Aún falta tiempo para las definiciones políticas que permitirán a los diferentes partidos con registro en el estado, postular a los candidatos para tomar parte en el proceso electoral del 2021, pero pese a ello, como suele ocurrir cada vez que habrá relevo en la gubernatura del estado, quienes aspiran a dicho cargo no dejan escapar oportunidad para ampliar sus redes de operadores y voto cautivo, mejorar su imagen y tener condiciones más favorables que los acerquen a alcanzar su objetivo.
Los resultados de la elección del 2018, en gran parte producto del desgaste y descrédito del gobierno de Enrique Peña Nieto, aceleraron el proceso de fortalecimiento de la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien finalmente se mostró como la opción más viable para revertir la situación adversa del país en términos económicos, sociales, así como de violencia y de inseguridad. Los relevos en los círculos del ejercicio del poder, no solamente trajeron consigo promesas esperanzadoras y hasta atropelladas de cambio, sino también una multitud de ex candidatos, operadores, líderes y dirigentes partidistas en la orfandad, otros en la quiebra y algunos hasta en la tumba política, cubiertos de una pesada losa electoral.
En el plano estatal la historia de los principales vencedores –Morena, PES y PT- ha estado plagada de vicisitudes de todo tipo: desde egocentrismos, arrogancia y la inmadurez que propiciaron la división del bloque ganador en el Congreso local, hasta traiciones, disputas internas y una creciente lucha por el poder en la que hasta la fecha no han logrado librarse de la injerencia del gobernador Ignacio Peralta y de sus operadores políticos.
Los vencidos: PRI, PVEM, Nueva Alianza, PRD y PAN aún no se recuperan de la embestida que padecieron, cataclismo que lejos de permitirles transitar hacia una renovación que los acerque aunque sea un poco a la sociedad, los ha relegado a un tercer plano, incluso opacados por el partido político Movimiento Ciudadano, franquicia electoral que en nuestro estado obedece al interés personal y aspiraciones políticas del alcalde de Colima, Leoncio Morán Sánchez.
La recomposición del entorno electoral se encuentra impregnada del entusiasmo y aceptación de la figura de Andrés Manuel López Obrador. Los descalabros, aberraciones e incongruencias de éste, parecen no mermar la confianza ciudadana en el proyecto supeditado a la imagen de un caudillo al que se exime de toda culpa, incluso de los deslices y equivocaciones garrafales producto de sus dislates. Diferentes encuestas indican con claridad que la mayoría de los mexicanos apoya o concede el beneficio de la duda al presidente de México, y aunque los errores comienzan a ser más recurrentes y las críticas más agudas, al menos en el corto plazo se antoja difícil que esta tendencia pueda mermar de manera significativa la aceptación AMLO, de la cual subsisten políticamente los herederos y beneficiarios de la cuarta transformación en Colima.
Si en este momento tuviera que decidirse la candidatura de la cuarta transformación a la gubernatura del estado, lo más probable es que esta fuese encabezada por Indira Vizcaíno, quien pese a múltiples registros, relatos y quejas sobre sus actitudes petulantes y soberbias, además de los cuestionamientos sobre traiciones políticas y los daños al patrimonio del municipio de Cuauhtémoc -por el caso Altozano-, goza del visto bueno de Andrés Manuel López Obrador.
Su trayectoria contrastada con la inexperiencia, bajo perfil, novatez y hasta la precariedad de cuadros con escasa formación política que abundan en la cuarta transformación, proyectan a Indira Vizcaíno no precisamente como una candidata carismática y reconocida por su calidad humana, sino más bien como una aspirante inteligente, dotada de habilidad y de las relaciones necesarias para hacerse de la candidatura. Su trayectoria y cercanía con el presidente, al menos hasta el momento representan y tienen mucho más peso más que los afanes de la senadora Gricelda Valencia, así como de los “arranques” y ocurrencias de Claudia Yáñez Centeno. Para ser candidata a gobernadora Indira sabe que no necesita mostrar una cara más amable, ni tampoco destacar por ser una mujer que cumple su palabra, puesto que no ha requerido dichas aptitudes para llegar a donde está.
Mario Delgado Carrillo, pese a las ilusiones y expectativas de sus seguidores colimenses, entre los que destaca y por mucho el gobernador José Ignacio Peralta, así como los cuadros políticos priistas más próximos al mandatario, muestra que no claudicará en sus intensiones de proseguir su carrera política en la Ciudad de México. Mario Delgado no ha dado señal alguna, al menos hasta el momento, de querer convertirse algún día en gobernador de Colima. Parece que el rechazo de Mario Delgado gobernar su tierra no quita el sueño a José Ignacio Peralta y a los que le han hecho del líder de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados el santo de su devoción, pues desde la dirigencia nacional de Morena o en el Senado de la República, saben que tendrán en Mario Delgado un aliado que seguramente abogará por ellos, incluso, si es necesario, los podría cobijar con favores e indulgencias ante las revisiones que terminado el sexenio llevará a cabo la Auditoría Fiscal de la Federación. Los morenistas que están apostando por Delgado Carrillo para la gubernatura, difícilmente podrán evitar ser etiquetados como partícipes de esta pretendida protección y tan ansiada impunidad hacia el futuro ex gobernador, pues sobra decir que los vínculos entre Mario Delgado e Ignacio Peralta están por encima de los intereses de Morena en el estado, y con mayor razón de cualquier actor político identificado con este partido, el cual pregona abanderar el combate a la corrupción como su principal bandera para transformar al país.
Fiel a su costumbre, el senador Joel Padilla mantiene un bajo perfil con el propósito de concentrarse en sus propios terrenos y evitar confrontaciones, particularmente con el gobernador priista. A Joel, pese a tener un colmillo bien retorcido, no le gusta experimentar y siempre va a lo seguro, por eso se concentra en el fortalecimiento del proyecto educativo que impulsa desde hace tiempo. Su apuesta, no es nueva ni descabellada: reside en la posibilidad de que Colima sea el estado donde la cuarta transformación tenga un candidato a gobernador cuyo partido de origen sea el PT.
La alcaldesa de Manzanillo Griselda Martínez, pese a gobernar el municipio económicamente más importante del estado, no ha sabido, no ha podido, o los problemas que parecen abrumarla no le han permitido crecer políticamente ni presumir una imagen atractiva dentro y fuera de la demarcación que gobierna. De Griselda Martínez se puede decir que como candidata a la alcaldía no fueron precisamente sus propuestas, una buena campaña y o capacidades las que la llevaron a ganar el cargo, pues la cuarta transformación nos ha venido a mostrar que la experiencia, formación política y trayectoria no son factores necesarios para determinar un triunfo.
Es cierto que Griselda se esfuerza por hacer un buen gobierno, por denunciar y perseguir los presuntos actos de corrupción cometidos por anteriores administraciones, pero también es evidente que en la odisea que emprende cada día se encuentra prácticamente sola, abandonada por actores políticos que se supone son afines. Bajo estas condiciones Griselda Martínez emprende una batalla diaria contra sus propias limitaciones, entre las que destacan la falta de tacto e inexperiencia, pero también sobrevive a la campaña política y mediática de desprestigio de parte de priistas, panistas y devotos de Virgilio Mendoza. Pese a ello, no se puede descartar que en determinado momento, si las condiciones lo exigen, que el aprendiz de caudillo decida impulsarla como candidata al gobierno del estado.
AMARRANDO NAVAJAS
+ Pocos recuerdan que previo al proceso electoral del 2015, Alejandro Moreno el tan de moda “Alito”, desinteresadamente se ofreció para negociar para que el PVEM aceptara la coalición total en Colima. Resulta que en aquél entonces por alguna razón el priismo colimense se negó a confiar en los buenos oficios y desinteresadas intensiones de “Alito”, de quien se dice nunca ha dado “paso sin huarache”. La pregunta es si los priistas colimenses ya confían en él para que dirija su partido y obviamente, para que también administre los recursos que reciba el PRI como parte del financiamiento público.