Testimonios 1968-1969

En julio de 1968 surgió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) la Asociación de Prensa Estudiantil Técnica. La APET aglutinó a 27 periódicos estudiantiles que circulaban en el propio Politécnico y en algunos tecnológicos y escuelas técnicas del país:

“En ese tiempo intenso en cuanto agitado”, dichos impresos “se convirtieron en voceros y conciencias del sector estudiantil”, escribe Fausto Romo Sánchez en la introducción de 1968-1969 Testimonios. Periodismo Estudiantil, huella imborrable en la historia del IPN y de México (2017).

Romo Sánchez es editor responsable de esta “reimpresión fiel” de los materiales periodísticos publicados por la APET en esos dos años, que “no obstante la profanación por actos de pillaje y latrocinio de nuestro ‘glorioso’ (Politécnico), durante la ocupación de las instalaciones del IPN del Casco de Santo Tomás, dentro de las cuales se encontraban nuestras oficinas, se logró recuperar y compilar”.

El saqueo fue denunciado en el órgano oficial de la APET, la Revista Juventud Técnica, en noviembre de 1968. Pero después de ese número la publicación fue clausurada.

Añade Fausto Romo que la “divisa” en todos esos “órganos informativos” era que “se respetaran las ideas y la libertad de expresión y que fueran publicaciones dignas y de tradición de lucha y respaldo por el legítimo derecho del estudiantado”.

Como periodistas estudiantiles, “fuimos testigos del fatídico golpe al que fueron sometidas importantes organizaciones estudiantiles, también fuimos portavoz de una generación de espíritu inquieto y combativa que luchó por sus ideales y por ser comprendidos y no reprimidos, siempre utilizando la palabra escrita como único instrumento de difusión de las ideas”, expone quien fuera el presidente de la APET entre 1968 y 1969.

Tlatelolco, 50 años después

Fausto Sánchez Romo vive en esta ciudad, ya casi retirado de la actividad profesional. Y su libro será el punto de partida para la mesa redonda “La noche de Tlatelolco: 50 años después”, que organizan el Gobierno del estado y el Club Primera Plana Capítulo Colima.

El panel será moderado por el secretario de Cultura, Carlos Ramírez, y en ella participan -además del autor del libro- Virgilio A. Arias Ramírez, secretario general del Club Primera Plana y vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Manuel Godina, presidente del Capítulo Colima, y el historiador Ernesto Terríquez. La cita es el jueves, a las 6:45 de la tarde, en el patio central del Museo Regional de Historia, portal Morelos.

El contenido de este libro, dice Fausto Romo al hacer “…Un poco de historia”, está tomado de las cinco ediciones de Juventud Técnica.

La selección del material que hizo Romo junto a Virgilio Arias y Jorge Vadillo Velasco, comienza con una nota sobre la presencia de la APET en el IX Festival Mundial de la Juventud Democrática que se celebró en Sofía, Bulgaria (esto es, detrás de la “Cortina de Hierro”) entre el 28 de julio y el 6 de agosto de 1968.

Y se acompaña, entre otros textos, de un artículo de André Malraux en el que el intelectual francés clama en contra de los “Demonios millonarios que disponen de tremendos medios de acción para divulgar sus ideas negativas”, según el encabezado de Juventud Técnica.

¿Cómo empezó el movimiento?

Virgilio Arias firma también el prólogo del libro sobre el periodismo estudiantil. Y al resumir “¿Cómo empezó el movimiento del 68?”, subraya la contradicción histórica: México había vivido un crecimiento económico sostenido “por décadas”, del 6% anual en el PIB, lo que se advertía en obras de infraestructura: carreteras, presas hidroeléctricas, electrificación rural, redes de agua potable, parques industriales, escuelas, unidades habitacionales, clínicas y hospitales del IMSS y el Issste; y en una producción agropecuaria tal que el país se “daba el lujo” de exportar alimentos, de forma que “el campo también progresaba con una pobreza relativa”.

Durante los años cincuenta, la industrialización de la Unión Soviética, la consolidación del régimen de Mao Tse-tung en China, la independencia de la India con base en la desobediencia civil de Gandhi y el principio del fin del colonialismo en África estimuló el pensamiento de izquierda en una nación que pregonaba su propia revolución institucionalizada pero que, en el teatro de la Guerra Fría, se alineó implícitamente con Estados Unidos.

Ya en los sesenta, el romanticismo de la Revolución Cubana envolvió a estudiantes y maestros. Para entonces, México era una potencia cultural, especialmente en literatura, con una clase media en ascenso integrada por familias en las que se daba una marcada brecha generacional entre padres conservadores e hijos abiertos a nuevas ideas.

Como se sabe, el movimiento estudiantil comenzó con una protesta contra la represión desmesurada a los jóvenes que participaron en una riña entre los alumnos de la secundaria “Isaac Ochoterena” y los estudiantes de la Vocacional 5, el 23 de julio de 1968.

El uso de la fuerza pública se extendió contra los muchachos que corrieron a refugiarse a la Voca ubicada frente a la Ciudadela, y contra los alumnos que ahí estaban ajenos a la riña. Varios maestros que trataron de interponerse entre sus pupilos y los granaderos que invadieron el plantel, también fueron agredidos.

En protesta, se organizó una manifestación el 26 de julio que partiría de la Ciudadela y terminaría en el Casco de Santo Tomás. Comenzó con notable disciplina, pero luego una parte de la marcha fue desviada con dirección a la Alameda “por personas totalmente ajenas al estudiantado”.

La “brutalidad de los cuerpos represivos se volvió a mostrar con criminal descaro”, con el pretexto de que ese mismo día la Central Nacional de Estudiantes Democráticos había convocado a un mítin en apoyo de la Revolución Cubana, apunta Virgilio Arias.

Brutalidad del Estado

“A partir de entonces se observó un descomunal despliegue de fuerzas armadas”, subraya Arias Ramírez. El gobierno de Díaz Ordaz reaccionó “como si se esperara el advenimiento de un golpe de Estado o una revolución”, como si una conjura comunista quisiera apoderarse de una masa estudiantil que “sólo exigía justicia”.

Esas fuerzas represivas (los granaderos, la policía secreta, las guardias presidenciales) “fueron empleadas en forma brutal al atacar a estudiantes” cuyas únicas “armas” eran “la razón y la conciencia de una causa que ellos consideraban justa”.

Periodista de larga trayectoria, Virgilio Arias reconoce que la prensa atacó al movimiento del 68 “de forma insolente, al no mencionar hechos reales y culpar a los estudiantes de acciones realizadas por personas ajenas a nuestro Instituto (Politécnico), desorientando por completo a la opinión pública sobre los verdaderos acontecimientos de la lucha”.

Los ataques impresos se acompañaron con la información difundida en radio y televisión, donde los noticieros eran dirigidos por “los grandes periódicos de la capital”.

De más está decir que el problema se habría resuelto prácticamente de inmediato si hubiera existido buena voluntad en quienes tenían la solución al mismo. Alguien (¿Díaz Ordaz?, ¿su sucesor Luis Echeverría, quien era secretario de Gobernación?) no quiso evitar que el conflicto adquiriera proporciones tan desastrosas como las que ya se perfilaban y que escalarían hasta la ocupación militar de Ciudad Universitaria o del Casco de Santo Tomás y, por supuesto, a la masacre de Tlatelolco.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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