El periodista busca la verdad como el médico a la salud, pero para curar enfermedades el médico no tiene que ser de izquierda o de derecha. En el periodismo el asunto es más complicado, observa Sabina Berman al iniciar una conversación de Largo Aliento con los periodistas Julio Hernández López ‘Astillero’ y Álvaro Delgado.
¿Los invitados son periodistas a secas o periodistas de izquierda?, pregunta la dramaturga, novelista y periodista en la emisión del 28 de mayo de 2021 (https://www.youtube.com/watch?v=rX14Y11QyOw&t=6s) del programa de entrevistas que conduce en Canal Once.
Para Julio Astillero, si aceptamos que el periodista busca la verdad, “buscar la verdad es necesariamente un acto más cargado a la izquierda que a la derecha. El ejercicio periodístico por sí mismo –buscar información, dar contexto y suministrar datos– está más cargado a la izquierda que a la derecha”, por la sencilla razón que “los poderes de cualquier signo ideológico no desean que el ciudadano conozca, se entere y se empodere. Eso mismo determina la visión periodística”.
De los géneros periodísticos básicos, “en la nota informativa lo que debe buscarse es el equilibrio, no la objetividad, que esa no existe. Todo enfoque es subjetivo: al seleccionar qué información abordar, cómo abordarla y cómo presentarla, se está siendo subjetivo”.
“Es diferente en los géneros de opinión que yo ejerzo particularmente”. Y, en ese sentido, me considero un periodista de izquierda que busca acrecentar el acceso del público a los contextos, a los equilibrios en la información, pero también a entender qué significa ese dato informativo”, comenta el columnista de La Jornada y conductor de Astillero Informa en las redes sociales.
Por su parte, para Álvaro Delgado “la objetividad existe idealmente. El periodista está obligado a mantener una distancia, autonomía e independencia ante situaciones, personajes o hechos. Y la objetividad periodística implica someterse estrictamente a los hechos”.
“Todo periodista busca la verdad, eso es un principio universalmente reconocido, pero ¿qué tipo de verdad? Reconociendo que, como seres humanos, individuos y actores sociales, tenemos siempre un punto de vista específico sobre acontecimientos y personas, el periodista tiene que ser derecho para empezar. Sobre todo los periodistas que ejercen los géneros informativos están obligados a someterse a los hechos. Hacer una valoración de los hechos corresponde a otros géneros periodísticos”: los de opinión.
¿HAY UN PERIODISMO NEOLIBERAL?
¿Un periodista neoliberal es una situación imposible?, cuestiona Berman. Y Julio Astillero responde:
“Hay periodistas apegados al poder político en turno, que trastornan y que pervierten el ejercicio periodístico al convertirse en meros instrumentos de transmisión de lo que le interesa al poder, sea éste de izquierda o de derecha, sea del pasado o del presente.
“Este tipo de periodistas que se acomodan a las necesidades del poder, prostituyen el periodismo al convertirlo en una fuente de enriquecimiento. Los practicantes de ese periodismo distorsionado, ayudan a consolidar un sistema de cosas contra los cuales el periodismo endereza siempre su interés, su curiosidad y su trabajo de rastreo y recopilación de datos.
“El periodismo verdadero, auténtico y honesto necesariamente busca las verdades que contravienen el gusto, interés e incluso el ritmo de trabajo político de quienes están en el poder, sean de un partido o de otro y de un signo ideológico o de otro.
“El enfoque con el que se aborda una información es muy peculiar. Cuando fundamos La Jornada, dijimos que pretendíamos privilegiar la voz de los campesinos y no la del potentado agrícola, del obrero y no necesariamente la del patrón, aunque diéramos los puntos de vista de ambas partes. El ejercicio periodístico de La Jornada, en su propósito original, estaba intencionalmente cargado hacia los intereses sociales, más que a los intereses del poder”.
TABÚ, EL PODER ECONÓMICO
Es verdad, coincide Berman, estamos en una situación donde la mayor parte de los periodistas no reportan la vida de los patrones, es decir, lo que ocurre al interior de la empresa privada. Menos todavía un periodista neoliberal va a reportar la relación de los patrones con quienes trabajan para ellos.
Para Álvaro Delgado, “periodistas que sirven a ciertos intereses, particularmente los privados, existen desde antes de la adopción del modelo neoliberal”.
“Hay que diferenciar. En el ejercicio de los géneros periodísticos informativos, uno está obligado como periodista a privilegiar la información, los hechos. Las opiniones, el enjuiciamiento de esos hechos vendrá después.
“Pero el papel que tiene un periodista en la sociedad no tiene que ver solamente con la búsqueda de la verdad. A veces es imposible encontrar la verdad y, entonces, nos aproximamos a ella con un relato verosímil, armado con lo que puede acreditarse con información documental y testimonial.
“Eso no hace a un periodista de izquierda o de derecha. Los periodistas en lo fundamental, y esa es una tradición centenaria, buscan siempre la transformación, el cambio, la reforma. No buscan mantener el estado de cosas, el statu quo, el régimen neoliberal en este caso.
“Desde antes que existiera este régimen neoliberal, ya tenía vigencia el capitalismo. Y, en ese contexto, los periodistas somos en esencia de izquierda. Hay de derecha, por supuesto, los ha habido y los va a seguir habiendo. Son esos que no tienen a la información como la columna vertebral del trabajo informativo, sino a la propaganda para legitimar el estado de cosas.”
MEDIOS DE PRESIÓN Y CHANTAJE
Pero sí hay una diferencia entre reportar lo que hacen los patrones y lo que hacen los obreros, insiste Sabina. En nuestra época, la escritora encuentra dos tipos de periodistas: aquellos que les interesa reportear lo que está sucediendo en las bases de la sociedad, que se meten con los patrones, con el poder económico; y aquellos que definitivamente no se meten con el capital.
El gran tabú de nuestro periodismo es el poder económico, dice la dramaturga de Entre Pancho Villa y una mujer desnuda. Hay este periodismo que nos alerta respecto a lo que está pasando en las calles: las feministas rompiendo cosas, los obreros que no quieren ir a trabajar. Y hay ese otro periodismo que se pregunta por qué están enojadas las mujeres, cuáles son las condiciones laborales o cómo se está comportando el patrón con sus trabajadores.
Astillero y Delgado son dos ejemplos del periodismo que revisa al poder económico, pero son excepcionales, subraya Berman.
“Y sí, en términos generales hay un acoplamiento de los principales medios de comunicación con ese poder económico –reconoce Julio Astillero–. La gran mayoría de esos medios convencionales y relevantes, es decir, que tienen una audiencia más o menos importante y una vida empresarial consistente, están asociados a intereses empresariales.
“A nivel mundial vivimos el dominio de los grandes consorcios que, con intereses netamente económicos, comerciales o empresariales, ejercen el periodismo como una fórmula no sólo para ganar dinero en lo inmediato o por el ejercicio periodístico en sí mismo, sino por los negocios adjuntos que suelen ser las principales fuentes de las ganancias que obtienen.
“En México tenemos grandes empresarios convertidos en dueños de medios de comunicación, los cuales han utilizado para poder celebrar contratos, obtener concesiones y ganar negociaciones que superan en monto económico la valía de esos medios. Son, pues, medios de presión y de chantaje”, señala Hernández López.
SE CERRÓ LA OCTAVA
Sabina aterriza la cuestión: para un periodista de izquierda, en este sexenio se ha probado casi imposible trabajar con los empresarios de la televisión comercial. Al inicio del gobierno de la 4T, parecía una gran idea invitar a periodistas de izquierda: si estaba gobernando la izquierda, necesitaban la presencia de periodistas de izquierda; pero en la práctica se ha probado imposible.
La impresión desde afuera es que Julio Astillero se fue de La Octava porque lo intentaron acotar, controlar. Y aunque Juan Aguirre Abdó lo había nombrado originalmente director editorial, primero de Radio Centro, y luego de La Octava, renunció a ese cargo y, al final, prefirió la libertad del internet, resume Berman.
“En el ejercicio específico del espacio que yo tuve en La Octava, nunca hubo el intento real de acotar, controlar o imponerme contenidos. Como director editorial había impulsado un proyecto que fue ganando credibilidad y presencia. Y llegó el momento en el que, salvo excepciones muy evidentes, en términos generales el proyecto de libertad y de crítica, con posibilidades de hacer un periodismo distinto, no sólo se acotó sino que vi cómo se estaba cerrando. Preferí salirme porque quise ser muy específico, sobre todo con el proyecto editorial que yo había encabezado y había defendido.
“Tanto en La Octava como en los medios electrónicos en general campea, rige y se privilegia el interés empresarial. Ni siquiera se busca ganar dinero con más audiencia, con más lectores o con más escuchas o televidentes. El negocio está por otro lado, el negocio a veces ni siquiera está facturado. El dinero llega por debajo de la mesa para que los contenidos informativos se orienten hacia uno u otro lado.”
SIN INDEPENDENCIA EDITORIAL
Siendo más específicos, abunda Berman, un empresario de la comunicación puede tener hospitales también y, entonces, negociar con el gobierno contratos en el sector salud. Puede tener un club de amigos empresarios que de pronto le dicen: ‘tienes que sacar del apuro a esta persona o tienes que hacer que suavicen la crítica al gran capital o, dado el caso, al gobierno’.
“Olegario Vázquez Raña es el dueño de Excélsior, Imagen Radio e Imagen Televisión, pero también de hospitales, hoteles y hasta reclusorios”, ejemplifica Álvaro Delgado.
Y Ricardo Salinas Pliego, acota Sabina, no sólo es el dueño de TV Azteca sino, también, de mineras, call centers, tiendas de electrodomésticos y un banco. Y todo se negoció a través del poder que tiene su televisora.
“Como esos dos ejemplos, tantos otros –retoma Delgado–. Es muy difícil encontrar en México ejemplos de independencia editorial, empresas periodísticas avocadas estrictamente a la información, aun en situaciones económicas muy difíciles como, por lo menos, es el caso de la revista Proceso donde yo trabajé 26 años.
“El semanario nació para hacer trabajo informativo y, desde su fundación, ha estado sujeto a los vaivenes de la política. Por eso, Proceso le apostó a vivir solamente de sus lectores. Y por muchos años lo logró, pero comenzó a depender de la publicidad y, en los ámbitos del poder, el mundo de la publicidad sí acota el margen de la libertad de expresión.
“Y no solamente con los anuncios que pone el gobierno en la revista. También la publicidad del sector privado es condicionante. La historia de los medios de comunicación muestra cómo el poder de la élite económica es capaz de aplastar un proyecto periodístico libre. Y no estamos hablando de hace 40 años, está en curso actualmente un proyecto en el cual los intereses de la élite guían la línea editorial de tal o cual medio.
“El diario Reforma es claramente un caso de orientación política, empresarial y periodística. Para empezar, el director que colocaron ahí, Juan Pardinas, no es periodista. Es un hombre que antes dirigía un organismo de la élite económica de este país: fue director del Instituto Nacional para la Competitividad, una ONG o, más bien, un grupo de presión financiado por el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, el organismo cúpula de cúpulas del sector privado, que gobierna también medios de comunicación. No nos damos cuenta hasta qué punto esas influencias explican la salida de periodistas de ciertos medios. No es tanto el gobierno sino esos magnates”, enfatiza Delgado.
A propósito, ¿a Álvaro Delgado le dicen adiós en Proceso por un reportaje que molestó a los grupos de presión? ¿Salieron Los Periodistas de La Octava por el develar las fuentes de financiamiento del proyecto LatinUs de Carlos Loret de Mola? La respuesta, en la siguiente entrega de esta columna.