Si el plan de salud de la 4T contra la epidemia de coronavirus funciona, y si (y sólo si) la estrategia de recuperación económica resulta en una reactivación del aparato productivo y del mercado interno apenas se declare el fin del estado de emergencia, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador podría salir airoso de esta crisis política y social que amenaza la legitimidad del régimen.
Una plaga de noticias falsas, medias verdades, exageraciones e interpretaciones que sacan de contexto la información oficial y las declaraciones del presidente López Obrador o del vocero especial para el tema de la epidemia, el subsecretario Hugo López-Gatell, han minado sin duda la credibilidad del gobierno.
A tal grado que Andrés Manuel –quien se había mostrado renuente a que le impusieran la agenda, acostumbrado como estaba a marcar los temas desde la conferencia mañanera– terminó pidiendo tregua a sus enemigos: “Bájenle una rayita por la emergencia”, pidió.
El ex presidente Felipe Calderón, reconociendo tácitamente ser el responsable de la infodemia (epidemia de desinformación), le tomó la palabra: “… hagamos una tregua. No polaricemos ni desde la presidencia (conservadores, etc.), ni desde la oposición”. Y puso a disposición del gobierno su experiencia adquirida con el H1N1.
FALTA AUTOCRÍTICA
A propósito, los historiadores de desastres tendrían que revisar la estrategia sanitaria de 2009. Hay testimonios que apuntan a que las medidas de distanciamiento social tomadas entonces resultaron prematuras. Para cuando se presentó el pico de la curva de contagios, ya se habían levantado por agotamiento del sistema económico y hartazgo de la población.
Aunque el gobierno panista escondió las cifras reales de infectados, hospitalizados y fallecidos que ocurrieron después de la cuarentena, si algo tiene que aprender la 4T de la experiencia de Calderón con la influenza es a no repetir el fracaso.
Con el mismo desparpajo, secretarios de Salud en gobiernos anteriores (José Narro –titular de la SSA con Peña Nieto–, Salomón Chertorivski –quien trabajó con Calderón– o Julio Frenk –colaborador de Fox) han criticado la oportunidad de las medidas sanitarias, pero sin hacer la debida autocrítica.
No olvidemos que durante las administraciones a las que ellos sirvieron se desmanteló el sistema público de salud en México, porque tal fue la directriz neoliberal. Desde Carlos Salinas se implantó un modelo “solidario”, eufemismo para esconder la regresión en el camino hacia la cobertura universal en salud.
En los hospitales civiles empezaron a cobrarse cuotas, y como ejemplo de una cobertura selectiva tuvimos al Seguro Popular. Este ofrecía una póliza para atender sólo aquellas enfermedades que no sean catastróficas.
Para colmo, ese seguro médico fracasó porque los gobernadores usaron la aportación federal para cubrir el gasto que les correspondía a los estados. Todo fue para la foto, parecía funcionar porque a unos cuantos les brindaban atención.
MEDICINA SOCIAL
Durante el neoliberalismo se atacó presupuestalmente a la medicina social, bajo el precepto de que el Estado no debe invadir un campo que la iniciativa privada puede explotar como negocio. Lo que los Chicago boys no alcanzaron a hacer en México en materia de educación por la resistencia del sindicato magisterial, casi lo logran en el terreno de salud.
Como el Estado neoliberal toleró la creación de puestos de trabajo sin prestaciones sociales y adelgazó la burocracia federal, se descapitalizaron los dos grandes institutos de seguridad social. Y cuando IMSS e ISSSTE perdieron capacidad de atención, la derechohabiencia se vio forzada a acudir a la medicina privada para los servicios de primer nivel.
No lo hizo con un esquema de seguros particulares de gastos médicos como los que se promueven en Estado Unidos, sino bajo la lógica de socializar la medicina privada: consultorios de farmacia, laboratorios de bajo costo y medicamentos genéricos o similares en lugar de fármacos de patente.
Todos los países que apostaron al modelo estadounidense donde la medicina tiene un costo y es para quien pueda pagarla, por causa de la pandemia del coronavirus están cayendo en la cuenta que la salud pública debe ser, ante todo, social.
Tarde descubrieron que esos mismos pacientes desprotegidos por una medicina cara, que por años han estado condenados a morir por enfermedades curables, ahora pueden contagiar a los ciudadanos pudientes. El coronavirus mata por igual a pobres que a ricos.
EMISARIOS DEL PASADO
Los emisarios del pasado reclaman a la 4T que, a un año de gestión, no haya logrado modernizar los hospitales. Pero obvian decir la cantidad de nosocomios que este gobierno tuvo que terminar y equipar, pues el anterior los dejó inconclusos.
El rezago en infraestructura de salud es inmenso y es ofensivo que esos ex secretarios cuestionen la falta de camas y de respiradores, sin asumir la responsabilidad que tuvieron los gobiernos para los que trabajaron en una realidad indiscutible:
En los sexenios neoliberales, pese a contar el gobierno con los recursos del excedente petrolero, no creció el sistema de salud a la velocidad con la que aumentaba la población ni, mucho menos, al ritmo que se incrementaban las poblaciones vulnerables por edad, desnutrición, diabetes y otros padecimientos crónicos.
En Italia, los gobiernos anteriores a Silvio Berlusconi crearon condiciones de bienestar que redundaron en una mayor esperanza de vida. Pero la política neoliberal del empresario metido a político, impidió que se adaptaran las instalaciones hospitalarias a fin de atender a una población envejecida y expuesta, por el clima invernal, a complicaciones respiratorias.
España, con uno de los sistemas públicos de salud más robustos de la Unión Europea, no avizoró qué ocurriría cuando un gran número de residentes en los ancianatos requirieran ventiladores mecánicos, casi todos al mismo tiempo. Tampoco anticiparon los países del primer mundo la compra de tapabocas, guantes y goggles o gafas de seguridad.
En el México de López Obrador fracasó el proceso de compras consolidadas de medicamentos y material de curación, dijo Sarukhan orondo, sin explicar por qué con el esquema anterior de licitaciones trucadas, donde los proveedores imponían precios y condicionaban la entrega de medicamentos y tecnología de punta a la adquisición de fármacos y equipos obsoletos, jamás se resolvió el desabasto.
CHANTAJE Y ESTAFA
El supuesto error de esta administración fue romper el modelo de adquisiciones prevaleciente en el sector salud, que estaba basado en el chantaje y la estafa.
Las farmacéuticas esperan crisis sanitarias como ésta para encarecer medicamentos de patente que sólo ellas manejan. Y en el pasado, las droguerías al mayoreo se confabularon con directores de institutos y jefes de compras para entregar productos a punto de caducar (o ya caducos) y genéricos de mala calidad o, simplemente, para no entregarlos.
Romper esta cadena de corrupción no ha sido fácil. Causó el desabasto de medicamentos para el cáncer, por ejemplo. Y pone contra la pared a los gobiernos federal y estatales, obligados a hacer compras de pánico lo mismo de pruebas de detección y ventiladores que de mascarillas y guantes.
El mercado negro se inunda de medicamentos milagro para el Covid-19, que no son sino sustancias ya existentes que tenían otra aplicación. Y falta ver las presiones que soportarán los gobiernos de todo el mundo cuando se descubra y se comercialice la vacuna contra el SARS COV-2.
Desafortunadamente, sólo conocemos la versión de los cabilderos de esas trasnacionales y la realidad que se vive en los nosocomios. Por desabasto, en los tres hospitales de Colima (el del IMSS, el del ISSSTE y el Regional de la SSA) se ha amotinado el personal médico y de enfermería.
Después del caso de Coahuila, hay una verdadera paranoia ante los riesgos de contagio porque no cuentan con las medidas de protección. Médicos y enfermeras desconfían de todos los casos de neumonía atípica, y reclaman que cada uno de ellos sea diagnosticado como Covid-19, sin prever que eso generará una mayor afluencia a los hospitales de las personas que, si bien presentan síntomas, podrían ser atendidas en su casa para no desbordar los servicios públicos.
SI BATMAN TUVIERA RUEDAS
Con un razonamiento tramposo, se dice que si hubiéramos empezado a cerrar las fronteras y aislar a la población nativa desde hace meses, hoy no tendríamos un caso solo contagio. Se critica reiteradamente al gobierno de López Obrador por no haber actuado a tiempo.
La explicación de López-Gatell es que las fronteras son porosas, la pandemia siempre encuentra el camino y lo que hay que hacer es contenerla, estableciendo cercos sanitarios cuando exista evidencia de que el virus circula en un determinado entorno.
Paralizar la economía para frenar los contagios siempre tendrá un alto costo. Y el criterio se resume en un cálculo de sentido común: en qué momento empieza a salir más caro el caldo que las albóndigas.
¿Se equivocó López-Gatell porque no consideró la contagiosidad del Covid-19, ni viendo lo que estaba ocurriendo en Italia o España? Es posible, pero no lo previó tampoco Estados Unidos.
La emergencia nos ha obligado a poner todos los esfuerzos en el trabajo epidemiológico, pero hace falta más investigación en infectología. Estamos ante una mutación inesperada, porque nadie imaginaría que una cepa similar hasta un 86% al SARS COV-1, como se llamó el antecesor del tipo 2 que produce el Covid-19, se comportaría de una manera tan distinta.
No por nada abundan las teorías de la conspiración que hablan de cómo este coronavirus fue fabricado en un laboratorio para ser usado como arma bacteriológica, y que se liberó por error o como parte de un plan de ataque para socavar la manufactura china y el comercio global, fortaleciendo con ello las economías cerradas y el nacionalismo, etcétera, etcétera.
VOLVER A LO PÚBLICO
Más allá del costo en vidas humanas o del impacto en la cadena productiva y las redes de consumo que tendrán las medidas de distanciamiento social, la administración de López Obrador tiene en su manos la oportunidad de recuperar la rectoría en sectores que, por la ideología neoliberal, se habían privatizado, como Salud.
Sobre las bases de lo que implica la atención a población abierta, López Obrador tendrá que construir su modelo de cobertura universal. No sólo impulsando el Instituto de Salud para el Bienestar, sino creando los mecanismos para coordinar al IMSS, el ISSSTE y hasta al instituto de seguridad social para las fuerzas armadas, con el Insabi.
Se lanzó una convocatoria a los profesionales de la salud para ocupar plazas en el nuevo instituto, y antes se había invitado a médicos y enfermeras a incorporarse al cuerpo militar de sanidad. De estos últimos, muchos tendrían que pasar al ala civil del servicio público en cuanto la emergencia sanitaria termine.
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