Todo lo que invirtió el Frente Amplio por México (FAM) en construir la narrativa de un proceso democrático, abierto a la ciudadanía y sancionado por el órgano electoral se fue al traste con la decisión de apresurar la designación de Xóchitl Gálvez como candidata presidencial.
El miércoles 30 de agosto, el dirigente priista Alejandro Moreno reconoció que las encuestas no favorecían a Beatriz Paredes y, por lo tanto, anunciaba la decisión del Revolucionario Institucional de respaldar una candidatura única en la persona de la senadora Gálvez.
Alito no esperó a que se cumplieran los plazos establecidos en la propia convocatoria, según la cual los resultados de la encuesta se darían a conocer hasta el 3 de septiembre, luego de realizada la consulta a las bases que se programó para ese mismo domingo.
Resultaba imperativo bajar a Beatriz Paredes antes de verse forzados a instalar urnas y llamar a una votación donde las bases priistas harían gala de lo que mejor saben hacer: revertir potenciales derrotas comiciales mediante operativos de movilización y, de ser necesaria, alquimia electoral.
La ausencia de Paredes Rangel en la plenaria de diputados federales y senadores del PRI celebrada el martes, no podía repetirse el miércoles y Beatriz estuvo sentada al lado de Alito en la sede nacional del partido, como si nada hubiera pasado entre ellos.
Aunque el acto de unidad priista (y de pleitesía de la cúpula tricolor a la candidata del PAN) no tuvo cobertura periodística, por el boletín que publicaron sin editar los medios corporativos sabemos que Paredes se limitó a leer un texto. Oradora con probada capacidad de improvisación, Beatriz no quiso salirse del guion al reconocer los resultados que revelaban el irreversible triunfo de Xóchitl.
Ante las críticas de correligionarios por declinar cuando tenía amplias posibilidades de ganar la consulta del domingo y emparejar la ventaja de la panista en la encuesta, Paredes dijo que “estiramos la liga hasta donde fue posible”. El compromiso que hizo en Mérida, explicó, fue “participar en el proceso hasta el final”. Y, efectivamente, el final son los resultados de “estas encuestas”.
AMLO GANÓ LA APUESTA
En la mañanera del jueves 31, el presidente López Obrador les dijo a los reporteros que ganó la apuesta: Xóchitl Gálvez será la candidata de la coalición que integran PRI, PAN y PRD, tal como el mandatario adelantó a inicios de julio.
Nada más por no darle la razón a AMLO, dijo la exdirigente tricolor Dulce María Sauri, el CEN del PRI debió continuar el proceso hasta su última etapa. La exgobernadora interina de Yucatán salió a los medios el martes, luego de escuchar las palabras de Alito en la plenaria, buscando convencer a Paredes de que peleara hasta el final.
Sauri es de los políticos que anticiparon cuán frágil era la legitimidad de un proceso en el que, desde hace meses, se decidió por acuerdo cupular que la candidata debía ser Xóchitl.
Los estrategas de una campaña basada en el marketing, no en una propuesta de gobierno, decidieron que la hidalguense es el producto que mejor se ajusta a las demandas del mercado electoral.
Por mucho que trabajaron en sembrar pánico frente a la supuesta avanzada comunista en nuestro país (el último tirón fue la batalla por los libros de texto gratuitos), el grueso de la población no cree que necesitemos como presidente a un fanático religioso avalado por Donald Trump como es Eduardo Verástegui, por citar un nombre. Gálvez le ofrece a ese electorado (habrá que ver qué tan sinceramente) continuar en la búsqueda de un Estado de bienestar… sin la 4T.
Pero la imposición de Xóchitl revela la condición del PRI como partido supeditado al PAN, y de la dirigencia de Acción Nacional como meros gerentes del grupo empresarial encabezado por Claudio X. González. Esos capitalistas que se creen amos de México, dejaron de confiar en los partidos y decidieron tomar el control de la oposición.
Que por primera vez en su historia el Revolucionario Institucional no tenga candidato presidencial, es una derrota moral resultado del desdibujamiento ideológico que este partido empezó a sufrir con el salinismo, cuando la clase gobernante abandonó el discurso revolucionario y de justicia social.
El PRI renunció a su herencia nacionalista, soberanista y estatista, para adoptar el ideario neoliberal. La revolución mexicana quedó convertida, así, en “un accidente histórico” en el proceso de prolongar el porfiriato más allá de la dictadura del general Díaz; un paréntesis entre 1910 y 1982.
PURO TEATRO
El FAM invirtió demasiado en construir la ficción de unas elecciones primarias democráticas, pensando en capitalizar la supuesta indignación que una parte de la sociedad sentiría con Morena por traicionar la promesa de ciudadanizar las decisiones partidistas.
El mismo think tank que fabricó al personaje de Xóchitl diseñó un sofisticado modelo de eliminatorias de precandidatos, para contrastarlo con el aparentemente sencillo y vertical procedimiento de Morena, basado supuestamente en un moderno dedazo. Sin embargo, a los partidos del frente opositor les ganó la inercia autoritaria y el pragmatismo.
Cuando los integrantes del Consejo Electoral Ciudadano del Frente Cívico Nacional entregaron a los partidos de Va por México (PRI, PAN y PRD) el método bajo el cual se llevaría a cabo el proceso de consulta, la cúpula del Frente Amplio por México presentó al público una metodología muy distinta. Eso provocó la renuncia en masa de los consejeros.
Exintegrantes del instituto electoral como Leonardo Valdés y Marco Antonio Baños, académicos como Mariclaire Acosta y Sergio Aguayo, activistas como María Elena Morera e intelectuales como Guillermo Sheridan se dieron cuenta que sólo los querían para simular que las cúpulas partidistas no estaban decidiendo.
(Observando tal cantidad de siglas partidistas y acrónimos de organizaciones cívicas, sólo queda pensar que si la derecha en México hubiera registrado el mismo número de patentes que de membretes inventados, sus líderes se habrían hecho mucho más ricos explotando una máquina del movimiento perpetuo).
Les ganó, pues, el autoritarismo. Pero también cayeron en la trampa del pragmatismo. Cuando los dirigentes partidistas descubrieron que a los potenciales votantes del FAM no les preocupaba la naturaleza ciudadana de Xóchitl sino su viabilidad de triunfo, dejaron de guardar las apariencias y fueron descarrilando aspirantes sin ocultar la causa: no estorbar al paso de Gálvez.
El descarte de Paredes se adelantó, en parte, por el temor a que las bases priistas realizaran una huelga japonesa (ésa donde, según los libros de superación personal, los obreros trabajan de más) e hicieran ganar a Beatriz en la consulta; y en parte porque Alito quería demostrar que en el PRI decide él, no Beatriz Paredes.
Por lo demás, Alito saboteó el simulacro de elección democrática, enseñó el truco, mostró las costuras de ese monstruo de Frankestein que es Xóchitl, para evidenciar que se trata de una imposición del poder económico; cuando no, para curarse en salud ante el juicio de la historia y a los ojos de quien resulte candidato de Morena, cuyo triunfo Moreno Cárdenas sabe inevitable.
PERCEPCIÓN GENERALIZADA
Tampoco en Morena parece preocuparles mucho materializar el discurso de la democracia interna inherente al juego de las corcholatas. Y es que, en última instancia, al núcleo duro del movimiento le preocupa que se ejerza la voluntad de López Obrador como líder máximo del partido.
La intervención de gobernadores en favor de Claudia Sheinbaum o de Adán Augusto López irrita a los operadores de Marcelo Ebrard, más que nada porque éste no cuidó tener de su lado a mandatarios estatales.
Aun cuando ha venido insistiendo en que la pelea es “entre dos” (ambos exjefes de Gobierno) y que este escenario sería más claro si hubiera “piso parejo”, Marcelo tendría que saber que, incluso sin la promoción que hicieron los aparatos en apoyo de la figura de Claudia, nunca habría alcanzado a la puntera en las encuestas por una percepción que se ha vuelto generalizada: la gente cree que a quien AMLO ve como sucesora es Sheinbaum, no Ebrard.
Tengo la impresión de que los expertos en demoscopía no han podido descifrar el comportamiento del mexicano ante una encuesta sobre intención de voto: aquí el entrevistado no dice a quién quiere como nuevo presidente, dice quién piensa que va a ser el próximo presidente. Y la percepción de que la elegida es Claudia no varió a lo largo del sexenio.
A la operación política desde los gobiernos estatales de Morena, los ebrardistas respondieron en muchas ocasiones con tácticas de guerra sucia, y Colima es un caso paradigmático. Los mapaches del viejo PRI exhiben escandalizados cómo los partidarios de Sheinbaum realizan proselitismo en otros estados.
Para Marcelo, denunciar irregularidades en el levantamiento de la encuesta es el recurso que le queda para justificar por qué, al final, no se cumplirá su pronóstico de un cierre apretado entre él y la siempre aventajada Claudia.
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