SHEINBAUM TIENE RAZÓN SOBRE ZEDILLO  

Por allá de finales de 1998 se realizó una visita a Colima del entonces Presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León, específicamente a las instalaciones deportivas de la Universidad de Colima, con la finalidad de inaugurar el Estadio Olímpico. Quien escribe, entonces imberbe preparatoriano, fue uno de los enviados desde el Bachillerato Técnico 4 (la verdad es que no recuerdo del porqué de mi elección) y la función de los estudiantes comisionados a esta visita era la de ser bien portados espectadores del “distinguido” evento, en el que el mandatario fue acompañado por el entonces gobernador, Fernando Moreno Peña, y el entonces rector, Carlos Salazar Silva.

En su mayoría, vestidos de jeans y playeras polo blancas, a los estudiantes nos tocó esperar en las gradas hasta la breve llegada del Presidente, que más que una inauguración, hizo un recorrido. A Salinas nunca tuve el disgusto de ver en persona, por lo que mi primera experiencia “presidencial” tenía como protagonista a quien en ese momento comprobé era un tipo desangelado, parco, apresurado en todo momento, de poca o más bien nula personalidad, de débil y poco firme saludo de mano, que en persona no dejaba sensaciones positivas que cambiaran la mala percepción generada por lo que se sabía de él a través de las revistas y los periódicos.

Recuerdo que un coequipero de futbol juvenil, quien había sido enviado desde otro bachillerato, fue de los pocos que lo saludó de mano, y exclamó: “nunca había saludado a un Presidente”. Sin embargo, su aura no era presidenciable, si acaso la de un gerente de banco que te mira como presa de aseguranza, similares a aquellos a los que rescató con el FOBAPROA para endeudarnos injustificadamente a los mexicanos por muchas generaciones.

De aspecto debilucho, opuesto a la ferocidad con la que destrozó la economía de las familias mexicanas, lo que me vino a la mente no fue un orgullo patriota por ser testigo de una visita presidencial, sino la sensación de disgusto por descubrir de manera directa que cualquier versión neoliberal de Ned Flanders sin bigote, podía inexplicablemente llegar a la silla presidencial a jodernos a todos.

Y es que unos años antes fui uno de los tantos espectadores de televisión que se enteraron incrédulos que, a partir del error de diciembre, al peso le quitarían tres ceros para llamarlo “nuevo peso”, más que nada para mitigar una devaluación que provocó que un día el dólar pasara de costarnos 3 mil 500 pesos, al siguiente, 7 mil.

Lo que vino en 1995 fue la tormenta financiera que a todo mexicano común aterroriza. El que no tenía nada, pagaba todo más caro; el que debía la casa, seguramente la perdió por la escalada inmisericorde del crédito y sus mensualidades, y el que estaba pagando las letras del carro, muy seguramente a las semanas o meses andaba en bicicleta. Así lo vimos mexicanos de todas las edades, con parientes cercanos, lejanos, conocidos o amigos.

Ni siquiera el hecho de que la esposa de Zedillo era de Cuauhtémoc, Colima, fue motivo de orgullo. Zedillo fue el presidente de la crisis de todas las crisis, el de Acteal, de Aguas Blancas, el que continuó las privatizaciones de Salinas, del Fobaproa, del error de diciembre, y el que llegó a la silla gracias al magnicidio de Colosio. Mucho malo, y eso que le habían antecedido dos innombrables y la siguieron tres presidentes impresentables.

La presidenta Claudia Sheinbaum tiene mucha razón en rebatir la falta de memoria de uno de los peores presidentes que se recuerden. Sheinbaum prometió exhibir el horror financiero que para las familias mexicanas fue el FOBAPROA, que como lo explicó ayer en La Mañanera, representó una gran deuda pública para rescatar a los bancos, mismos que no perdonaron un centavo de adeudo a las familias mexicanas. Eso sin contar los cambios en pensiones del sexenio de Zedillo, que han afectado a las generaciones que le siguieron.

Seguramente muchas víctimas de la crisis del ’95 están esperando que este sea el primer paso para hacer justicia a quienes padecieron directa o indirectamente todas las atrocidades de su sexenio.

Zedillo se queja que Sheinbaum repite lo que opina AMLO de él; pero es que así debe ser recordado, como un presidente infame que, con aspecto de debilidad, se desquitó con la economía de todas las familias mexicanas.

Comentarios

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *