“Por la más elemental congruencia ideológica, de la misma manera en que se están rescatando otros sectores estratégicos para la vida nacional, urge rescatar a los medios públicos. Que vuelvan a brillar”, desea Álvaro Cueva en su conversación de Largo Aliento con Sabina Berman.
“En los medios públicos hay muchas personas pensantes que pueden hacer cosas con ingenio y talento, pero si no tienen detrás una buena producción jamás van a poder competir con los medios comerciales”, agrega el crítico televisivo.
Los medios públicos ya no pueden seguir siendo los pobres del banquete, apunta al respecto la dramaturga y novelista, en la emisión del 12 de noviembre de 2021 del programa que Berman conduce en canal Once (https://www.youtube.com/watch?v=OL0Cx62iR_k). Y Cueva está de acuerdo:s
“¿Cómo es posible que en la calle veas un espectacular gigantesco anunciando el programa de una televisora privada, y no tengas una difusión equiparable para las producciones en medios públicos. Tendríamos que estar en igualdad de circunstancias para que la programación de canales como el Once, 14, 22 o TV UNAM también llame la atención”.
Berman menciona un artículo que escribió en El Universal diciendo que un gobierno de izquierda tiene la misión de fortalecer los medios públicos. Eso no quiere decir controlarlos, sino darles vigor y cuidar sus estándares de verdad y calidad. Sin embargo, tras la publicación del texto la misma izquierda apuñaló a su autora acusándola de estar pidiendo chayote.
Si “la misma izquierda cayó en la trampa, es que tenemos una bronca”, señala Cueva. Y Sabina se mofa de que tenemos una izquierda muy neoliberal.
“Ocurrió algo muy penoso con los medios públicos. Aunque es muy vieja, no se conoce su historia previa al neoliberalismo. Estoy luchando por rescatar esa historia de una manera u otra, porque nadie se acuerda de lo que había aquí –dice refiriéndose a las instalaciones de la televisora del Instituto Politécnico Nacional– antes de los ochenta.
“En el Once fue donde comenzó Juan José Arreola a dar sus charlas televisivas, y José Vasconcelos también disertaba en Canal 11 cada semana. ¿Qué ocurrió después?, no lo sabemos. Lo que se conoce ahora de los medios públicos son las sobras que dejó Carlos Salinas.
“Cuando los funcionarios de la 4T asumen que no hay que invertir en los medios públicos porque no sirven para nada, están comprando la retórica neoliberal; están cayendo en la trampa del pensamiento para el que nos educó la televisión privada, siendo que en los años setenta podías ver en la portada de la revista Tele Guía frases como ésta: ‘En los medios privados está el show, el rating, pero el talento está en el Once’.
“Lo decían porque en el Once estaba Luis Carbajo, pionero de los programas de entretenimiento nocturno en México, y otros conductores que hacían televisión con una dignidad que luego se perdió.”
ABURRE LA TV PRIVADA:
Sabina Berman suma a esta serie de lugares comunes sobre las diferencias entre los medios públicos y los privados las mentiras que siguen propalando conductores de la televisión comercial, como Sergio Sarmiento quien recientemente afirmó en un tweet que se desplomó el rating de la televisión pública.
Por curiosidad, Berman hizo una comparación entre el rating de un programa de Sarmiento y Largo Aliento sólo para descubrir que esa emisión de Canal Once dobla el rating de varios espacios de opinión en TV Azteca y Televisa. Sin embargo, Sarmiento sigue con esta idea de que, después de 2018, nada pasó en el país.
Cueva, que ha “tomado cursos sobre el tema de rating, he sido co-capacitador para que los periodistas entiendan qué es el rating y durante una temporada trabajé con Ibope”, sabe “de lo que estoy hablando” cuando afirma: “pocas cosas pueden ser más manipulables que el rating”.
“No estoy hablando mal de las empresas que miden el rating, lo que ocurre es lo siguiente: todas las noches se descarga un grueso de información sobre los ratings y cada quien agarra la porción que le conviene, es decir, cada quien trabaja con el universo que le conviene.
“Un ejemplo muy penoso que nadie pone sobre la mesa en esta frívola guerra comercial entre Televisa y TV Azteca, es la competencia por el rating de los reality shows. Con base en esas mediciones, el público asume que una empresa ganó y otra perdió. Pero, realmente, no se trata de un rating nacional promedio porque no se especifica qué universo se tomó o en qué región se midió, si son mujeres u hombres, ni cuándo se midió o con qué frecuencia: semanal o diariamente.
“Yo puede decir que tal programa es el más visto de México si me das a la página adecuada, o puedo decir que es la porquería más inmunda del universo y que no la ve nadie, si me das otra. Todo depende del tamaño de la porción de universo que tome como muestra.
“Nunca coinciden los ratings de una televisora con los de otra porque manejan universos diferentes, y porque manipulan los porcentajes para que la medición se vuelva un anuncio en sí mismo. Hay televisoras que no consideran a los niños como audiencia, porque los niños no consumen. Y hay otras que nada más cuentan a las amas de casa.
“Los ratings es la gran metáfora de lo que somos: todos nuestros odios, todos nuestros prejuicios están en la medición y el análisis de los rating. Los números en sí son fríos.”
PROHIBIDO PROHIBIR:
En esta época de gran confusión, ¿qué sí está censurado en la televisión pública?
“En los medios públicos, me consta, vivimos una época de oro que yo no veía y no vivía desde los tiempos de Imevisión”, sentencia Cueva.
“Yo que estaba acostumbrado a que me regañaran siempre, he tenido juntas de trabajo cuyo objetivo es notificarme oficialmente que tengo libertad de expresión absoluta, que puedo hablar de lo que quiera y puedo hacer lo que quiera en mi programa.”
A Sabina Berman le pasa lo mismo. Pudo invitar al expresidente Felipe Calderón en la primera temporada, cuando en una televisión privada no la hubieran dejado por miedo a hacer enojar al presidente López Obrador.
“Es una gran época para los medios públicos, pero hace falta muchísima notoriedad para lo que está sucediendo en ellos. Necesitamos jugar más, y la única manera es con dinero.”
Finalmente, Berman quiere saber si su invitado tiene una oferta para el espectador, una fórmula para que, si ve esto o aquello otro, puede decir que ya está informado.
“Lo que yo siempre recomiendo a las personas que me consultan en los chats de las redes, es que vean un poco de todo.
“Ver televisión, informarse, es como comer: no puedes alimentarte de puras proteínas, acabarías con problemas de salud; tampoco sólo de grasas o azúcares. De igual forma, no puedes ver nada más el noticiario de un canal o nada más que series en una plataforma: tienes que ver un poquito de todo.
“Incluso si odias los talk shows, tienes que verlos para que entiendas de qué van. Sólo así entenderás el país que tienes. Odio cuando alguien habla mal de un programa que no vio o que no sabe mucho de él. Les digo: míralo y entiende lo que está pasando.”
Para Berman, es muy lento y angustioso el proceso por el que nos hemos deslizado hasta hoy porque están destrozadas las narrativas. Todo lo que oímos en los medios de comunicación son dos narrativas –y otras que de pronto se cuelan– peleándose interminablemente, sin darnos ninguna certeza.
“Y, sí, somos parte de un menú macabro donde creemos que estamos participando, pero lo único que estamos haciendo es alimentar los intereses de terceros”, comenta Cueva.
Sabina agrega que los medios disponen literalmente de nuestros salarios. A través de la televisión, con recursos publicitarios sofisticadísimos deciden lo que nosotros compramos y ni cuenta nos damos.
“Es candoroso. Cuando veo a personas que se quejan de los algoritmos de las redes sociales, de lo terrible que es la inteligencia artificial, les digo que toda la vida hemos vivido bajo cierta manipulación”, reflexiona Cueva.
Lo que lleva a Berman a rematar: los grandes expertos en identificar las tendencias en los gustos del público, son los dueños de las televisoras.
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