Un sinnúmero de justificaciones y comunicaciones estratégicas sobre la supuesta pertinencia de la deuda que han salido desde Calzada Galván Sur no han sido suficientes para convencer al grueso de la ciudadanía colimense sobre la necesidad de que la entidad adquiera más deuda para los próximos 20 años. La promoción de la deuda ha sido una derrota tan o más grande que el “Vas a Vivir Feliz y Seguro”.
Los descalificativos que se leen en redes sociales para con los que promueven el endeudamiento, para con los diputados que ya mostraron intenciones de llevar la petición de crédito hacia una aprobación legislativa, son un indicador muy certero de la imagen pública que ostenta la administración peraltista en el ánimo de los colimenses. Nadie confía en ella.
A once meses de que se realice una nueva contienda electoral, la posibilidad de que los votos de los colimenses abran la puerta a la alternancia se ha convertido en un vendaval, pues la ahora oposición al priismo local ha establecido el discurso de que vivimos en una entidad cuyo gobierno estatal ha incumplido las promesas más seductoras con las que, a duras penas, logró colocarse en el poder.
Esos diputados morenistas que semejan agentes del neoliberalismo deberían entenderlo, pero inexplicablemente desoyen las recomendaciones de los colimenses. Incentivar el endeudamiento es sencillamente una afrenta a un posicionamiento y a un simbolismo; políticamente, se trata de un desdén al Presidente de la República, a quien debieran agradecerle el impulso para ganar su distrito; socialmente, es una afrenta al clamor popular; ideológicamente, es una irracionalidad, proviniendo de la curul que ostentan.
Esta semana, la posibilidad de que el pueblo de Colima sufra una gran derrota, al aprobarse un crédito insostenible e injustificado por demás, está latente; sin embargo, la posibilidad de que el PRI y el conservadurismo local anexo gane su última victoria, mediante una “chicanada legislativa” (García Arias dixit) o mediante la indecente seducción del capital, será la forma más representativa de despedirse de la ocupación del gobierno, con más pena que gloria.