El proyecto cumbre entre las “obras que transforman” que marcarán el sexenio de Indira Vizcaíno, es la ampliación a seis carriles de la autopista Colima-Manzanillo: denominada hasta el entronque de Armería, carretera federal 110 (la misma que llega a Colima desde Jiquilpan, vía Tecalitlán y Pihuamo); y 200 D, en su actual tramo de cuota.
Se trata de todo un sistema de carreteras que comprende la ampliación del libramiento de Manzanillo a El Naranjo (parte de la Federal 200), y una nueva concesionada: el libramiento de Colima con cobro al transporte de carga y vehículos ligeros con exención de peaje.
La red incluye una carretera libre por Coquimatlán que funcione como ruta alterna en el tramo de La Salada ya que, una vez abiertos los seis carriles y colocada la caseta, tendrá costo para los transportes de carga y autobuses de pasajeros.
Esa carretera libre sería el equivalente al tramo Armería-Manzanillo (Federal 200), y aprovecharía el trazo del camino pavimentado (Estatal 97) que parte de Coquimatlán y va, por Jala y Madrid, hasta entroncar con la autopista a la altura de la planta de Apasco.
Ese trayecto es hoy en día poco frecuentado, pues ha corrido la voz que una célula de la delincuencia organizada opera ahí. Y sobre todo porque, además de la potencial inseguridad, la vía es poco conocida: este camino es el que va por Los Amiales, pero no pocos conductores se equivocan y toman por La Esperanza en dirección a Pueblo Juárez.
Esa otra es la carretera estatal 56 que, aun cuando conecta con los accesos a La Sidra y El Algodonal, muchos imaginan un callejón sin salida adelante de Pueblo Juárez. La verdad es que, ya como carretera estatal 135, es un atajo a Armería después de pasar por Coalatilla, conocida formalmente como el poblado ‘Augusto Gómez Villanueva’.
AUTÉNTICA VÍA CORTA
Si el objetivo de la autopista que emprendió el presidente Miguel de la Madrid hubiera sido acortar la distancia entre Colima y Manzanillo, por esa ruta de Coquimatlán-Armería tendría que haber ido la autovía. Pero en algún momento se decidió seguir la lógica de las carreteras del cardenismo, que manda enlazar al mayor número de poblaciones posibles.
La anécdota es que, a raíz de un accidente que le tocó presenciar a la gobernadora Griselda Álvarez en La Salada, ella gestionó que el trazo de la autopista fuera por donde ya iba la carretera de dos carriles.
Se abrió entonces un nuevo paso entre los cerros, que implicó una gran ingeniería de puentes y cortes en las laderas. Y aunque es ahí donde ocurre el mayor número de accidentes actualmente, en su momento resultó más seguro que el antiguo recorrido donde eran comunes los choques frontales por rebases imprudentes.
Con la saturación de la vía vinieron los siniestros, causados por tráileres que se despistan y chocan con la barrera de concreto, vuelcan en las curvas o dejan caer los contenedores –a los cuales no sujetan con los candados de uso obligatorio para que, cuando se caiga la carga, no arrastre a la plataforma y con esta al tractocamión.
DE IDA Y VUELTA
Viendo lo lento que se han desarrollado los trabajos de ampliación en el tramo Manzanillo-Armería, los colimenses que van y vienen entre la capital y el puerto están nerviosos porque, mientras duren los trabajos, la travesía entre las dos urbes se alargue.
Un recorrido de alrededor de una hora entre ambas zonas metropolitanas hace factible la transportación diaria. Sin embargo, invertir casi dos horas en ir o venir restaría calidad de vida a las personas que, por las razones que sean, viven en Colima y estudian o trabajan en Manzanillo.
Hasta ahora ha sido fácil para los habitantes del norte del estado mantener su domicilio mientras exploran oportunidades de empleo en Manzanillo, donde hay más vacantes que en Colima, Villa de Álvarez o las otras cabeceras municipales de la región.
Fuentes oficiales confirmaron que se prepara una intensa campaña de comunicación para concientizar a los conductores sobre la necesidad de extremar precauciones durante las obras de ampliación. Pero, como ya hemos visto, no son los automovilistas quienes suponen la mayor amenaza para otros vehículos sino los operadores del transporte de carga.
Las estadísticas indican que un buen número de los accidentes de tránsito ocurren cerca del punto de origen o destino del viaje, porque el conductor se confía porque conoce el área. Así ocurre con la carga que va o viene de Manzanillo: en el último tramo del derrotero, los traileros se accidentan porque vienen tan cansados que se quedan dormidos al volante; pero también hay quienes pierden el control de la unidad cuando apenas van empezando el recorrido.
MANEJAR CANSADO
Dada la escasez de choferes en proporción al volumen de carga contenerizada que se mueve por las carreteras en México, a los pocos traileros disponibles se les exigen esfuerzos sobrehumanos.
No es esclavitud moderna, es el mercado laboral. Los choferes capaces de llevar un doble remolque quieren aprovechar todas las oportunidades de trabajo que se les ofrezcan. Y en cuanto depositan la mercancía en el puerto, aceptan llevar otra al interior del país.
Marcia Castellanos hizo un reportaje para TV Azteca en el que sondeó las condiciones laborales de los operadores. Y descubrió que, a simple vista y por las dificultades para contestar coherentemente a la entrevista, la mayoría iba seguramente manejando bajo los efectos de algún fármaco.
Cabe suponer que usan lo mismo sustancias para quitar el cansancio de las que venden en cualquier farmacia, que drogas ilícitas. Pero el cuerpo humano tiene límites y, ocasionalmente, el cansancio lo vence o de plano el organismo colapsa.
Las autoridades se pueden proponer una inspección exhaustiva de las condiciones físicas de los traileros y mecánicas de las unidades, además de comprometer a la Guardia Nacional de Carreteras a vigilar que se respete la velocidad máxima, los pesos y medidas, o que estén puestos los seguros que fijan los contenedores a las plataformas. Pero el problema no desaparecerá hasta que aumente el número de operadores con licencia, u obliguemos a las empresas de logística a mover la carga preferentemente por ferrocarril para no saturar las vías terrestres.
ASÍ SEA DE OCHO…
Si esta falta de cultura vial, civilidad y sentido común en los transportistas de carga no se atiende, la carretera podría ampliarse a ocho carriles y de todas maneras ocurrirán accidentes. Como ya ha pasado en las obras del tramo de Cuyutlán, durante los meses en que el aforo se reduzca a dos carriles en La Salada los percances duplicarán las posibilidades de que la autopista quede cerrada.
Hay que pensar en cómo desahogar la autopista, abriendo rutas alternas para la transportación de personas y mercancías. Lo interesante es que esas vías ya existen, pero hace falta modernizarlas.
De hecho, si las dos carreteras estatales de las que hablábamos arriba fueran más cómodas y seguras, habrían supuesto desde hace tiempo una opción para los vehículos particulares, en los recurrentes episodios de bloqueos de la autopista federal ocasionados por tráileres siniestrados.
Este problema se agudizó en las últimas dos décadas. En los gobiernos anteriores, la tranquilidad de contar con una supercarretera a Manzanillo, de libre tránsito en tres cuartas partes de su longitud, los llevó a desentenderse de los caminos paralelos.
DEL CAMPO A LA CIUDAD
Se han hecho circuitos muy interesantes en la zona montañosa de Manzanillo y en la boscosa de Comala. Ixtlahuacán tiene una impresionante red de huellas de rodamiento y caminos pavimentados, Y, en la administración de Silverio Cavazos, se abrieron amplias carreteras que agilizan la movilidad en la zona rural de los municipios de Colima y Tecomán colindante con Michoacán.
Por su parte, el gobierno federal mantuvo funcional la carretera libre en la vía corta a Guadalajara (que fue crucial para resolver los atascos en el tramo transvolcánico durante los largos años en que estuvo inconcluso el segundo cuerpo de la autopista), y se corrigió el trazo de varias curvas en la libre Armería-Manzanillo.
A fin de cuentas, el número de kilómetros y grado de conservación de los caminos locales en Colima ha sido proverbial, sobre todo si los comparamos con las carreteras de Jalisco que no tocan Guadalajara o las de Michoacán.
No es, pues, que las vías estatales se volvieran intransitables, sino que los gobiernos colimenses no han ido pavimentando brechas al ritmo que lo demanda una población con mucha movilidad entre los lugares donde viven y los puntos donde desarrollan sus actividades productivas.
En la entidad, por ejemplo, las vías de comunicación hacen factible que la gente dedicada al campo pero que se ha mudado a zonas urbanas, continúe yendo diario a sus parcelas o ranchos.
EL CAMINO SECRETO
Completar el atajo a Tecomán por Madrid o la vía corta a Armería por Coalatilla, tomará tiempo. Pero hay un tramo y una carretera secundaria que pueden usarse como ruta alterna a La Salada.
Uno es, por supuesto, el antiguo trazo de la carretera libre que empieza en el crucero de Turla y desemboca en la autopista unos kilómetros después, a suficiente distancia para aliviar el tráfico en el carril con dirección a Colima mientras se mantiene abierto el sentido a Manzanillo. Y cuando llegue el momento de intervenir los carriles que van al puerto, los vehículos podrán usar el de regreso, mientras en contraflujo se sigue aprovechando la vieja carretera.
La misma utilidad para desviar el tránsito tendría el tramo de la antigua carretera federal que hace un arco para entrar a Los Asmoles. Hoy es casi una vialidad urbana, pero temporalmente podría recuperar su función original.
En dirección a Colima, ahí en el mismo crucero de Turla empieza la carretera estatal 19 rumbo a Ixtlahuacán. A medio camino, hay en Tamala (oficialmente llamada Aquiles Serdán) un entronque a Jiliotupa que, pasando por Las Peñitas, topa con la carretera a Los Ortices. Ahí se gira a la izquierda y, a la altura de Los Asmoles, se accede a la autopista.
Es una brecha que hace años fue pavimentada y, sin mucha inversión, podría ser modernizada: mejorando el pavimento y colocando señalética. Contaríamos de este modo con una válvula de seguridad para despresurizar la autopista mientras duran las obras de ampliación, en el caso nada remoto de un contratiempo que obstruya la circulación.
HASTA POR SEGURIDAD
En el futuro estas carreteras locales harían más eficiente la comunicación entre las poblaciones que cruzan, y permitirían a los conductores un trayecto menos estresante a Manzanillo. El número de tráileres seguirá aumentando y, aunque se dispongan de tres carriles en ambos sentidos, manejar entre camiones de doble remolque pone nervioso a cualquiera.
No sobra decir que un tránsito nutrido y fluido por esa carretera libre y alterna a la de cuota en La Salada, es decir, la que va por Coquimatlán y Madrid, inhibiría la tendencia a que porciones del territorio estatal vayan quedando en manos de grupos criminales.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com