La mirilla priista pareciera estar fuera de foco: ¿aspirar a retener la gubernatura en 2021?, o como me decía un colega columnista, ¿mantener el registro? Es una buena pregunta para hacerse ahora que se lanzan nombres y nombres por los aires como posibles candidatas/os del tricolor a la competencia por la gubernatura del siguiente año, en lo que aparenta ser una total negación del termómetro social que los asfixia.
Y permítanme ser crudo: ni la gran mayoría de los trabajadores de Gobierno del Estado van a votar por el PRI en la próxima elección, simplemente porque la actual ha sido una administración que ha atentado contra sus derechos laborales más necesarios, adquiridos a través de muchas décadas, con lo que el patrón se convirtió en el enemigo a vencer, en especial en el tema del cambio de modalidad en el IMSS.
Después de mucho mantener al partido en el Ejecutivo estatal, llegó un punto en el que la relación del patrón con sus trabajadores es insostenible, pese a que se trata de sindicalizados, que en teoría reciben de las mejores condiciones laborales en la entidad. Pero todo tiene un límite…
Nacho Peralta hizo bien su función, no aparentar ser un gobernador priista. Con sus neoliberales decisiones, también dejó relegada a la base tricolor de los puestos de confianza y en los puestos clave colocó actores que nada tenían que ver con el partido o su filosofía. La fuerza de movilización social priista en cada elección quedó relegada a puestos infumables y, contrario a lo que se decía, eran los primeros en ser despedidos en cada recorte. Ante el asombro de ellos, las buenas chambas en el gobierno la tienen panistas y amigos personales del Ejecutivo, que nada tienen que ver con el partido tricolor.
¿De dónde saldrá el arropo social entonces? Si cientos de familias que veían un gobierno aliado en la administración estatal fueron relegadas al olvido desde poco después de la campaña por la gubernatura anterior, bajo el pretexto de que si fueron gente de Mario Anguiano entonces habrían apoyado a Jorge Luis Preciado. Todos esos afectados por la división priista, tendrán su revancha en esta votación sexenal local y la aprovecharán.
En el PRI no deben engañarse. Nacho Peralta, con su fallido sexenio, acompañado del negro historial del sexenio de Enrique Peña Nieto, no tienen nada que ofrecer para lograr que el ciudadano común vote por el tricolor en 2021. Eso deben darlo por descartado.
De los candidatos que se han ventilado, tendrán una férrea estigmatización en su contra, por la que deberán trabajar el triple; se habla de Mely Romero, prácticamente la única mujer no morenista que se considera para contender en la elección venidera, pero no es del “PRI en el poder”, por lo que parece que las puertas le serán cerradas, no olvidando de que acarrea el estigma de pertenecer al gabinete peñanietista; se habla de Kike Rojas, por su condición de dirigente partidista, pero a los villalvarenses les parecerá un atentado; se habla de Agustín Morales, quien luchará contra la incógnita de, ¿quién votaría por uno de los actores principales del fallido gabinete de Nacho Peralta?; se habla de Walter Oldenbourg, el representante de uno de los ejes más improductivos del gabinete peraltista, el desarrollo económico; se habla de José Manuel Romero, a quien la propia administración peraltista ha calumniado durante los últimos años para que no suba sus bonos; y en encuestas se habla de Virgilio Mendoza, líder del Verde que hace seis años nos dijo que Nacho Peralta era “el bueno” (imagínense nomás) y ahora tiene sus veladoras prendidas en una alianza con el Morena de López Obrador, pese a que se toma fotos con Mario Anguiano.
El panorama, entonces, no es muy alentador para el PRI y sus candidatos. Si no lo creen, dejo una muy tesis muy sencilla: si el PRI tiene futuro, ¿entonces por qué los nachocolumnistas se entregan cada día más a Locho Morán? ¿Verdad que el barco sí se está hundiendo?