“No a la distribución ilegal” de Proceso, pedía el semanario de información y análisis en la primera página del número 2407, correspondiente al 18 de diciembre de 2022.
A partir de 1976, dice el editorial, cuando la revista fue lanzada por Julio Scherer García, Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa, Armando Ponce y otros periodistas expulsados del diario Excélsior, “Proceso ha sido un parteaguas en la historia del periodismo y de la libertad de prensa en el país. Desde sus páginas, con la guía de sus fundadores, ha informado a la sociedad sobre los actos de poder que afectan a la vida pública.”
“Durante 45 años la venta de nuestros ejemplares en todo el país ha sostenido el periodismo que realizamos; es gracias a nuestros lectores que hemos sorteado el castigo que gobiernos de todo signo nos han impuesto al marginarnos durante años de la publicidad oficial.”
Es clara la alusión a la frase ‘no pago para que me peguen’ que, como política de comunicación social, sostuvo el presidente José López Portillo. Desde aquel primer boicot de la publicidad oficial, Proceso ha estado tradicionalmente excluido de los presupuestos del gobierno federal, aunque no siempre de las partidas de gobiernos estatales y universidades públicas.
“Hoy la difusión ilegal de las ediciones impresas –a través del también ilegal PDF que circula en aplicaciones de mensajería y plataformas electrónicas– tienen un impacto severo en nuestros ingresos, agravado por la crisis que sacude a la industria editorial. El periodismo independiente que realizamos día a día y semana a semana sin interrupciones, está severamente afectado por esa circulación ilegal de nuestro semanario”, sigue diciendo el editorial.
NOS ESTÁN MATANDO
“Cada vez que alguien envía nuestro contenido impreso por WhatsApp, correo electrónico o a través de las redes sociales, pone en riesgo los empleos de nuestros reporteros, redactores, fotógrafos, editores, diseñadores, programadores y trabajadores del área administrativa… pone en riesgo, en suma, la subsistencia de un medio de comunicación fundamental para la República.
“Sabemos que nos leen y que la repercusión en nuestra tarea sigue vigente. La normalización de la distribución y el consumo ilegal de Proceso nos ha dañado enormemente. Conminamos a nuestras y nuestros queridos lectores a suspender esta práctica y, en la medida de sus posibilidades económicas, contribuir para que podamos seguir adelante con nuestro compromiso informativo.”
“Pedimos su comprención en beneficio de toda la familia Proceso y lo que esta casa editorial nos significa”, concluye el desplegado en la revista que hoy dirige Jorge Carrazco Arraizaga.
PAGO POR VER
La digitalización ha operado en detrimento de las finanzas de Proceso. Casi coincidente con el momento en que la revista empezó la venta de suscripciones digitales con planes de tres y seis meses o un año, los gabinetes de comunicación que hasta entonces habían venido ofreciendo servicios de síntesis informativa (primero con el plus del envío de textos completos en fotocopia y, luego de la llegada de internet, con la captura de imágenes) empezaron a enviar a sus clientes versiones en PDF de las revistas y diarios que consultaban, tanto los publicados en México como la prensa extranjera.
El problema comenzó cuando los clientes de la síntesis informativa empezaron a hacer sus propias cadenas de distribución de esos materiales, aprovechando las funciones de copiar y pegar que tiene cualquier aplicación informática (APP). Hay sindicatos que, pagando una sola suscripción, hacen llegar la revista a cada uno de sus agremiados.
La piratería electrónica afecta no sólo a Proceso sino a otras revistas. A algunas como Siempre!, en realidad las beneficia porque de esta manera los furibundos editoriales de Beatriz Pagés llegan a lectores que, en algunos casos, los disfrutan o, en otros, los vomitan, pero que bajo ninguna circunstancia estarían dispuestos a pagar por descargar el número.
Vértigo, de TV Azteca, es otra de esas publicaciones que por mucha promoción que se haga cada semana en los canales del Ajusco, circula más si la distribución es gratuita.
Aunque Contralínea es un semanario que se imprime y se vende a 30 pesos el ejemplar, la mayoría de sus lectores se acercan a sus materiales a través del portal electrónico, el cual se sostiene con base en donaciones ya que a la vista no tiene publicidad comercial ni gubernamental.
Para promover el periodismo de investigación que realiza Contralínea, el director Miguel Badillo o la coordinadora de Información, Nancy Flores, acuden a otros medios para conversar sobre algún reciente reportaje con conductores de radio y televisión o con sus amigos periodistas que migraron a los medios sociales.
MURO DE PAGO
Ya sin ningún vínculo con la era de los impresos, Pie de Página es un proyecto de periodismo colaborativo en el que confluyen medios regionales que, a su vez, se presentan como un esfuerzo gremial y un buen ejemplo es la Red de Periodistas de a Pie.
Si bien el portal Pie de Página tiene una pestaña para donaciones y otra para suscripciones, están disponibles la totalidad de los contenidos regulares y en los “portafolios”. Cabe suponer que el interés primordial de los periodistas independientes que mandan sus trabajos a esta publicación dirigida por Daniela Pastrana, es que se difundan.
Pie de Página fue lanzado con el apoyo del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia y de la Unión Europea, como parte del proyecto “Refuerzo de las Capacidad de los Periodistas para la Promoción de los Derechos Humanos y de las Reformas Democráticas”. Estos patrocinios no necesariamente influyen en la línea editorial, pero el medio se reconoce como un portal independiente “conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos”.
Otro portal que ya no le debe nada a la era del papel es Sin Embargo, dirigido por Alejandro Páez Varela. Tiene un departamento de publicidad, pero casi todos los anuncios que aparecen en la página digital podrían haber sido colocados directamente por Google.
Las ediciones impresas de los periódicos mexicanos que todavía circulan en papel, o de los diarios españoles, británicos, franceses o estadounidenses de referencia para los hacedores de síntesis informativas, empezaron también a perder ingresos por la venta de ejemplares.
Podría pensarse que compensan las mermas en la circulación con un mayor alcance en la visualización de la publicidad insertada, tanto en la plana tradicional como anuncio que como banner en la presentación digital. Sin embargo, cada vez son más las cabeceras que restringen el libre acceso a sus contenidos, siguiendo en México el ejemplo de los diarios del Grupo Reforma. Después de varios años en que se negaron a adoptar el muro de pago, recientemente la edición global de El País empezó a condicionar la lectura de más de una de sus piezas periodísticas a la compra de una suscripción.
PROCESO DIGITAL
Mientras la prensa transitaba hacia lo digital, Proceso sostuvo un modelo de negocio centrado en la venta del impreso. Los directivos pensaron que la versión electrónica haría sinergia pero no sustituiría a la revista, reconoció en una entrevista para otro medio Santiago Igartúa Scherer, jefe de edición de la publicación digital.
Recuerdo que hace algunos años, cuando como lector te llamaba la atención una nota que en la página web se presentaba como resumen de un reportaje y que, a su vez, podía leerse completo en la revista que circulaba esa semana, no existía la posibilidad de comprar en línea sólo ese número o, incluso, únicamente ese texto. Debías adquirir cuando menos una suscripción trimestral.
Cuando empezó el fenómeno de la distribución masiva de copias PDF, muchos lo vieron como una actividad sin fines de lucro. Era una promoción desinteresada que, para la revista, compensaba la falta de ingresos directos con la extensión del alcance y la consecuente mejora en la calificación del medio ante las agencias de publicidad. Al final, se volvió un dardo envenenado.
Conforme bajaban los ingresos por circulación, Proceso buscó equilibrar sus ventas en kioskos y tiendas con una oferta más flexible de suscripciones digitales, sumada a la edición de libros, una serie de números especiales en gran formato y a la venta de revistas atrasadas disponibles en digital a partir de los números de 2005 (antes de ese año sólo se pueden consultar como archivos en texto).
Después de ignorar durante varios años el potencial de internet, la sociedad mercantil abrió el portal ProcesoDigital como hermano de la revista. La empresa mantiene, además, la agencia ProcesoFoto que coordina Marco Antonio Cruz, y la Agencia Proceso de Información (Apro) cuya editora es María Luisa Vivas.
Cabe recordar que, en 1982, “se optó por la supresión de la agencia de información Cisa-Proceso [antecedente de Apro] y la consiguiente reducción de nuestro personal”. Un artículo titulado ‘Cuando quiso acabar con Proceso’, publicado el 18 de febrero de 2004, relata cómo el entonces coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, Francisco Galindo Ochoa, canceló la publicidad para la revista y orquestó un boicot de toda la publicidad oficial federal y de los estados.
EDICIÓN DE BOLSILLO
Desde hace algunos años, en Comunicación e Información, SA de CV, editora del semanario, han puesto especial interés en tener como fuente alternativa de ingresos a las Ediciones Proceso, coordinadas por el propio Rafael Rodríguez. Este sello no sólo publica libros propios sino que, también, reedita títulos originalmente lanzados por otras editoriales cuyos derechos ya caducaron.
Uno de los autores de obras que ya habían sido descatalogadas y sus existencias en bodega recicladas para obtener pulpa de papel, me contó en su visita a Colima que las regalías por estas nuevas ediciones de bolsillo (generalmente libros de ensayo o reportajes de largo aliento), son mínimas en comparación con la primera. Proceso se entiende directamente con el editor original sin, necesariamente, hacer un nuevo contrato con el autor.
Con todo, la piratería electrónica perjudica sobremanera a Proceso por una razón que el editorial del número 2407 no toca: un cambio innegable en la línea informativa les hizo perder la fidelidad de muchos lectores que pagaban la suscripción porque consideraban al semanario una publicación de izquierda.
De eso hablaremos en la siguiente entrega.
Mi correo electrónico. carvajalberber@gmail.com