras la revista no pidiera una disculpa pública por aquella portada en la que sugería que Peña Nieto pudo haber tenido algo que ver con la muerte de su esposa, no iba a haber publicidad.
VOLTEAR A LOS LECTORES
Lo curioso es que Proceso ha sufrido esas llamadas y ese boicot publicitario toda la vida. “Y sobrevive porque tiene lectores”, coinciden moneros y analista.
Hay modelos de negocios en medios que sí funcionan, subraya Villamil. “El propio caso de Aristegui es uno de ellos. ¿Cómo sobrevivió Carmen en un medio digital casi cuatro años? Por la credibilidad, por la audiencia, por el volumen de audiencia que se sostiene con la credibilidad y le permite sostener un programa. El de ella es el único caso que conozco de movilizaciones de las audiencias: la primera vez que la corren de MVS, cuando Calderón, hubo varias manifestaciones y esa fue una de las razones por las que regresó a la radio”.
Y contrastó Villamil ese caso con otro también muy conocido. “Si no hubiera tenido un problema laboral y malos manejos en su periódico Monitor, lo mismo hubiera ocurrido con Gutiérrez Vivó. Cuando se presentó el libro del caso de Monitor en el Zócalo, eran miles las personas que pedían su regreso a la radio. Había un respaldo social, no igual al de Aristegui porque son periodistas de la radio con distintos perfiles. Pero ambos tienen una credibilidad”.