Bastó ver cómo se descuidaban las áreas verdes, para que los vecinos del parque Bicentenario en Ciudad de México empezaran a sospechar:
“En redes sociales –reporta W Radio– se difunden versiones que en el lugar se construirán departamentos de lujo, otros que un parque de diversiones, los menos alarmistas refieren que el parque, al pertenecer a alguna empresa, tendrá cobro de entrada y uso de sus diversos espacios. Lo cierto es que el considerado uno de los pulmones de la Ciudad de México, ya no pertenece a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales”.
En efecto, la Semarnat, al considerar que el inmueble no resulta ya necesario para los fines originalmente concebidos, puso el espacio a disposición de la Secretaría de la Función Pública. Pero ahora los vecinos le exigen a la Secretaría de Hacienda que aclare si el parque fue vendido a un particular o está por serlo.
Los vecinos y muchos capitalinos subrayan que, siendo el parque Bicentenario uno de los pocos pulmones que restan en el valle de México, privatizarlo, incluso con un proyecto urbanístico que respete en lo posible las áreas verdes, dejaría a los visitantes habituales sin un espacio para caminar, correr o andar en bicleta. Tener un estilo saludable haciendo actividad física dentro de ese terreno, será privilegio de los condóminos.
La tentación de privatizar:
Eso tendríamos que tenerlo presente los colimenses a la hora de discutir la eventual privatización del predio que ocupa la XX Zona Militar. El área verde podría ser usada para las mismas actividades recreativos que los fines de semana se le da a avenidas tan transitadas como la San Fernando: caminar, correr, rodar, patinar y hasta cabalgar.
Con una consulta a modo, dirigida por un consejo ciudadano que trabaje con la consigna de legitimar la operación inmobiliaria, no van a lograr convencernos de que el negocio privado (ni siquiera la reducción de la deuda pública) está por encima del interés colectivo.
Consumado el despojo que se hizo a los usuarios de lo que fue el Parque Regional, hoy convertido en un zoológico particular que difícilmente cumple los protocolos en el manejo de especies exóticas, los habitantes de la zona metropolitana no podemos tolerar la pérdida de la Zona Militar (que deberíamos considerar una extensión del parque de la Piedra Lisa) como espacio público.
No sólo porque la construcción de edificios de departamentos o de oficinas reduciría la población arbórea, sino porque el deteriorado tejido social de una zona en donde se ubica lo mismo la unidad habitacional del Zalatón que la colonia Infonavit-La Estancia, demanda una intervención orientada a impulsar el deporte y la cultura.
La Zona Militar está frente al complejo de la Casa de la Cultura, y sería el complemento perfecto para un proyecto de recreación social (Y siempre será mejor la recreación que la readaptación).
Que no nos cuenten que ese propósito lo cumplirá La Campana sobradamente. Porque además de que el llamado parque metropolitano está suficientemente lejos de la Piedra Lisa como para que sus públicos sean diferentes, contra lo que nos han dicho el asunto de la compraventa no está legalmente concluido y podría, si el particular afectado hace valer su derecho, revertirse.
El parque urbano de la Piedra Lisa sería el detonante para la modernización vial del eje Calzada Galván-Av. Camino Real, que va desde el monumento al Rey Coliman hasta el Teatro Universitario. La vieja entrada a Colima y el actual acceso a la ciudad, conectados.
Para su funcionalidad, este eje requiere convertir a la Calzada Galván (con dirección sur-norte) en el complemento de un par vial, cuyo segundo cuerpo con dirección norte-sur sería la secuencia de Emilio Carranza, calle del Trabajo y J. Pimentel Llerenas, entre la glorieta monumental y la avenida 20 de Noviembre.
Ya vimos lo que ocurrió con la movilidad al estrangular la calzada, precisamente frente a la Zona Militar. El remozamiento de la Galván evidentemente no tenía como propósito abrir dos ciclovías, sino crear un acceso para el condominio en el que nuestras autoridades y sus socios inversionistas desean convertir el terreno.
Lo que hicieron fue mejorar la apariencia para atraer a potenciales compradores. Equivale a hacer una maqueta a escala 1:1.
No es sully:
Un maestro de origen mexicano que reside en Chicago demandó a Aeroméxico por negligencia en el accidente sufrido en Durango.
Néstor Martínez, de 43 años, iba en el vuelo 2431 y de acuerdo a los documentos presentados en la corte del condado Cook, Aeroméxico fue negligente al permitir que el avión despegara en medio de una tormenta de fuertes vientos, lluvia y granizo.
La línea ponderó las habilidades del piloto Carlos Galván, uno de los heridos con lesiones más graves, al decir que gracias a él no hubo víctimas fatales entre las 103 personas (pasajeros y tripulación) que iban a bordo.
Pero Galván no es un héroe como ‘Sully’ (Chelsey Sullenberger), el piloto que logró en la vida real la hazaña de acuatizar en el río Hudson, tal como se narra en la película de Clint Eastwood (2016) protagonizada por Tom Hanks.
Tampoco es William ‘Whip’ Whitaker, el capitán interpretado por Denzel Washington en El Vuelo (Robert Zemeckis, 2012) que, en la ficción, al principio fue ovacionado porque logró aterrizar de emergencia después de volar de cabeza, hasta que se comprobó que había piloteado bajo los efectos de las drogas.
Esteban ‘Carrín’ Meneses, que sabe volar aviones, señala que Carlos Galván tenía la prerrogativa de negarse a despegar en esas condiciones atmosféricas, aun cuando lo hubiera ordenado la aerolínea e incluso aunque la torre de control le hubiera dado permiso para tomar pista.
No lo hizo y el video tomado por un pasajero muestra cómo la nave de Aeroméxico Connect fue sacudida por una ráfaga y, tras golpear el ala izquierda en el suelo, desprendiéndose los dos motores, echó el panzazo.
Las heroínas de esta historia son, en todo caso, las sobrecargos que lograron sacar a los pasajeros por las salidas de emergencia, instantes antes que el interior del avión se incendiara.
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