SOBERANÍA SEMÁNTICA

Desde Buenos Aires, el doctor en Filosofía de la Comunicación Fernando Buen Abad desglosó en entrevista con Ernesto Ledesma, conductor del noticiero Perspectivas de Rompeviento TV, el 9 de febrero de 2021 (https://www.youtube.com/watch?v=7bV-701UZCU), su decálogo para debatir sobre las redes sociales:

1)Información y comunicación son derechos humanos, no mercancías; 2)Expresarse libremente asumiendo la responsabilidad por lo que se expresa; 3)Soberanía tecnológica para la soberanía semántica; 4)Fiscalías especializadas en delitos comunicacionales; 5)Comités éticos para la Equidad Comunicacional; 6)Priorizar en la información y la comunicación, las luchas emancipadoras de los pueblos; 7)Auditoría permanente al presupuesto en Comunicación; 8)Desarrollar la Comunicación Comunitaria; 9) Modificar la Enseñanza de la Comunicación; y, 10) Acceso gratuito a redes sociales.

Tras haber desglosado los dos primeros en una entrega anterior, el documentalista y director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación ‘Sean MacBride’ de la Universidad Nacional de Lanús, Argentina, analiza el tercer punto: Soberanía tecnológica para la soberanía semántica.

“Nosotros no fabricamos ni un tornillo de las herramientas de comunicación que empleamos. Por concepto de tecnología para la comunicación, transferimos barbaridades de dinero a las empresas fabricantes de las más diversas tecnologías, desde un micrófono para hacer una transmisión de internet.

“El problema no es sólo conseguir el dinero. Si haces una alcancía y compras el micrófono, a los seis meses ya está obsoleto, dejaron de hacerse los cables o no hay refacciones. Te ves obligado por la planificación de la obsolescencia tecnológica a estar comprando y comprando, metido en un círculo vicioso de dependencia. Esto ocurre en todas las escalas de la tecnología, pero en comunicación sucede con más dramatismo”, enfatiza Buen Abad.

ALTERNATIVAS COMUNICACIONALES

“Haciendo un análisis regional, ¿cuántos países hoy en América Latina están necesitando alternativas comunicacionales a radio, televisión y plataformas? Si pudiéramos hacer un plan regional de tecnología para la adquisición de esos equipos en los próximos cinco años –algo que racionalmente podría hacerse si hubiera un convenio regional–, no tendríamos capacidad para negociar con nadie por la diversidad de empresas que venden tecnología. Está tan atomizado el mercado que cada quien maneja marcas al antojo de recomendaciones u oportunidades de precio. Dependemos de esa lógica mercantil, para adquirir herramientas de comunicación.

“Ya de suyo esto es un problema que se discute en distintos ámbitos, y llega incluso a cuestionar a los consejos de ciencia y tecnología de cada país. Nuestros pueblos no pueden permanecer en esta inanición tecnológica. No podemos conseguir siquiera una cámara fotográfica fabricada en nuestros países.

“El drama se vuelve espantoso cuando ves la masa de presupuesto anual que le exige a cada país la adquisición de tecnología básica. Necesitamos una política para eso. Hay experiencias muy interesantes en los países del ALBA (Alianza Bolivariana) por ejemplo, para casos de salud pública: se coordinaron para comprar tomógrafos computarizados, con un plan de salud regional. Pero en lugar de acordar un plan de comunicación regional y fijar qué clase de tecnología vamos a producir, resulta que no tenemos sincronía ni para comprar los cables que requerimos”, desglosa Buen Abad.

SOBERANÍA TECNOLÓGICA

“Esta lógica anárquica de adquisición, supone una fuga de dinero. Pero como esta problemática, tenemos otros temas comunes en el continente latinoamericano:

“No invento, la clase trabajadora de nuestros países deposita cada semana volúmenes fenomenales de su salario a las empresas que venden bebidas alcohólicas. Tenemos un problema de alcoholismo tan grave como los problemas del hambre, la salud o la falta de vivienda.

“Es en sí un problema de salud pública, pero también económico y cultural: vemos a los sectores indígenas y campesinos embrutecidos. Sin embargo, el despliegue de campañas de publicidad son inclementes y absolutamente imperdonables por la desfachatez y la crueldad psicológica con una población enferma.

“Lógicamente requerimos una campaña continental en contra del alcoholismo. Y sería medianamente sensato que la Organización Mundial de la Salud encarara el asunto, y desarrollara un plan semántico para discutir las raíces de una enfermedad tan compleja. Pero si pensásemos un modelo semiótico, con un conjunto de imágenes en un plan de distribución regional simplemente no tendríamos la tecnología necesaria para llevarlo a cabo en nuestros países. He ahí la relación entre soberanía tecnológica y soberanía semántica.

“Otro de nuestros grandes temas urgentes, es la drogadicción. He recorrido casi todo el continente, buscando y hurgando en materia de comunicación, y no conozco una sola campaña seria contra el narcotráfico. Necesitamos una campaña multinacional, con un acuerdo entre presidentes y ministerios o secretarías de salud. Pero no conozco un solo plan estratégico regional que defina, entienda y ataque los núcleos duros del narcotráfico, ni mucho menos los efectos que tiene en los adolescentes, los jóvenes o las familias.

“No hay un plan comunicacional de contención social que reivindique y discuta estos temas. Y si lo tuviésemos, si ocurriera el milagro que alguien hiciera caso del problema delas adicciones y lo volviera una herramienta de reivindicación cultural y comunicacional, sencillamente no tendríamos la tecnología” para ejecutar ese plan.

LA SOLUCIÓN CUBANA

¿Cómo ha hecho Cuba, con más de cinco décadas de bloqueo, para suplir la importación de tecnologías de comunicación?

“Primero, hay que desmontar el problema del bloqueo. No se puede hablar de la isla sin antes haber pisado el territorio de la denuncia contra el bloqueo y los efectos absolutamente inhumanos que eso ha tenido, no sólo contra Cuba sino ahora contra Venezuela y también contra Bolivia.

“Después, hay que ver el papel heroico de Cuba, que ha sido absolutamente creativa en la invención de alternativas. No quiere decir que los compañeros cubanos no tengan su propia autocrítica sobre los modelos narrativos e, incluso, sobre las estrategias y los formatos televisivos. Han vivido procesos de transformación generacionales, pero no es fácil discutir ese tema cuando la excepcionalidad politico-económica de un país llega al extremo de semejante barbarie: el bloqueo.

“Cuba sigue siendo ejemplar. Solamente esa institución llamada Casa de las Américas ha hecho lo que ningún ministerio de Cultura ni secretaría de Educación Pública ha hecho en todo el continente. Y en materia de publicación de libros, de recolección de obra poética literaria y ensayística de América Latina, es un faro luminoso que, pese al bloqueo, ha hecho lo que no ha sabido hacer ningún otro país.

“El trabajo en comunicación es valiente, sin que quiera decir que es perfecto, porque ellos mismos están hoy planteando una cantidad importante de actualizaciones y profundizaciones”, comenta Buen Abad.

CONSTRUIR COMUNIDAD

Ledesma le pide a su invitado que aborde dos temas en concreto: el punto 6, la necesidad de priorizar, en la información y la comunicación, las luchas emancipadoras de los pueblos, y, el punto 8, desarrollar la comunicación comunitaria. ¿Son éstas obligaciones del Estado?, ¿es lo que la gente necesita escuchar?

“Sí –responde Fernando Buen Abad–, primero porque la palabra comunicación, entre las tantas definiciones publicadas, incluso oficialmente como en el Informe MacBride, tiene como significado: construir comunidad.

“Comunicar es poner en común significados, construir comunidad de intereses, de pensamientos, de coincidencia, de esfuerzo. Y esta construcción de comunidad no se logra si no hay una tarea histórica.

“Lo sabemos desde los clásicos griegos, y antes: si no hay organización social, no podremos resolver problemas comunes. El concepto mismo de política contiene la idea de organización. Y sólo podemos entender el papel de la comunicación como un proceso de organización social.

“La tarea de la comunicación desde los medios, es organizarnos para resolver problemas comunes. Esta traza semántica es la que más se ha escondido, se ha negado sistemáticamente. Si pudiéramos hacer una tomografía computada de los libros que se ofrecen a los estudiantes de Comunicación,veríamos que han sido sacados del escenario todos aquellos que ponen como requisito,para una estrategia de comunicación, organizar a la comunidad.

“Contrario a la lógica del mercado mediático, agudizada por el neoliberalismo comunicacional que merece un apartado propio, no se me ocurre otra cosa más lógica que un gobierno, que dice ser cuarta transformación, proponga en este debate poner a la vista las grandes luchas históricas de los pueblos, porque son ordenadores de la identidad y la diversidad de un país.

“No hay manera de entender qué cosa son los potosinos, si no conoces las grandes luchas de los pueblos en la profunda huasteca. No se puede comprender a este país, si no lo vemos como el territorio civilizatorio por antonomasia en todo un continente. Aquí hay decenas de pirámides, cuya construcción significa saberes, experiencias acumuladas, concentradas y sistematizadas, que a su vez son producto de luchas muy diversas y contradictorias.

“Para llegar a los ribetes más absolutos de barbarie burocrática y política, el proyecto neoliberal se atrevió a borrar esos conflictos de los libros de Historia. Lo que debemos hacer es una recomposición de los ejes epistemológicos profundos, y en la base de esa epistemología está la comunidad. Nada es más importante en la historia de una comunidad que sus luchas entendidas no como enfrentamientos violentos sino como batallas ideológicas”, apunta Buen Abad.

NO HAY PEOR LUCHA…

“Después de la revolución mexicana, hubo una gran lucha en el campo de las artes cuyo resultado es el muralismo. Los pueblos indígenas dieron una gran lucha contra la colonización al conservar su herbolaria: los conocimientos tradicionales han sido importantísimos en materia de salud pública.

“En el pueblo zapoteco, la Guelaguetza es un encuentro simbólico de las regiones de Oaxaca. Ahí se hacía el intercambio de saberes que son producto de muchas luchas por la sobrevivencia, la identidad y el futuro.

“Sin embargo, estas condiciones no reinan en la sintáxis generalizada de nuestros colegas periodistas y comunicadores. Cuando deben escribir una nota sobre la política en San Luis Potosí o en Sonora, los cronistas siguen un esquema donde se hace el reporte de individuos y lo que se dijeron unos a otros. Pero, nueve de cada diez, no reflejarán aquellas luchas que tienen que ver con quiénes conforman los sectores organizados, qué demandas tienen, qué batallas históricas libraron, qué conquistas obtuvieron y cuáles son sus pendientes, su programa a corto plazo.

“No está en la estructura de construcción informativa que nos enseñan en las escuelas de Periodismo, el protagonismo de los seres y de las organizaciones en lucha. Ni que esas luchas son muchas luchas: científicas, artísticas, filosóficas, académicas.

“Imagínate una estrategia comunicacional, con orden político de Estado y de organización social –en el sentido amplio, no sólo de la grilla–, cuyos ejes fuesen la certeza de que el pueblo que se está moviendo es el pueblo que está luchando: por el agua, el suelo, la identidad, el trabajo, la vivienda o la salud.

“Esas luchas son las que realmente notifican lo que es un pueblo. Necesitamos reordenar esa epistemología basada en el concepto de lucha, en clave organizadora. Nadie que se proponga una lucha, se exime de la necesidad de organizarse”, concluye Fernando Buen Abad.

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