NOS COLMARON EL PLATO

Con un abrazo para Miguel y Víctor Uribe

El asesinato de Ricardo Uribe Clarín indigna a amplios sectores de la sociedad colimense porque se trata, sin lugar a dudas, de una víctima fatal de la inseguridad a la que no se le puede victimizar doblemente con la sospecha de que su homicidio es consecuencia de supuestas actividades ilícitas en las que participaba.

No solo eso, Uribe Clarín fue un jalisciense avecindado en esta capital que, en estos años, desde que llegó a vivir aquí muy joven, se relacionó con una gran cantidad de colimenses por la diversidad de intereses artísticos, culturales y, posteriormente, empresariales que mostró.

Por eso es que en muchos círculos sociales se llora su muerte. Y por lo mismo es que este artero crimen fue la gota que derramó el vaso en la agotada paciencia de una ciudadanía que ha visto cómo –pese a haber sido “vas a vivir feliz, seguro”, la principal por no decir que la única promesa de campaña del gobernador Ignacio Peralta– se ha ido incrementando la inseguridad en el estado.

Sensible a esta situación, el mandatario estatal ordenó, a menos de 24 horas del asalto en el que perdió la vida Uribe Clarín, remover a los titulares de la Procuraduría General de Justicia en el Estado y de la Secretaría de Seguridad Pública.

Cayeron, así, José Guadalupe Franco Escobar y el almirante Francisco Castaño Suárez, los dos funcionarios a los que la descripción de sus cargos en el organigrama y la opinión pública señalaban como responsables del incremento en el número de delitos, especialmente homicidios dolosos, en la entidad.

El martes, mientras la noticia y las fotografías del cuerpo inerte de Ricardo Uribe circulaban por las redes sociales, el todavía procurador Franco nos dijo a un grupo de periodistas que coincidimos con él en la entrada a La Petatera: “Por poco no vengo”.

Y antes de irse a saludar a los matadores, a quienes conoce según trascendió porque su padre es un veterano vendedor en la Monumental Plaza México, dejó entrever que pensó dos veces en asistir a la primera corrida formal porque sería mal visto que como aficionado a la fiesta se distrajera, mientras sus subordinados realizaban el levantamiento de las seis personas que ese día fueron asesinadas en la entidad.

Tuve ganas de hacerle una broma pesada: “¿Para qué se preocupa?, ¡muertos va a haber todos los días!”

Ahora me arrepiento pero, en ese momento, no sabía que la víctima de un asalto en la plaza San Fernando a un cliente que había salido de la sucursal de Banamex, era mi amigo Ricardo.

Como a todos los colimenses, se nos ha ido haciendo la piel dura. No resentimos la gravedad del problema hasta que la violencia asociada a la actividad de la delincuencia organizada nos golpea en el seno familiar, en el grupo de amigos o en el círculo de los conocidos.

UN HOMBRE POLIFACÉTICO:

Conocí a Ricardo Uribe de cerca y fui testigo de su incansable espíritu de superación. Como trabajador del área de Cultura en la Universidad de Colima y el entonces Instituto Colimense de Cultura, y luego como funcionario en la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado y director de Cultura en el Ayuntamiento de Colima, se preparó no sólo como promotor de eventos sino también como gestor de proyectos y creador en áreas como el cine, el teatro y la producción editorial.

En los últimos años había incursionado exitosamente en el negocio de la publicidad e imagen institucional, y era un conocido proveedor de uniformes. Las camisas y blusas con el nombre del servidor público y el de la dependencia de adscripción bordados que él fabricaba, se llevan en oficinas de gobierno y sindicatos.

Con malicia, casi al mismo tiempo que empezaron a circular las fotografías de la escena del crimen, alguien decidió subir a la red una imagen donde Ricardo Uribe posa junto a Ignacio Peralta. Al día siguiente un medio impreso publicó una toma del palco donde otros años estuvo sentado el editor de ese periódico, ocupado esta vez por José Franco y otros funcionarios del área de Seguridad.

No sé cuál de las dos estampas causó mayor impacto en el ánimo del Ejecutivo estatal. Lo cierto es que, luego de dejar encargados de despacho en la PGJE y la SSP, por la tarde se hicieron los nombramientos oficiales de Gabriel Verduzco Rodríguez como encargado del despacho de la Procuraduría General de Justicia del Estado y de Hugo Vázquez Colorado como secretario de Seguridad Pública.

Al primero, hubo que habilitarlo antes como subprocurador general de Justicia. Y probablemente esperarán a la confirmación que hará el Congreso para que ocupe la titularidad.

TALENTO LOCAL O FUEREÑO:

Con una legislatura donde la oposición ha sido desmantelada, no tendrá el Gobernador el mismo problema para nombrar al sustituto en la Procuraduría que tuvo con Franco Escobar, quien fue rechazado una vez por la entonces mayoría panista y finalmente aprobado mediante una operación política.

Gabriel Verduzco se desempeñaba como secretario ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública. Y es un cuadro formado en la Procuraduría General de Justicia, en donde fue perito criminalista, primer comandante de la Policía de Procuración de Justicia, oficial secretario y agente del Ministerio Público.

Hugo Vázquez Colorado se venía desempeñando como subsecretario de Prevención del Delito y Participación Ciudadana en la SSP. Y es uno más de los funcionarios del área que llegaron a Colima provenientes de otras procuradurías.

En su caso fue subdelegado de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, delegación Xochimilco, así como encargado del despacho de la Dirección General de Averiguaciones Previas.

Son, pues, un policía con hechura local y otro maquilado fuera. Una combinación para tratar de resolver un problema que, si bien corresponde a un contexto regional (la disputa de los cárteles por el control del puerto de Manzanillo y del creciente mercado de drogas al menudeo que ya son las ciudades y pueblos de Colima), así como a otro nacional (el incremento en los índices de criminalidad asociados a la fractura del Estado de derecho), tiene un componente local que no ha sido bien atendido:

El aparato de seguridad en el estado sigue estando ciego y sordo, incapaz no sólo de preveer la actuación de los grupos delincuenciales sino también de reaccionar para perseguir a quienes –como los que ultimaron a Ricardo Uribe o a las dos damas que fueron asaltadas horas después afuera de otra sucursal de Banamex– se dan a la fuga después de cometer un atraco a plena luz del día.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.

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