Los mexicanos estamos llamados para depositar nuestro voto en las urnas nuevamente el próximo domingo primero de agosto. La novedad consiste en que lo haremos, por primera vez, en una consulta y habremos de opinar sobre la pertenencia de investigar y en su caso, juzgar y castigar a los ex presidentes y ex funcionarios de los regímenes anteriores.
Muchos enemigos han surgido para este ejercicio democrático, y los argumentos de los detractores se centran en dos puntos, igualmente tontos y superficiales: La aplicación de la ley no puede ser motivo de consulta, y, es un ejercicio muy costoso. Ambos razonamientos tienen una cuota de verdad, pero resultan mañosamente miopes.
Es indiscutible que la ley ha de aplicarse y que su aplicación no ha de ser objeto de una consulta popular. No hay ni puede ni puede haber leyes a la carta. El caso en el fondo, es que muchas de las atrocidades de los gobiernos del neoliberalismo son crímenes que han prescrito porque tenemos leyes que son muy olvidadizas y el tiempo borra los pecados y hasta la memoria.
Además, muchas otras faltas, que lo son ahora, no lo eran cuando se cometieron los ilícitos y por lo tanto, no pueden ni podrán castigarse porque México es un país de leyes y nada ni nadie puede estar por encima de la Ley. Sin embargo, México requiere respuestas a un sinfín de preguntas y esas, las tendremos sólo después de realizarse investigaciones exhaustivas sobre muchas de las decisiones del pasado.
¿Qué resulta muy costosa? También es cierto. Nuestro País no puede darse el lujo de tirar el dinero alegremente como sucedía en el pasado inmediato. Pero el gasto en la consulta no es un gasto innecesario, sino al contrario, es un gasto necesario y útil. Durante el período neoliberal existió un saqueo tan grande sobre el cual debe averiguarse, que equivale al gasto de la consulta multiplicado por algunos millones de veces, y seguro estoy que el erario podrá recuperar muchas veces el costo de la consulta y entonces, en vez de gasto, será una inversión.
Sin embargo, lo más importante es que sabremos qué pasó, porqué y quién o quiénes son los rostros atrás de nuestras desgracias, y después del ejercicio, será muy difícil que volvamos a sufrir o a cometer los mismos errores. El pánico que ocasiona a los beneficiarios del pasado inmediato, no resulta gratuito, sino bien fundado.
No se busca una respuesta doctrinaria ni dogmática. No se requiere una respuesta de gran dificultad técnica como las que elaboran los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Lo que tratamos de encontrar es la verdad, la verdad histórica, la que nos explique porque estamos como nos encontramos, que nos diga dónde se equivocaron nuestros gobernantes y dónde nos equivocamos cada uno de nosotros, cada uno de los mexicanos. Lo que sigue, podrá resultarnos evidente, pero sin duda, es un ejercicio colectivo.
El juntador de estas letras, seguro está que los mexicanos iremos a las urnas y transmitiremos nuestro mandato para que se hagan todas las investigaciones que deban llevarse a cabo y sepamos todo lo que debemos saber y comprobemos mucho de lo que ya sabemos o imaginamos, pero con certeza y con información adicional. Esas son las facturas que debemos pasar a los aventureros del neoliberalismo y eso, no son caprichos particulares sino de la generalidad de los mexicanos.
Mucho nos han engañado durante mucho tiempo y no queremos que nos engañen más. Hemos tomado el futuro en nuestras manos y queremos mantenerlo allí. Que el progreso o el retroceso dependa de nosotros mismos y no de las decisiones de otros, movidos además por intereses ulteriores. Hemos aprendido mucho y el aprendizaje nos ha resultado muy costoso. Deseo con todas mis neuronas y mi alma, que esos ejercicios se repitan pronto a nivel estatal y a nivel municipal. Cuantas preguntas desaparecerían y las respuestas se multiplicarían. Eso es democracia, no cabe duda. Cuántas cosas quisiéramos saber de las decisiones tomadas por nuestros gobernadores y presidentes municipales.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.