La frase de Donald Trump “Los periodistas son el enemigo del pueblo”, caló entre buena parte de los seguidores del presidente de Estados Unidos. Por eso es tan peligrosa.
Así lo muestra el documental “El cuarto poder” (“The Fourth Estate”; 2018) donde una de esas fieles abanderadas de Trump le dice a un periodista: “Los principales enemigos de Estados Unidos son hoy la CBS, la NBC, The Washington Post y The New York Times”.
La miniserie de cuatro episodios ofrece una detallada mirada sobre la cobertura de The New York Times en el primer año de Donald Trump en el poder, expone Javier Ricou. El documental concluye que el presidente estadounidense ha optado por la estrategia de la propaganda, en vez de periodismo.
Al analizar esta “nueva moda de comunicar” en un artículo publicado en el diario catalán La Vanguardia, “Si no es periodismo, es propaganda”, Ricou compara el comportamiento de Trump con las estrategias comunicativas de otros políticos españoles, como Mariano Rajoy o Carles Puigdemont.
Rajoy, el expresidente de España, era muy aficionado a ofrecer su versión de la actualidad a través de una pantalla de televisión, su famoso plasma, en vez de convocar ruedas de prensa, con lo que esquivaba las preguntas.
Mientras que Puigdemont, el expresidente de la Generalitat catalana, optó con la excusa de su forzado exilio por controlar los tiempos de la actualidad política con mensajes colgados en las redes sociales, específicamente Twitter, sin opción tampoco a preguntas o aclaraciones a los periodistas.
Cuando la objetividad desaparece
Para Javier Ricou, “cuando la fuente de la noticia se convierte en emisor de la misma sin el filtro del periodista, la objetividad desaparece”.
Eso no le preocupa a Trump, que justifica su particular campaña contra los periodistas con que “las noticias que dan esos profesionales no dicen nunca la verdad”.
A esa teoría se ha abonado Elon Musk, consejero delegado de Tesla, quien también renegó de los periodistas por las informaciones que revelan pérdidas en su compañía.
Musk fue más lejos “al amenazar con crear un portal de opiniones en el que el público pueda valorar la veracidad de las informaciones que se publican en los medios convencionales para así poder controlar la credibilidad de los periodistas en todo momento”.
Sin embargo, este miércoles 22 de agosto Musk cerró su cuenta de Instagram con 8 millones de seguidores porque, como dijo la rapera Azelia Banks, el magnate no sabe que “no hay que tuitear cuando vas de ácido”.
Otro personaje que se sumó a la moda de renegar públicamente del papel de los periodistas, es Gerard Piqué. Harto de peleas con los profesionales de la información, el futbolista emprendió el pasado año su propio proyecto como reportero. Creó el canal The Players Tribune, un portal especializado en deporte, donde el jugador del Barça dio voz a Neymar, Lionel Messi o Gianluigi Buffón en entrevistas amables.
“Pero las cosas no le salieron tan bien cuando jugó a ser periodista con una noticia de verdad, como el posible fichaje de Antoine Griezmann por el Barça. El club catalán quedó en ridículo cuando el jugador francés anunció a través de un video producido por una compañía del propio Piqué (así que este último ya sabía con anterioridad la respuesta) que se quedaba en el Atlético de Madrid”.
Esto no es periodismo
¿Esto es periodismo?, se pregunta Ricou. Y encuentra la respuesta en Ferran Lalueza, profesor de comunicación y social media de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC):
“La comunicación llevada a cabo directamente por personalidades con proyección pública no es periodismo ni persigue una finalidad informativa. Forma parte de una estrategia de relaciones públicas y su finalidad es persuasiva. No se lleva a cabo de acuerdo con los intereses de la audiencia ni con el interés general, sino que persigue el propio beneficio ya sea en términos empresariales, de reputación o de notoriedad”.
“Hasta aquí, nada que objetar: están en su derecho”, continúa Lalueza. “El problema realmente grave surge cuando, movidos por una manifiesta animadversión hacia la prensa, algunas de estas personalidades optan por bloquear la labor de los periodistas y pretenden convertirse ellos mismos en medio de comunicación de referencia. Donald Trump y Gerard Piqué constituyen dos ejemplos bastante paradigmáticos en este sentido”, añade el profesor de la UOC.
Según Javier Ricou, esta realidad habría sido impensable hace sólo un par de décadas cuando cualquier personaje o entidad necesitaba a los medios de comunicación para poder difundir sus mensajes y para que estos llegaran a una audiencia amplia y dispersa.
“De hecho -indica Lalueza- apenas disponían de otras vías para conseguirlo. Pero la eclosión de internet y, en particular, la de los social media han convertido a cualquier persona en un potencial emisor de información para audiencias masivas y globales”.
En el documental “El cuarto poder” se recalca que comportamientos como el de Donald Trump -propaganda en vez de periodismo- deberían de servir para valorar más que nunca esta profesión. Los periodistas del The New York Times parecen tener muy clara esa premisa tras las dificultades que están teniendo para encontrar la noticia en la Administración Trump.
Jeremy Peters, redactor de las noticias de la Casa Blanca, afirma que el actual presidente de EUA “ha descubierto que para alentar a sus seguidores necesita antes enfadarse con alguien y nos ha tocado a los periodistas”. Cuando de lo que se trata en esta profesión “es que la gente responda a las preguntas, nada más”.
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