PERIODISMO ADIVINATORIO

El grave error periodístico del Diario de Yucatán, por su falta de rigor al reportear y su mala fe al titular la nota del domingo 23 de abril de 2023 sobre un aparente “desvanecimiento” de Andrés Manuel López Obrador como un “presunto infarto”, se habría evitado si, ante los antecedentes de salud del presidente y los rumores surgidos por la apariencia enferma del estadista, simplemente hubiesen consultado a un cardiólogo.

Ningún especialista serio se habría atrevido a hacer un diagnóstico de oídas, pero con cautela podría haber referido cómo se describen en la literatura médica los casos de isquemia cardiaca o, en todo caso, los accidentes cerebrovasculares que fueron algunas de las afirmaciones que se hicieron en medio de este ejercicio de periodismo adivinatorio, para que el lector, el oyente o el televidente conforme se conociera la información llegase a sus propias conclusiones.

El jueves 27 de abril, Julio Hernández López entrevistó en Astillero Informa al médico cirujano especialista en salud pública Héctor Frisbi sobre las posibles consecuencias para la salud de un paciente con cardiopatía contagiado por tercera ocasión de covid. De entrada, el facultativo explicó que hay una diferencia entre la somnolencia que el presidente refirió en su recorrido por Palacio del martes 25, al desvanecimiento del que habló el Diario de Yucatán el domingo.

SE ALIVIÓ CON SUERO

“Siete por ciento de los pacientes que llegan a urgencias mayores de cincuenta años se quejan de que perdieron el conocimiento”, expone Frisbi. A esto se le llama síncope. Es un evento que se puede medir objetivamente, mientras resulta totalmente subjetivo cuando el paciente dice: ‘siento que me voy a desmayar’. Y para un “desmayo transitorio” (como lo describió el propio presidente el martes) AMLO tenía todos los factores: edad, hipertensión y un cuadro de covid.

El coronavirus tiene efectos vasculares y, por eso, causa fatiga: los enfermos de covid se sienten cansados y se quedan dormidos, justo como el presidente se quedó dormido sentado. Eso no es lo mismo a perder el conocimiento, apunta Frisbi. Se quedó dormido por una combinación de los efectos vasculares del covid y una deshidratación: en Mérida sudas mucho y, como se ve en la mañanera, el presidente no tiene el hábito de beber agua.

La deshidratación se resolvió con una solución fisiológica intravenosa. Mientras que la infección en un paciente que, tras otros dos contagios, ya calificaba para tratamiento antiviral, viendo su pronta recuperación seguramente se combatió con Paxlovid, el medicamento de Pfizer específico para covid, deduce el médico.

No hay excusa para asegurar, como el Diario de Yucatán, que el presidente sufrió un presunto infarto. Médico de urgencias, Frisbi sabe que no es tan fácil hacer un diagnóstico de infarto. Y menos en un paciente que ya tuvo infartos porque, como su corazón tiene cicatrices, su electrocardiograma siempre saldrá anormal. Tampoco es posible reconocer un infarto por la forma en que alguien va caminando o, simplemente, porque lo acostaron. “Me parece una irresponsabilidad y un exceso”. La única disculpa por haber publicado eso es que los editores del diario querían que AMLO tuviera el infarto.

MENTIRAS VIRALIZADAS

Como yucateco, colaborador en su juventud y nieto de quien fuera jefe de la mesa de redacción del Diario de Yucatán, Jenaro Villamil le explicó a Álvaro Delgado –su compañero por muchos años en Proceso– por qué un medio que se pensaba riguroso y tenía un prestigio incurre ahora en el zopilotaje periodístico:

Es algo que les ha hecho daño a muchos antiguos impresos que, independientemente de su filiación política o de sus simpatías, quieren competir ahora en las redes sociales a través de la viralización. Buscan generar likes más que ganar la nota, aunque lo que están publicando no sea en realidad una nota.

En la edición del martes 25 de abril de Los Periodistas en Sin Embargo al Aire, el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR) citó al autor de la columna Astillero, Julio Hernández López, quien analizó cómo, a partir del adjetivo ‘presunto’ y del pospretérito ‘habría’, comunicadores irresponsables construyeron lo no confirmado como algo confirmado.

Por ejemplo, en su columna Estrictamente Personal de ese mismo día 25, Raymundo Riva Palacios afirmó que “el virus [de covid] le produjo un infarto” al presidente. Quiso fusionar la versión del diario yucateco con la del propio presidente para sostener la historia del infarto, no obstante que, de haberlo sufrido, obviamente AMLO no habría podido redactar un tuit a las cuatro de la tarde del domingo para informar a la población.

Aunque se hubiera cambiado el tuit del domingo por un video de 18 minutos como el que el presidente transmitiría por la tarde de ese mismo martes, los periodistas carroñeros no hubieran estado conformes porque buscaban armar escándalo. La estridencia es la herencia que nos está dejando Lili Téllez en el debate infodémico, bromea Villamil. Se trataba de generar incertidumbre, insistiendo en que el presidente de la república es una persona débil que puede, en cualquier momento, enfermar.

“Qué grave es que el Diario de Yucatán se preste a eso. Quienes hemos sido redactores de agencias informativas digitales, sabemos que una nota se corrige cuando ya tienes la versión oficial, y la fuente era nada menos que la del propio implicado. Aun así, sostuvieron [en ese periódico] que su información nunca fue desmentida.”

FUENTES ACREDITADAS

Delgado comenta que la falsa noticia del infarto (y sus añadidos, como ese de que la persona que aparece junto al presidente López Obrador cuando va saliendo del supuesto desvanecimiento para trasladarse a la Ciudad de México, es el abogado del Chapo y no un expresidente municipal de San José Iturbide) fue replicada en los circuitos de las redes sociales, ya no solamente en forma anónima sino con la firma de informadores reconocidos en nuestro país.

Para Villamil, hay dos tendencias visibles en este caso: por un lado, ya durante el sexenio anterior habíamos observado una operación para intoxicar la información; y, por otro, la deliberada intención de trasladar la tuitósfera al mundo real.

Este segundo objetivo no se logró: la polarización que existe en Twitter no existe en la sociedad. Sin embargo, la intoxicación de las redes sociales como efecto de cientos o miles de cuentas contratadas ya se normalizó en los medios tradicionales, especialmente en la edición impresa, esos mismos periódicos a los que uno acudía como contrapeso al ruido y la falta de rigor de las redes sociales.

Impresos que se ganaron un prestigio, como el Diario de Yucatán o, en la capital del país, Reforma y hasta El Universal, tenían una historia de rigor periodístico pero ahora compiten con el ruido de las redes sociales. Vimos cómo citaron en calidad de fuente verídica a Mario di Constanzo o cómo consideraron confiable a Pedro Ferriz de Con, pero pusieron en duda el tuit del presidente Andrés Manuel López Obrador o el parte médico del secretario de Salud.

MODELO ANALÓGICO

Respecto a la crítica sobre la poca cantidad de información oficial sobre la salud del presidente, Villamil opina que el exceso de información, aun en circunstancias tan infodémicas como las actuales, siempre va a ser necesaria. Por el contrario, la restricción de la información no ayuda.

No sólo éste, todos los gobiernos han fallado en dar una respuesta rápida. El ritmo y la velocidad con que la información se puede alterar o tergiversar en las redes sociales, obliga a las instancias de comunicación oficial a tener celeridad. Hasta el equipo de comunicación del presidente Biden está anclado en un modelo analógico en el que siempre va a perder.

Villamil aprendió la importancia de la respuesta rápida cuando trabajó en el gobierno del entonces Distrito Federal con Cuauhtémoc Cárdenas. No existían redes sociales, pero sí televisoras y estaciones de radio que estaban profundamente molestas con el modelo de alternancia que se estaba abriendo en la Ciudad de México desde la izquierda.

Cuando entrevistaron a Jesús Ramírez Cuevas sobre la salud del presidente, el domingo 23 de abril, el vocero estaba apenas reaccionando a una nota en construcción. A esa hora no se había confirmado todavía el diagnóstico de covid. Tampoco podía dar por buena una información que en ese momento no estaba acreditada; la acreditó personalmente Andrés Manuel.

[Esa premura, por lo demás, no explica por qué un colaborador tan cercano a AMLO no estaba al tanto del ‘váguido’ –como lo llamó el presidente– y no había preparado un reporte. Esa sería nuestra crítica a la falta de una respuesta rápida por parte de Jesús Ramírez].

Lo que no se vale es que, aun cuando haya errores o deficiencias en la respuesta rápida, los colegas comunicadores justifiquen el ataque de mentiras e inventos diciendo que no se está informando con celeridad. Información hubo, sostiene Villamil.

PRESIDENCIALISMO INFORMATIVO

¿Puede el aparato de comunicación gubernamental (las mañaneras con su canal en YouTube y la versión estenográfica) o los medios públicos contrarrestar esta ofensiva política de desinformación con información oportuna?, pregunta Delgado.

Estas oleadas de fake news no se pueden contrarrestar más que con credibilidad, que se construye con paciencia y tiempo para verificar las versiones. “Ese domingo estábamos esperando una confirmación oficial (que dio el propio presidente)”. Y aunque no puedes “acelerar el proceso de construcción de noticias si no tienes una información verificada”, hay presión de las redes que funcionan en la inmediatez y eso hace que, a veces, sobrerreacciones como comunicador institucional.

Esto lo dice Villamil para explicar la negación de Jesús Ramírez a la noticia del desvanecimiento. En esa sobrerreacción, aunque pareciera que el vocero presidencial estaba respondiendo a quienes siembran mentiras, en realidad terminó haciendo un caldo de cultivo.

Para Villamil, hay dos cosas que se deben ponderar en la comunicación política: ser contundente y verídico, por un lado, y dar una respuesta rápida que frene la infodemia. Desde el SPR “observamos que esta tendencia a la infodemia no se va a frenar con comunicados por más oficiales que sean”, ni siquiera con un video en el que aparece el presidente diciendo: miren, aquí estoy en Palacio Nacional.

Como paradoja, los medios y los periodistas que han estado pidiendo que se acaben las mañaneras, el lunes que no estuvo en la conferencia de prensa López Obrador reclamaban que el presidente saliera en un video con un periódico con la fecha del día, como si fuera Diego Fernández de Cevallos dando pruebas de vida en su secuestro.

Además, algunos noticieros repitieron toda la historia de los videos que el presidente ha grabado las dos veces anteriores que se contagió de covid. Y acabaron haciendo lo mismo que ellos critican, reflexiona Jenaro: un hiperpresidencialismo de la comunicación.

FUEGO AMIGO

La especulación sobre la salud del presidente no es ajena a la disputa electoral del próximo año. De hecho, en este 2023 se tienen que resolver tres procesos políticos muy importantes: la elección del Estado de México (donde se definirá la continuidad de la 4T), los comicios en Coahuila (donde se juega la supervivencia del PRI) y la contienda interna de Morena.

Grupos de simpatizantes de los precandidatos de Morena alimentaron estas versiones no acreditadas ni contrastadas, con tal de beneficiar las perspectivas políticas de su corcholata favorita, resume Jenaro Villamil. Y hay doce aspirantes dentro de la coalición convocada por Claudio X. González que no sólo tienen recursos sino que también creen que la realidad se construye en las redes sociales y no en el territorio; por lo tanto, están sobrecalentado la comunicación socio-digital.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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