El sábado 11 de enero, Colima fue sede del foro nacional Transiciones Agroecológicas y Desarrollo Sustentable, uno de los que se vienen realizando en todo el país como parte de los trabajos para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030.
Hablar de la agroecología como una política pública en el gobierno de Claudia Sheinbaum consolida el énfasis en lo sostenible que se le dio a la agricultura en el primer piso de la Transformación, así como el enfoque en la preservación del patrimonio cultural y de la biodiversidad.
El título de la conferencia magistral de Adelita San Vicente Tello con la que arrancó el evento en la Universidad Intercultural de Colima, resume el paradigma en el que se mueve este concepto: “Diálogo de saberes: construyendo la utopía agroecológica en el país del maíz”.
Es decir, saberes ancestrales y el anhelo de una producción agropecuaria que se mueva en el eje de la justicia social y el bienestar comunitario. Hablamos de un sistema alimentario soberano, saludable y sostenible (esto es, que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos).
El coordinador de este foro, Alfredo Álvarez Ramírez, entregará en Palacio Nacional las conclusiones a las que llegaron en Comala a Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Asesores de la Presidencia.
Álvarez, diputado local ahora por la vía plurinominal, encabeza en Colima el movimiento Sin Maíz no hay País, que fue contracultural hasta antes de 2018 y hoy aporta al discurso oficial argumentos como el del valor histórico, cultural y ecológico de la milpa.
POR EL MAÍZ CRIOLLO
En la mañanera del martes 7 de enero, la presidenta Claudia Sheinbaum reiteró su compromiso con la protección del maíz criollo en México, subrayando su relevancia no sólo para la biodiversidad sino también para la salud y la cultura del país.
En el resumen que hizo El Economista[1], el gobierno de Sheinbaum trabaja en la prohibición constitucional de la siembra de maíz transgénico blanco y en la importación de este producto cuando se trate de semilla germinable, como parte de una estrategia integral para preservar esta planta nativa.
No invocó la mandataria el tema de la soberanía alimentaria, pero está implícito: si la dieta del mexicano se sustenta en el consumo de maíz blanco, desalentar la compra de este grano en el exterior obliga al Estado a sustituir esas importaciones con producción local; esto es, a ejercer una política agropecuaria orientada a garantizar la autosuficiencia.
Esta directriz enoja a las trasnacionales que controlan la siembra de maíz transgénico en México, pero debería dejar tranquilas a las empresas que se encargan de comercializar en el extranjero los excedentes de maíz de Estados Unidos. Ya vimos, sin embargo, cómo Washington apeló a un panel del T-MEC para defender los intereses de las agroquímicas, no a los agricultores.
A quienes tiene más molestos esta política de la 4T es a los empresarios mexicanos que, en complicidad con funcionarios públicos del periodo neoliberal, tomaron el control de las políticas agropecuaria y alimenticia de nuestro país para hacer negocios millonarios con la importación de granos.
La narrativa científica que sostiene que los transgénicos no son inócuos, y la tesis cultural que advierte el peligro de llevar ‘la revolución verde’ al extremo de destruir saberes, usos y costumbres milenarios, fundamentan el esfuerzo gubernamental por preservar la biodiversidad en México pero contradicen la lógica del libre mercado.
Según ésta un país no debe subsidiar a sus propios agricultores, pues para qué gastar recursos públicos en compensar una mala relación entre el costo y el beneficio de la producción local de maíz, si se pueden obtener mejores precios en Estados Unidos.
BLINDAR AL MAÍZ BLANCO
En la citada mañanera, la jefa de Estado informó que se está revisando la siembra e importación de maíz transgénico a México debido a que este tema tiene “muchas implicaciones” como la alimentación en el país o los precios de los productos; aunque dijo que el objetivo principal es dejar establecida en la Constitución Política la protección del maíz mexicano.
“Lo que más nos importa es la protección del maíz blanco criollo en nuestro país, por varias razones”. Sí, por salud, pero principalmente por proteger la biodiversidad.
Hay diversidad en los ecosistemas y biodiversidad genética, la cual hay que proteger. Particularmente la del maíz porque, de perderse, “se perdería no solamente la planta sino también lo que culturalmente ha significado la domesticación del maíz”.
Mientras en México el maíz blanco es la base de nuestra cocina. En Estados Unidos la producción se centra mayoritariamente en el maíz amarillo, utilizado principalmente para la alimentación de ganado, dijo Sheinbaum, quien insistió en el riesgo de contaminación del maíz criollo debido a la proximidad de cultivos de maíz transgénico.
Esta amenaza no surge de la importación directa, explicó la presidenta, sino de la siembra en parcelas cercanas. Y para resolver dudas técnicas, en esas clases de preparatoria que son las mañaneras del pueblo en Palacio Nacional la titular del Ejecutivo prometió que especialistas acudirían a detallar cómo ocurre este fenómeno y las medidas preventivas necesarias.
REVOLUCIÓN VERDE
Curiosamente, México también fue la cuna del modelo de producción de alimentos que el paradigma agroecológico quiere ahora sustituir: la revolución verde, como se denomina al importante incremento de la productividad agrícola y, por tanto, de alimentos que se dio en todo el mundo entre 1960 y 1980.
Según Wikipedia, esta revolución verde “consiste en la adopción de una serie de prácticas y tecnologías, entre las que se incluyen la siembra de variedades de cereal (trigo, maíz y arroz, principalmente) más resistentes a los climas extremos y a las plagas, nuevos métodos de cultivo (incluyendo la mecanización), así como el uso de fertilizantes, plaguicidas” e irrigación, que posibilitaron alcanzar altos rendimientos productivos[2].
El movimiento lo empezó en 1943 Norman E. Borlaug, quien desarrolló en Sonora esta visión agrícola con tanto éxito que fue reconocido por la Fundación Rockefeller. Para propagar este modelo a otros países, en 1959 ‘la gran dama’ creó la Oficina de Estudios Especiales en México que, en 1963, se convirtió formalmente en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
En 1961, para combatir la hambruna masiva en la India, Borlaug fue invitado a iniciar la revolución verde en la mejora vegetal y el desarrollo del riego en la región del Punyab, porque ahí se disponía de un suministro de agua confiable. Los obstáculos burocráticos que impusieron los monopolios de granos, nada pudieron contra organismos como la Fundación Ford dispuestos a financiar la compra de agroquímicos.
La India pronto adoptó una variedad de arroz semienana que se había desarrollado en Filipinas —donde también se estaba probando la revolución verde—, y “podía producir más granos por planta cuando se cultivasen con determinados fertilizantes y riego”.
El «milagro del arroz» elevó los rendimientos en la India de cerca de dos toneladas por hectárea en los sesenta, a seis toneladas a mediados de los noventa, haciendo que el costo del arroz pasara de alrededor de 550 dólares por tonelada en los setenta, a menos de 200 dólares en 2001. En síntesis, para 1968 se pasó de producir cinco toneladas por hectárea sin fertilizante, a casi diez toneladas por hectárea en condiciones óptimas.
De igual manera, “en México la producción de trigo pasó de un rendimiento de 750 kg por hectárea en 1950, a 3,200 kg en la misma superficie en 1970. Entre los años 1940 a 1984, la producción de grano mundial aumentó en un 250%. En conclusión, los resultados en cuanto a aumento de la productividad fueron espectaculares”.
SIN HAMBRE…
Lo que esas estadísticas no indicaban –sigue diciendo la entrada en Wikipedia– era el grado de empobrecimiento de nutrientes que sufrían los suelos por la producción intensiva, la saturación de ciertos agroquímicos y la contaminación por causa del uso de pesticidas.
Eso llevó a que figuras como Gurdev Sing Khush luchen hoy por una «revolución aún más verde» para enfrentar la falta de alimentos en el nuevo milenio: “producir más arroz con menos requerimientos de tierra, de riego, sin insecticidas ni herbicidas químicos”.
Para alcanzar la meta de las 840 millones de toneladas, hay que revisar el sistema de producción, invertir más en riego y capacitar a los agricultores para el empleo de las nuevas tecnologías. El cultivo de granos debe orientarse en mayor medida hacia una agricultura ecológica.
Para colmo, en los próximos 30 a 50 años habrá que disponer también de variedades capaces de soportar temperaturas más elevadas, causadas por el calentamiento del planeta.
Esa crisis ambiental generada por la emisión de gases de efecto invernadero por parte de la industria, será usada seguramente por los promotores de la privatización de la naturaleza para justificar el imperio de las semillas transgénicas.
PERO DESNUTRIDOS
Confirmando las hipótesis de que el ser humano en la etapa de cazadores-recolectores tenía mejor estado de salud, mayor fortaleza, estatura y corpulencia de los que tuvo en promedio luego de adoptar el sedentarismo agrícola (con el consecuente surgimiento de la propiedad privada, las guerras y la esclavitud), el gran éxito de la revolución verde en cuanto al aumento de la producción se equilibra con el fracaso en la calidad nutricional de los alimentos:
“Se expandieron por el mundo variedades de cereales con proteínas de baja calidad y alto contenido en hidratos de carbono. Son cereales de alto rendimiento pero que presentan deficiencias en aminoácidos esenciales y un contenido desequilibrado de ácidos grasos esenciales, vitaminas, minerales y otros factores de calidad nutricional.”
Así llegamos a la paradoja de evitar la inanición de gran parte del mundo, agravando el problema de la desnutrición y la creciente incidencia de ciertas enfermedades crónicas en personas aparentemente bien alimentadas (las llamadas «enfermedades de la civilización»).
“No solo las dietas humanas se han resentido de forma directa a través del consumo de estos cereales, sino también por el empobrecimiento de la calidad de los productos de origen animal (derivados de animales alimentados con estos cereales)”, cita Wikipedia un artículo científico de 2009[3].
Otros problemas son el almacenaje de estos excedentes, el excesivo costo de las semillas y la tecnología complementaria, la dependencia tecnológica, el precio de la mano de obra, la mejor adaptación que tenían los cultivos tradicionales eliminados o la aparición de nuevas plagas.
AGRICULTURA SOSTENIBLE
La política pública en México hace eco de estas críticas a la revolución verde desde un punto de vista ecológico y económico, pasando por el cultural y nutricional. Para el gobierno de la Transformación, la alternativa es la agroecología y la sostenibilidad de los cultivos.
En un comunicado de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de 2021[4], se avisa que “México camina a la agroecología y prácticas agrícolas sustentables con la intención de sostener los ciclos de la vida, enfrentar los efectos de degradación del suelo, su contaminación y la del agua, así como la actual pandemia” de obesidad.
“El mundo tiene el reto de alimentar a una creciente población, por lo que se debe innovar en las prácticas agrícolas, pecuarias, pesqueras y agroalimentarias, de manera que sea prioridad no dañar (más) los recursos naturales: suelos, agua, bosques, biodiversidad y recursos pesqueros”. Y, para afrontar este desafío, la tendencia es promover un cambio en el modo de producción y consumo de alimentos”.
Hay que apostar por la agroecología que, según la FAO, es “la ciencia que consiste en aplicar conceptos y principios ecológicos para gestionar las interacciones entre las plantas, los animales, los seres humanos y el medio ambiente en pos de la seguridad alimentaria y la nutrición”.
Para la Sader, la agroecología aporta una solución para preservar nuestros recursos naturales y el medio ambiente, tanto como para restablecer los ciclos del planeta, de tal forma que se puedan producir “alimentos sanos, nutritivos, de calidad, accesibles y suficientes” para los mexicanos.
“Las prácticas agroecológicas combinan ciencia y saberes culturales, resaltan los vínculos entre el trabajo humano y los medios de vida sostenibles, además de tomar en cuenta la cultura en las tradiciones alimentarias de la región a donde se aplique”.
Y entre sus beneficios se cuentan: aumentar la seguridad alimentaria y la resiliencia; impulsar los medios de subsistencia y las economías locales; diversificar la producción de alimentos y las dietas; promover la salud y la nutrición, salvaguardar los recursos naturales, la biodiversidad y las funciones ecosistémicas; mejorar la fertilidad y la salud del suelo, así como la adaptación y la mitigación al cambio climático; además de preservar las culturas locales y los sistemas de conocimiento tradicionales.
Una de las prácticas agroecológicas que se llevan a cabo en México, destaca la Sader, es el sistema Milpa Intercalada en Árboles Frutales impulsado por el INIFAP.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com
[1] ‘Sheinbaum busca la protección constitucional del maíz blanco mexicano’. Nota de Arturo Rojas. El Economista, martes 7 de enero de 2025. https://www.eleconomista.com.mx/politica/sheinbaum-busca-proteccion-constitucional-maiz-blanco-mexicano-20250107-740863.html
[2] ‘Revolución verde’. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Revolución_verde#:~:text=«Revolución%20verde»%E2%80%8B%20es%20la,extendida%20después%20por%20numerosos%20países.
[3] «Elevating optimal human nutrition to a central goal of plant breeding and production of plant-based foods». David C. Sands, Cindy E. Morris, Edward A. Dratz, Alice L. Pilgeram. (noviembre de 2009). Plant Sci (Revisión) 177. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0168945209002167?via%3Dihub
[4] ‘La agroecología es el presente para el campo’. Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Gobierno de México. 22 de abril de 2021. https://www.gob.mx/agricultura/articulos/la-agroecologia-es-el-presente-para-el-campo?idiom=es
Autosuficiencia Alimentaria, reto incumplido desde José López Portillo. Con un programa racional y precio de garantía adecuado,Jalisco solo produce el maíz para todo México y Zacatecas el frijol suficiente. Pero castigan producción nacional y favorecen la gringa.