Culminó el domingo anterior la más reciente edición de la Feria de Todos los Santos de Colima; nada interesante qué comentar, salvo la curiosidad de que sus organizadores cada vez intentan que se parezca más al Volcán Fest, creado por Davide Arena, en paz descanse.
A pesar de los intentos por darle más vino tinto y menos michelada al máximo festejo estatal, el experimento no logró cuajar como sus organizadores habrían pensado. En esta campirana festividad se niegan a que se mueran sus parásitos más dañinos, especialmente los que se regeneran dadas las pésimas condiciones de infraestructura que tiene el recinto ferial, caldo de cultivo para, entre otros insectos, arañas violinistas, que configuraron uno de los episodios mortificantes que pintan de cuerpo entero las malas condiciones de este espacio, que no aporta en nada a la seguridad de los trabajadores, recordando también el lastimoso incidente del colocador de anuncios que sufrió una descarga eléctrica.
Se hizo el esfuerzo por darle ciertos tintes de renovación, como el hecho de que se propusieran eventos culturales que antes no tenían cabida, incluso una cata de vinos que nos rememora al Sábora Fest, porque como decía al inicio de la columna, la Feria no debe ser solo de micheladas.
De inicio habría que preguntar, con asombro incluido, por qué este gobierno educado en Essex no ha vislumbrado tras cuatro años en la administración, un esquema factible para tumbar de raíz y renovar este arcaico recinto ferial. No hay que ser doctor en economía para darse cuenta que alguna empresa cervecera o refresquera pudiera estar interesada en invertir en este espacio o la creación de otro, a cambio de la nomenclatura y una justa concesión de exclusividad de venta por un periodo acorde al monto de la inversión, incluyendo una posible reubicación. Dado que no hemos tenido secretarios de Fomento Económico en la verdadera práctica durante la actual administración, la ceguera ha impedido que los colimenses tengan un recinto ferial digno, desfasado en décadas con respecto a lo que deberíamos tener.
Hace muchos años que la Feria está desgastada y encuentras más de lo mismo. Cuando me refiero a más, lo digo literal. Cada vez son más los puestos de frituras, prendas, utensilios y figuritas que debes ir sorteando para transitar con cierta “comodidad” por las calles del recinto. Para cobrar por el uso del espacio, IFFECOL no tiene un límite, y por lo visto, Protección Civil tampoco pone atención en detalles como esos.
Entre las bondades que los organizadores de la Feria han tratado de tomar del Volcán Fest están los eventos gratuitos. Copiaron todo, pero agregaron la caótica característica de que Instituto de Fomento de Ferias y Exposiciones del Estado de Colima implementó un reparto de boletos que daría acceso a estos conciertos, y que para su mala suerte, terminaron siendo subastados en “Qué Vendes Colima”, como muestra ejemplar de que fue una mala decisión. El reparto fue tan improductivo, que ciudadanos de otros municipios vieron serias dificultades para conseguir los dichosos pases a los eventos gratuitos, pues incluso llegó a pasar (como lo vi en Tecomán, para que no digan que es suposición), que el stand de reparto de boletos no respetaba los horarios que se habían anunciado.
Entre los positivos de la Feria está el hecho de que se mejoró en el servicio del transporte público, sobre todo porque este año Chófer Pro implementó un buen esquema de descuentos los fines de semana para contrarrestar el ya tradicional berrinche de los taxistas amarillos, que un año más, como es tradición, aplicaron el “para allá no voy”.
Y apareció el Rodeo Fest. La propuesta municipal de Locho por sumarse a los reflectores de la máxima fiesta estatal, que no fue bien recibida por las autoridades del gobierno estatal. No habría mucho qué decir del tema, de no ser porque las consecuencias de la afrenta al IFFECOL las sufrió la esposa de Leoncio Morán (ya comentada en la columna Estación Sufragio de Adalberto Carvajal, titulada “Cobro sin boleto”), poniendo en predicamento las buenas relaciones de los capitalinos con la administración peraltista, que hace unos meses había decidido apoyar la organización del Volcán Fest, ya que por fin había dejado de ser administrada por Insúa.
Debemos concluir enfatizando el concepto inicial. Pareciera que en las dos ediciones de Feria que le restan a la administración peraltista, no veremos cambios significativos. La Feria vegetará lo que resta del sexenio y estará lista para que un nuevo gobierno estatal (esperemos con una visión no tan michelada y campirana de los festejos) le dé orden, funcionalidad, comodidad, variedad e innovación al máximo festejo estatal.