TIEMPOS DE CÓLERA

“Al periodismo en México le llueve sobre mojado”. Se enfrenta a “un Presidente que lo ataca todos los días” y a “un mundo digitalizado en el que nadie quiere pagar por la información, que ahora es gratuita”, escribe Jorge Zepeda Patterson en su columna Pensándolo Bien, que se publica en Milenio Diario y en la edición América de El País.
En ‘Retos del periodismo en tiempos de cólera social’, publicado el 13 de mayo de 2021 (https://www.milenio.com/opinion/jorge-zepeda-patterson/pensandolo-bien/retos-del-periodismo-en-tiempos-de-la-colera-social), Zepeda Patterson lamenta que “la belicosidad presidencial” haya “hecho trizas el supuesto espíritu de imparcialidad y equilibrio que el periodismo tendría que profesar”. Pero se duele también de que “la blogosfera y las redes sociales” hayan “puesto en jaque la noción misma del oficio periodístico”: ahora todos “lo practican”.
Reconoce el columnista que el internet y las redes que se organizan en el ciberespacio hicieron colapsar “el modelo de negocio que funcionó dos siglos”, donde “la información periodística fue un producto con valor en el mercado y, por ende, éste remuneraba al profesional dedicado a producirla”.
En esta “doble crisis”, sostiene Zepeda Patterson, “la polarización política en México y el desplome en los presupuestos destinados a la producción informativa profesional, ha provocado lamentables cambios cualitativos y cuantitativos en la forma de hacer periodismo en nuestro país. Por un lado, se empobreció, y por otro se frivolizó y politizó. Hoy las redacciones de los periódicos y de los noticieros de radio y televisión son una fracción de lo que fueron y la inversión en reportajes y personal calificado se ha desplomado”.
Para el director fundador del periódico Siglo XXI y del diario Público que sustituyó al primero en Guadalajara, subdirector y luego director editorial de El Universal, fundador de sitios como Unafuente.com, el semanario Día Siete y el portal Sin Embargo, “hacer investigación de fondo, ofrecer distintas versiones de una noticia, verificar contra la realidad un dato, darse el tiempo y los recursos para construir contextos que ayuden a entender un fenómeno”, se volvieron para los medios “lujos excepcionales”.
Son “prohibitivos” para sus “exiguos presupuestos” y, además, ya “a nadie parece importarle” que los medios cumplan esa función. “‘Vende’ más una nota sensacionalista cargada de adjetivos y hecha sobre las rodillas que un reportaje de fondo (más caro de producir). Tiene más éxito una columna de opinión nutrida de descalificaciones sumarias que empatan con odios y pasiones que otra que intente matizar o entender la verdadera naturaleza de esas pasiones. Es mucho más viral el insulto que la reflexión, el infoentretenimiento que la realidad documentada, el periodismo partisano que el periodismo profesional”.
 
GOLPE DEVASTADOR

Coordinador de obras colectivas como Los suspirantes (2005) y Los intocables (2008), entre otros libros periodísticos y novelas como Muerte contrarreloj (2018), una trama policial en la Tour de France, Jorge Zepeda Patterson observa que “este fenómeno no es privativo de México”.
“En mayor o menor medida está sucediendo en todo el mundo y es un subproducto de la sociedad digitalizada e interconectada. No obstante, estas tendencias se exacerban y distorsionan de fea manera en nuestro país por dos factores locales: el cambio en la asignación de partidas de publicidad oficial y, sobre todo, por la batalla explícita y cotidiana entre el Presidente y buena parte de los medios”.
El columnista no puede negar que “la disminución y reasignación del gasto publicitario del gobierno federal es, en principio, una medida sana”. La 4T gasta grosso modo la tercera parte de lo que la administración anterior destinaba “a las grandes empresas de comunicación y a una élite de periodistas millonarios convertidos en empresarios facturadores a través de blogs personales y agencias de servicios (una versión moderna del llamado ‘chayote’)”.
Pero, aun cuando “los motivos pueden haber sido legítimos”, “en la práctica el retiro de la publicidad representó para los grandes medios un golpe devastador, porque eran ingresos que ayudaban a compensar el desplome económico que venían padeciendo desde hace lustros las salas de redacción de diarios y noticieros”. Zepeda Patterson no apela “al regreso de tales transferencias de dineros públicos”, pero sí da cuenta de “un fenómeno que afectó de la noche a la mañana la vida misma de las principales fuentes de trabajo para los periodistas”.
Para el Premio Planeta 2014 por su novela Milena o el fémur más bello del mundo, lo que López Obrador dice “todas las mañanas” es “un ruido ambiental” que “desfavorece el ejercicio periodístico imparcial y profesional”. Claro, a diferencia de anteriores mandatarios, este presidente “tiene en su contra a una prensa que combate su proyecto social y, en esa medida, distorsiona, miente y hace propaganda para dinamitar a su gobierno”. Bajo esa premisa, Andrés Manuel “considera legítimo e indispensable ‘su derecho de réplica’ para exhibir tal propaganda y evitar el engaño de la opinión pública”. Ya no importa si “el criticismo de prensa, comentaristas y columnistas está influido por los ataques verbales de López Obrador y sus decisiones presupuestales, o viceversa, si el mandatario se cree obligado a parar los golpes que todos los días le propinan sus críticos ‘mal intencionados’”.
 
EL HUEVO O LA GALLINA

Están a la vista “los insultos y descalificaciones del Presidente”, pero también “las portadas completas de diarios nacionales dedicadas no a informar sino a inventariar solo aquello que pueda perjudicar a su rival”, acepta el columnista.
No podemos ser inocentes: el periódico Reforma “eligió hacer política abiertamente desde el momento en que decidió quitar de la dirección a un periodista, René Delgado, y entregársela a un activista político, sin experiencia en prensa pero conocido por su oposición al obradorismo, Juan Pardinas (a quien respeto por razones ajenas al periodismo, aunque lamente su incursión en esta causa)”. Esa decisión de Grupo Reforma, “compromete lo mucho que le debemos a un diario que tanto hizo para profesionalizar y refrescar la prensa de la capital”, señala Zepeda Patterson.
En tiempos de tanta cólera social, ¿hay condiciones para hacer un periodismo auténticamente profesional en México?, se pregunta él mismo.
“Fácil no resulta, pero justamente porque existe esta cólera es que nunca como ahora se han requerido puentes para comunicar a una parte de la sociedad con la otra”.
Para el columnista, “hay dos proyectos de nación en disputa y quienes los detentan quieren convencernos de que el otro es inadmisible. La polarización no acepta medias tintas ni toma heridos ni prisioneros. El problema es que las dos tienen enormes actores sociales que no están dispuestos a renunciar a su idea de país. Y como una de las partes no podrá echar del territorio a la otra, más nos vale entender que estamos condenados a compartir la nave. Mal sería alternar gobiernos en los que el entrante destruya lo que hizo el anterior una y otra vez o, peor aún, que una de las partes intente por la fuerza acallar a la otra”.
En palabras de Jorge Zepeda Patterson, en estos esfuerzos por acallarnos mutuamente “resulta clave el periodismo capaz de contextualizar, enriquecer y hacer posible la tolerancia, comunicar por encima de las diferencias, ofrecer distintos puntos de vista, explorar las soluciones que anidan en la sociedad para resolver conflictos y problemas”.
“Quizá sea imposible convencer a una de las partes en favor de la otra, pero al menos podríamos intentar que ambas respeten las razones por las cuales piensan de manera diferente. Y eso solo se consigue si salimos de la polarización, de las descalificaciones, de las visiones maniqueas y de la satanización del contrario y propiciamos la necesidad de aceptar a los muchos Méxicos que existen, además del nuestro, pese a que no nos guste lo que piensen”.
Y concluye: “No se trata de hacer un periodismo cómodo al Presidente, pero tampoco de hacer el periodismo satanizador y partisano que ahora prolifera. De eso sobra en las redes sociales. Se trata de hacer el viejo y buen periodismo sometido a los códigos que hicieron de esta tarea una profesión digna y socialmente necesaria”.
 
LA SELVA DEL ENGAÑO

En la misma edición de Milenio, 13 de mayo de 2005, Ricardo Raphael escribió en su columna Política Zoom un texto titulado ‘En defensa del periodismo’ (https://www.milenio.com/opinion/ricardo-raphael/politica-zoom/en-defensa-del-periodismo).
Partiendo de una idea: en el oficio periodístico “la verdad no se pide prestada, se arrebata”, tampoco “se suplica”, “se implora” ni “se ruega”, sino que “se arranca de las manos del falsario”, Raphael de la Madrid sostiene: “en mi oficio quienes, como la liebre, enroscan la cola y escapan, terminan siendo cómplices de la esclavitud”.
Escribe el autor de reportajes en libro como Los socios de Elba Esther (2007), obras académicas como Manual de investigación 3.0. Periodismo urgente (2017) y novelas de no ficción como Hijo de la guerra (2019), que “el periodismo no es para taimados, apocados, medrosos ni asustadizos”.
“Quien lo ejerce sabe que ahí no encontrará acomodo ni cojín de terciopelo. El periodismo es alérgico a los tonos complacientes y zalameros. Abreva de una fuente opuesta: del coraje requerido para hallar las cosas ciertas dentro de la selva del engaño”.
“Quien lo ejerce con rigor, inevitablemente hace temblar los pilares y las trabes de la mentira, desenmascara al hipócrita y desmaquilla al oscurantista.
“El optimismo en mi oficio se inspira en quienes no se quiebran ni se humillan, en quienes valoran hasta el exceso las partículas de su dignidad. Ulises, viajero entre los primeros, escapó del cautiverio con la astucia del valiente. Por eso pudo narrar más tarde las arbitrariedades del cíclope. Con tal de cegar el ojo del monstruo que amenazaba su libertad, fue incluso capaz de renunciar a su propio nombre.
“La verdad es el punto de partida y la materia última de mi oficio. Los hechos ciertos tiran con tal fuerza de la consciencia propia que luego no es posible echar marcha atrás.
“Mi oficio no sirve para despertar amores ni tampoco popularidad. Tiende más bien a ser solitario y despojado de laureles, porque descree de las reglas de la política cortesana.
“Sin embargo, es tarea indispensable porque, aunque irrita, permite que las razones echen raíces profundas y que los argumentos edifiquen porvenir.
“Mi oficio, como el de tantos otros afanados con el arte de abjurar, se crece ante el dilema de la hoguera. Igual que la jueza, la poeta, la científica, la filósofa o el artista toma, de entre las manos del poderoso, la verdad que los cobardes prefieren ignorar”, concluye Ricardo Raphael.

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