Por Rodrigo Rosales Escobar
Anaxágoras, matemático y filósofo griego, afirmó: “El hombre es la medida de las cosas; pero su inteligencia, solidaridad y su lucha por el bienestar humano, son su verdadera estatura”.
En el transcurso de mi vida, he tenido la oportunidad de conocer y tratar a personajes de enorme talla en la actividad sociopolítica, económica, pero fundamentalmente, en su pasión por rescatar al campo y convertirlo en productivo. Con ese ideal y con esa esperanza, tengo el privilegio de contarme como amigo de Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, oriundo del pueblo arrocero de Buenavista, municipio de Cuauhtémoc, y fundador de la Asociación de Productores Unidos por Colima A.C.
Enumerar los aciertos y las gestiones positivas en beneficio de los campesinos, ejidatarios y pequeños propietarios, es necesario publicarlas en un folleto que debemos elaborar, a más tardar el año próximo, fecha en que la Asociación cumple veinte años de su fundación.
El caso específico de este reconocimiento, estriba en la coincidencia de ambos, sobre la impunidad y opacidad de los recursos económicos, que desde hace cuarenta años una mafia maneja los recursos económicos y el gasto corriente que se asigna a esa casa de estudios; los mafiosos líderes que regentean ese centro educacional fingen demencia de lo que significa extraterritorialidad con autonomía.
Cedo el espacio al documentado artículo escrito por Arnoldo en la edición de un diario local, fechado el 29 de enero del año en curso, extraeré del escrito los párrafos sustanciales.
“Recientemente me comentaron que mientras en el Instituto Tecnológico de Colima cuesta al gobierno poco más de 8 mil pesos la educación anual de un alumno de profesional, en la Universidad de Colima, cuesta más de 30 mil pesos, algo así como cuatro veces más, dicho de otra forma, con lo que se gasta en uno en la Universidad, se pudiera educar a cuatro en el Tecnológico, y debe resaltarse, que el nivel de preparación y competitividad de los egresados del Tecnológico en lo general es superior al de los egresados de la U. de C.
Explicarse esta realidad no es tan sencillo, menos cuando te enteras que en lo general, los maestros del grupo del Tecnológico son mejor pagados que los de la Universidad. Para entender este fenómeno se requiere meterse a los recónditos secretos del abigarrado sistema de complejidades que permite a los caciques de esta casa de estudios mantenerla en la peor de las opacidades, mientras que en el Tecnológico existe por lo menos la elemental transparencia, debido fundamentalmente a que el ejercicio de sus recursos es recurrentemente auditado por la Federación, ¿qué ocurre en la Universidad en cuanto al ejercicio de los recursos económicos de que dispone? Ocurre que los caciques, amparados en una interpretación tramposa de la autonomía impiden que se transparente el ejercicio financiero, de tal suerte que no puede saberse en qué se gasta la mayor parte. Y luego los caciques, eternos beneficiarios de la opacidad, en cuanto surge alguien cuestionando ese estado de cosas, buscan etiquetarlo como enemigo de la Universidad y de su autonomía, como si no fuera obligación de toda institución que maneja recursos públicos, explicar ampliamente en lo que los gasta.
Tratemos de aproximarnos a las causas que provocan que se cuadruplique el gasto per cápita en la Universidad:
1.- Nunca ha dejado de ser caja chica (yo diría grande) del gobierno estatal en turno y del partido al que pertenecen.
2.- Son más los aviadores que quienes sí trabajan, y entre los aviadores se encuentran muchos de los mejor pagados. Esto es, se gasta más en aviadores que en verdaderos trabajadores. No incluyo aquí a quienes merecidamente disfrutan de una pensión.
3.- Hay pensiones de ex rectores que juntando todos sus caiditos con los que mes con mes sangran a la Universidad, suman más de lo que ganaban los ministros de la Suprema Corte antes del obradorazo.
Mi interés al platicar sobre esto es llamar la atención de la Legislatura, particularmente de la mayoría que proviene de la coalición Juntos Haremos Historia, para pedirles que le cumplan a Colima, usando sus facultades para reformar a fondo la Ley Orgánica de la Universidad, o de a tiro derogarla, y crear otra que garantice por lo menos tres cosas:
1.- Transparentar y eficientar el uso de los recursos públicos que maneja.
2.- Democratizar la vida universitaria, particularmente en lo que hace a la elección de sus autoridades.
3.- Consecuentemente, mejorar las condiciones materiales y físicas de las instalaciones, así como el nivel científico y académico de los maestros e investigadores y, desde luego, de los estudiantes”.