Como los señalamientos de los columnistas no han sido desmentidos ni los rumores entre la clase política aclarados, parecen confirmarse las aspiraciones de munícipes y diputados que obtuvieron su actual cargo de elección de la mano de AMLO, a obtener en 2021 una candidatura pero de Movimiento Ciudadano.
Jugando al abogado del diablo, son diversas las razones que podrían estar llevando a la regidora Perla Vázquez Montes en Villa de Álvarez o, en Colima,al diputado por el tercer distrito local Carlos César Farías, a buscar ahora el cobijo de MC, partido que ganó en 2018 la mayoría en los dos ayuntamientos de la zona conurbada capitalina.
Una probable causa para la deserción es la incertidumbre con respecto a la manera en que se disputarán o asignarán las candidaturas, ya sea en el partido que los postuló la vez pasada o en la coalición que apadrinará el presidente de Andrés Manuel López Obrador para las elecciones intermedias.
Está más a la vista el mecanismo que seguirá MC: ahí quien decidirá las candidaturas es Leoncio Morán Sánchez, dueño de la franquicia en Colima de una marca que gerencia a nivel nacional el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro.
ESCENARIO IRREPETIBLE
A estas alturas ya no importa cómo fue que personalidades ajenas al Movimiento de Regeneración Nacional se hicieron de nominaciones para los pasados comicios, porque difícilmente esas condiciones se repetirán.
Muchos de los postulados en 2018 por Morena, el Partido del Trabajo (PT) o Encuentro Social (PES) terminaron en las boletas como resultado de una doble circunstancia:
– porque fueron invitados por algunos de esos liderazgos partidistas, después que muchos otros declinaron la propuesta tras hacer un errado cálculo de la viabilidad electoral de la candidatura que les proponían; y
-porque en el complicado entramado de cuotas de partido, género y edad, les tocó ser candidatos de pura suerte.
La mejor fortuna con la que corrieron es que fallaron los pronósticos que anticipaban la Presidencia de la República para AMLO pero un Legislativo dividido entre las distintas fuerzas políticas. Se equivocaron quienes pensaron que la ciudadanía le negaría ‘un cheque en blanco’ al titular del Ejecutivo.
CON REGLAS DISTINTAS
Esa intuición democrática que los analistas no le reconocen al pueblo mexicano, se manifestó en la conformación de una Cámara de Diputados controlada por los lopezobradoristas, un Senado donde los partidos gobiernistas son mayoría y, en Colima, 15 de 16 distritos de mayoría para la coalición más un diputado plurinominal de Morena, junto a cuatro gobiernos municipales y regidores de oposición en todos los ayuntamientos.
Sin embargo, el escenario de la elección presidencial no se repetirá en los comicios intermedios, aun cuando en estados como Colima se elija también gobernador. O precisamente por eso.
A nivel local se juega con reglas distintas. Por eso mismo el PT que se ha coaligado desde 2000 para impulsar una candidatura presidencial de izquierda (primero con Cuauhtémoc Cárdenas y las tres veces con López Obrador), no ha tenido empacho en hacer alianzas de facto con el PRI para la elección de gobernador o, incluso,una alianza formal como ocurrió en la votación extraordinaria que ganó Ignacio Peralta.
AMLO RESULTÓ SER AMLO
Junto a la incertidumbre de volver a ser postulados (para la reelección o para un cargo distinto) y a la circunstancia de que en los comicios locales se juega con reglas distintas a las de un proceso federal, otro factor que incita a los cuadros del lopezobradorismo a desertar es la presunción de que el régimen de la 4T está fallando.
Esa lectura pesimista nace, por supuesto, de una falta de compromiso ideológico. Hace dos años vieron conveniente sumarse al movimiento de AMLO, y ahora su pragmatismo los mueve a jugar con quienes le llevan la contra al proyecto alternativo de nación.
Para llegar a Palacio Nacional, López Obrador tuvo que aceptar como compañeros de ruta a gente con la que probablemente sólo coincidía en la urgencia de derrocar a las élites políticas y económicas que habían venido monopolizando el poder a través del esquema bipartidista conocido en el folclor político como PRIAN.
Así llegaron a cargos de elección y de gobierno –es más, hasta a cargos de partido– personas que no compartían la idea de país que había venido plasmando López Obrador en sus dos campañas presidenciales anteriores; gente que no había leído siquiera la extensa bibliografía escrita por Andrés Manuel.
Por eso, cuando la administración López Obrador empezó a cumplir las promesas de campaña de López Obrador, renunciaron el neoliberal Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y el ex panista Germán Martínez al IMSS. Por no olvidar a la muy conservadora senadora Lily Téllez, expulsada de la bancada de Morena tras negarse a enarbolar una de las banderas del partido que la llevó al Congreso de la Unión: el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
ESTA BOCA ES MÍA
Sin compromiso ideológico y sin arraigo en las estructuras sociales que está formando el nuevo régimen, cuadros de la 4T que se saben en el cargo por casualidad buscan nuevas circunstancias que favorezcan la continuidad de su carrera política.
Como no tienen un capital político más allá del inherente al cargo que ostentan, pretenden beneficiarse electoralmente de un nuevo golpe de suerte.
Es evidente que no están dispuestos a acompañar al gobierno federal en el referéndum de medio sexenio. Pero no se pueden llamar desencantados cuando nada han dicho para defender al gobierno de López Obrador de los embates de una derecha empresarial y mediática que asumió las funciones de contrapeso que le corresponden a la oposición partidista y legislativa.
Muchos de esos legisladores y munícipes que llegaron a sus cargos gracias al tsunami López Obrador, no han dicho esta boca es mía, por ejemplo, ante el desafío constante de la delincuencia organizada.
Ni se suman a la tarea de explicar cómo hará la 4T para sobreponerse a la crisis económica provocada por el cambio de modelo (el desmantelamiento del sistema de complicidades establecido por el neoliberalismo) y agravada por la recesión mundial, el desplome de los precios del petróleo y la emergencia sanitaria por la pandemia.
ELECCIÓN DE DOS
Si lo que buscan es repetir cargo o alcanzar otro sin el menor esfuerzo, como hicieron la vez pasada, y sin pagar los costos políticos de ser parte del gobierno, es lógico que cambien de bando. Hay de dos sopas y de la que preparó AMLO ya no les van a servir. Lo que les queda entonces es cruzar la calle.
En 2021 el dilema electoral se reducirá a votar por la continuidad de la 4T o, al contrario, votar para contener al movimiento progresista. En Colima, jugarán por la gubernatura el candidato del régimen federal y aquel que se presente como la opción más viable para evitar que en Colima se encarne la Cuarta Transformación.
Toda la formación política se estructurará en función de esos abanderados: los candidatos a las alcaldías y sus compañeros de planilla, así como los nominados a diputados locales de mayoría, tendrán que articularse en campaña con alguno de los aspirantes a la gubernatura.
Claro, habrá algún listillo o vivilla que pretenda permanecer al margen de la disputa entre amlovers y amlohaters, pero la polarización del voto que se espera el año próximo los obligará a definirse.
Todavía no está claro si el candidato de López Obrador a la gubernatura de Colima será de Morena, de una coalición, de un partido distinto (como el PT o el Verde) o incluso independiente. Como tampoco está claro si el candidato anti-AMLO más viable será el de MC, del PAN o incluso del PRI, por no hablar de la posibilidad de un frente opositor.
Lo que intuimos es que los proyectos con mayor viabilidad de triunfo estarán en una u otra trinchera: serán reconocidamente pro 4T o contra 4T. Es improbable que veamos en 2021 una elección a tercios.
VOTANTES DISTINTOS
Ahora bien, no todo es tan sencillo como hacerse el ofendido e irse a refugiar a la casa de enfrente. Para empezar, estos cuadros de Morena que coquetean con MC o con cualquier otro partido tienen que empezar por reconocer que los votos con los que ganaron no les pertenecen.
Con algunas excepciones, nadie sufragó por ellos. Hubo una votación en cascada por los candidatos de la coalición lopezobradorista. Y así hayan quedado a unas docenas de votos de ganar la elección, no pueden dar por hecho que conservan la misma competitividad.
Su actual cargo debería darles el posicionamiento que necesitan para una nueva oportunidad electoral, pero a ese capital político tendrían que restar los votos de castigo por cambiar de bando.
Los desertores tendrán que explicarlas razones del chaquetazo a quienes los apoyaron tres años atrás. Pero dudo que conserven, en una nueva elección, los votos que consiguieron cuando compitieron como propuesta lopezobradorista.
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