Los teóricos del Estado llevan varios siglos en acción. Primero nos plantearon la necesidad de separar los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y después nos plantearon crear órganos autónomos y para quien junta estas letras, se exageró con los últimos, pues el Ejecutivo no puede intervenir en el manejo de la política monetaria porque es asunto del Banco de México, no puede calcular información básica porque para eso está el INEGI y está impedido para procurar justicia porque eso corresponde a la Fiscalía General de la República, por ejemplo. De otras funciones nada se discute, como la organización de elecciones o la protección de los derechos humanos.
La discusión sobre la pertinencia de los órganos se pudiera resolver de manera muy sencilla si cada uno de los servidores públicos acatara lo que dice la Constitución, misma que todos protestan cumplir y hacer cumplir pero de nada sirve que existan tantos órganos autónomos para contrarrestar el poder del Ejecutivo si cada uno somete sus decisiones a intereses ajenos al general y se aparta de la norma constitucional. Y eso es precisamente, lo que han hecho en mayor o menor medida tanto los poderes como la mayoría de los órganos autónomos que se sienten, en vez, soberanos,como si se tratará de otros poderes.
¿Y los poderes fácticos? Primero los teóricos propusieron la separación del poder político y el poder religioso. Para poder lograrlo,en nuestro País hubieron de librarse largas y sangrientas batallas desde que se planteó esa separación durante la Reforma y hasta la revuelta cristera. Quedan por separar, sin embargo, otros, como el poder económico, el poder informativo o los partidos políticos. La separación de cada uno de ellos del Estado deberá superar un sinfín de obstáculos y dificultades. Significa un cambio de paradigma y el juntador de letras supone que eso es lo que significa la cuarta transformación, tan traída y tan llevada.
La separación entre el Estado y el poder económico rompe con la tendencia que hemos vivido sobre todo durante los últimos años, cuando se confundieron tecnocracia y cleptocracia y pusieron al Estado al servicio de los negocios y las consecuencias de ello, fueron desastrosas para Juan Pueblito: Hicieron cuanto pudieron, y hasta más, por favorecer los negocios sin importar el hambre de la mayoría de los mexicanos. El grueso de los empresarios no estará dispuesto a aceptar esa separación y ya lo hemos visto con sus reacciones desde la campaña electoral de Andrés Manuel.
Respecto al poder informativo seguimos viendo todos los días a la opinocracia y a la comentocracia en acción coordinada. Y es que son muchos los intereses que se han visto afectados. Ya no reciben las carretadas de billetes como estaban acostumbrados y claro, como tampoco reciben línea ni primicias, no saben que comentar y lo que dicen y opinan es el grito desesperado de sus bolsillos, y surge, debidamente afinado por sus hígados. Las benditas redes sociales los han sustituido como formadores de opinión, con todos los peligros que eso conlleva. La batalla no resulta sencilla pero se debe dar hasta la victoria final.
Y con respecto a los partidos políticos tampoco debe haber tregua. Es entendible la desesperación de tricolores y azulejos que hasta hablan de crear contrapesos más allá de los que el pueblo quiso entregarles en las urnas. Ven que fue mucho el poder y el dinero que perdieron y que es más el que perderán en los años que vienen, pues ya no podrán tener, entre otras cosas, libre acceso a los nombramientos en los órganos autónomos. Eso se acabó, como dijera el Presidente y en adelante, serán el contrapeso que el pueblo quiera y les otorgue en las urnas. No más.
Todo lo dicho, parece muy sencillo, pero no lo es. Mucho deberemos ver antes que esa separación se logre y claro que habremos de ocuparnos de discutir sobre la pertinencia de tantos órganos autónomos. La batalla, insisto, no será sencilla pero debe prevalecer el interés general.
No debemos perder de vista que la soberanía radica originalmente en el pueblo y que por eso lo que debe prevalecer es el interés general y no el de los poderes fácticos que prostituyeron al Estado. El gobierno debe velar por el interés general en vez de atropellarlo como en los años pasados. Y claro que hay muchos que deben ponerse las pilas y pugnar porque se logre el objetivo de que tengamos un buen gobierno y ese, no ha de pasar por los poderes fácticos. Y respecto al que constituyen los órganos autónomos, que existan sólo los que se justifiquen por sus atribuciones y que en su actuar cotidiano, se ajusten siempre al orden constitucional.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.