Carlos Denegri, ‘el mejor y el más vil de los reporteros’ como lo llamó Julio Scherer, encarnó a un tipo común de periodista mexicano: admirable en su trabajo cuando se propone hacerlo en serio, pero detestable en su vida personal caracterizada por una falta de ética que contaminó su oficio.
¿Puede un reportero, editor o columnista hacer un trabajo periodístico por momentos respetable y valioso, aunque el resto del tiempo sea un chayotero? ¿O necesariamente la inducción de los poderes políticos y económicos vía el chayote, trastoca y pervierte el trabajo periodístico?
Las preguntas las hace Julio Hernández López ´Astillero’ a Luis Pablo Beauregard, su otro invitado a la mesa del martes 10 de septiembre de 2019 en Radio Centro Noticias (https://www.youtube.com/watch?v=qJD0qXEBzOw) para hablar sobre la nueva novela de Enrique Serna, El vendedor de silencio (Alfaguara, 2019).
Beauregard, corresponsal de El País en México, responde: “Estamos viviendo una nueva época en la que entendemos el periodismo, finalmente, como un trabajo con lo que sucede cada día, con la materia del mundo real”.
“En el arte está pasando lo mismo. Roman Polanski acaba de presentar en Venecia una película, donde se topó con gente que no está dispuesta a separar la obra del autor. Y lo mismo le pasa a Woody Allen (otro cineasta metido en un escándalo sexual).
“En el caso del periodismo, hay estupendos reporteros a los que les gusta mucho el billete. Y efectivamente han sufrido una pérdida de inocencia como la que vivió Denegri.
“Una de las cosas que me hace pensar la novela es cuánto ha cambiado el periodismo mexicano. En esa época teníamos, por un lado, esa adicción a los chayotes y a los embutes, pero por la otra es increíble que los periódicos mexicanos no lo pensarán dos veces antes de mandar enviados especiales a hacer grandes coberturas de lo que pasaba en otras partes del mundo.
“Era otro México y otro momento también del mundo, no el planeta hiperconectado de ahora. Tener en esos años la voz de un reportero mexicano por ejemplo en Vietnam, a donde mandaron a Denegri e hizo una gran cobertura lo mismo que sobre las protestas en Estados Unidos contra la guerra, era interesantísimo. Ahora dejamos esa visión que deberían tener los medios mexicanos a las agencias extranjeras, lo que implica una pérdida de calidad.
“Luego entonces, hay grandes periodistas que se han hecho ricos, pero que formalmente son muy buenos reporteros”.
CANDIL DE LA CALLE
Para Enrique Serna, hay un marcado contraste en Denegri. Por ejemplo, en el 68 lo mandan a cubrir la convención del Partido Demócrata a Estados Unidos donde después de la muerte de Robert Kennedy que se oponía a la guerra de Vietnam, postulan a Hubert Humphrey como candidato.
“Denegri hizo una muy buena crónica” sobre la disputa entre los partidarios del retiro de las tropas norteamericanas y los defensores de continuar con la intervención militar. Incluso, mezclándose entre los manifestantes pacifistas se expuso a los macanazos y hasta le tocó un golpe.
Denunció en su crónica que había sido “un ataque fascista contra los universitarios”. Pero entonces Denegri “regresa a México y escribe los artículos más abyectos que se hayan leído contra el movimiento estudiantil del 68. Entre ellos uno que se titula ‘¡Ya basta!’, ya basta de recibir los golpes de esos vándalos que salen a las calles y le faltan el respeto a las familias”.
Sus textos eran “además amenazantes porque la gente sabía que lo que decía Denegri era la voz del poder, era lo que estaban diciendo los de arriba”. Fue, entonces, “un excelente periodista para las coberturas internacionales y un canalla para las de México”.
En eso Denegri no se diferenciaba de nuestro propio gobierno que, en el trabajo de su Cancillería, era candil del extranjero pero, a través de Gobernación, oscuridad de la casa, acota Julio Astillero.
LO QUE TIENE LA OLLA…
¿Será pues que nuestro periodismo no es más que una expresión distinta de la podredumbre general de la sociedad mexicana?
Beauregard coincide en que los periodistas, igual que los políticos, son muchas veces un reflejo de lo que somos como mexicanos. “De algún lugar tienen que haber salido los políticos corruptos. Antes de entrar de lleno a la política, todos fueron parte de una sociedad a la que le gusta pasarse las leyes por el arco del triunfo”.
En esta crónica de la pérdida de la inocencia que es la novela de Serna, eso mismo le pasa al padrastro de Carlos Denegri. Como revolucionario, José P. de Negri “fue alguien que se estuvo resistiendo no caer en corrupción, hasta que en algún momento cedió al ver lo que estaba pasando con la totalidad de la familia revolucionaria. Y lo mismo les pasa a muchos reporteros que son idealistas en sus inicios, aunque no es justificable de ninguna manera”.
LA ESCUELA DE SEPTIÉN:
Tras conocer los excesos a los que llegó Denegri, pregunta Astillero, ¿Enrique Serna encuentra buen periodismo ahora?
“Sí –reconoce el novelista–, estamos en una buena época del periodismo y no solo del escrito sino también del radiofónico y hasta del televisivo, gracias a esa libertad que se conquistó con tanto trabajo.
“Lo que narra mi novela es justamente ese parteaguas, en el que empieza a haber una generación de periodistas con valores éticos, incluso en el mismo periódico Excélsior donde escribía Denegri, y entonces viene el choque con la vieja guardia que pensaba que el periodismo mexicano iba a ser siempre un prostíbulo, una especie de fatalidad que había que aguantar así.
“Ahí es donde viene el quiebre y el enfrentamiento con Julio Scherer, ‘el mirlo blanco’. Un apodo un poco burlón porque implicaba que no se manchaba el plumaje, es decir, no recogía los sobres y no aceptaba el chayote.
“Hubo otros periodistas honestos antes que él, como el famoso Carlos Septién García cuyo nombre lleva la primera escuela de periodismo que hubo en el país. Septién era un periodista que dirigía La Nación, el órgano informativo del PAN, y había sido reportero en El Universal.
“Buen reportero, muy valiente, Septién hizo críticas muy duras por ejemplo contra Maximino Ávila Camacho, ridiculizando en una crónica la primera corrida que tuvo el hermano incómodo del Presidente como ganadero en la Plaza México, y que fue un desastre absoluto: todos los toros salieron mansos y la gente aventaba cojines. Septién hizo una crónica satírica extraordinaria”.
INFANCIA ES DESTINO
Volviendo a Denegri, Enrique Serna comenta que los momentos en que el proceso creativo de la novela se detuvo fue por falta de información:
“Me topé con que muchos amigos de Denegri que no querían hablar. Adivinaban que yo no iba a escribir un panegírico y no querían contribuir a enlodar más la reputación de su amigo. Por fortuna, me fui desatorando gracias sobre todo el testimonio de Pilar Denegri que me aclaró mucho el panorama de su padre.
“Gracias a ella me di cuenta de que había una historia sensacional alrededor de este personaje, porque las arbitrariedades del gobierno revolucionario él las padeció desde niño y, no obstante, acabó colaborando con ese régimen que le jodió la infancia”.
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