¿Se vive de ser escritor?, le pregunta Julio Hernández López ‘Astillero’ a Enrique Serna, quien ha tenido anteriores éxitos de librería como El miedo a los animales (1995) y El seductor de la patria (1999), biografía novelada de Antonio López de Santa Anna, además de mantener vigente su obra en el catálogo de las editoriales.
Serna acaba de lanzar lo que apunta a ser el libro del año, una novela sobre la vida del periodista Carlos Denegri: El vendedor de silencio (Alfaguara, 2019).
“Es muy difícil vivir de las puras regalías. Yo he hecho guiones de telenovelas, periodismo y también biografía de ídolos populares (como la de Negrete, el charro cantor, Jorge el Bueno, que publicó en 1993).
“Tenemos que buscar otros ingresos porque el público lector en México es muy pequeño. Se pueden contar con los dedos de la mano los escritores que viven de sus regalías en nuestro país”.
¿Y se puede vivir siendo periodista?, le pregunta entonces a Luis Pablo Beauregard, corresponsal de El País en México:
“Lo más lo curioso, después de lo que dice Enrique Serna, es que hay muchos periodistas en México que sueñan con dejar el periodismo para convertirse en escritores”.
En el texto que Beauregard publicó en El País el 3 de mayo pasado, ‘Fin de ciclo para la prensa mexicana: Los ajustes del Gobierno al gasto en publicidad y los cambios de la industria crean la tormenta perfecta para cientos de periodistas’ (https://elpais.com/internacional/2019/05/03/mexico/1556840314_544026.html), se habla de los muchos despedidos en la industria y los muchos cierres incluso entre los grandes aparatos periodísticos, constreñidos ahora a una realidad económica distinta.
“Uno tiene que pertenecer a este gremio para escuchar a los colegas quejarse de que han pasado tantas quincena sin que les depositen, que despidieron a 20 o 30 personas de tal medio o de medios que han cerrado con apenas un año de vida. Y eso es porque no se habla abiertamente, no se transparenta ni discutimos esas cosas. Preferimos callarlo porque ‘perro no come perro’”.
EL REY POETA
Cuestionado respecto a si le gustaría escribir una novela con la historia de López Obrador, Serna comenta que para novelar una vida se necesita una distancia mayor a respecto a los personajes históricos, y la de Andrés Manuel es una trayectoria que todavía no ha culminado. “Es una incógnita qué va a pasar con este gobierno, no sabemos si va a tener éxito o si va a fracasar con estas renuncias en el gabinete y los problemas tan difíciles que enfrenta”.
Tampoco hubiera escrito sobre alguno de los mandatarios recientes: Peña Nieto, Calderón o Fox:
“A mí me emociona Nezahualcóyotl, porque me encanta la época que vivió y su pugna con Tlacaélel que era el ideólogo del imperio azteca y poder tras del trono durante cuatro emperadores. Fue él quien mandó quemar los códices para reinventar la historia de los aztecas y convertirlos en un pueblo militar e imperialista.
“Me atrae mucho para escribir una novela esa confrontación del rey poeta, un humanista que era además arquitecto y ecologista pues él plantó los pinos del bosque de Chapultepec, con esta especie de Goebbels del imperio azteca”.
EL VENDEDOR DE SILENCIO
La novela más reciente de Enrique Serna cuenta la vida del periodista Carlos Denegri, el columnista más consentido y temido por la clase política entre los años cincuenta y sesenta, que cultivó la crónica de sociales exaltando las excentricidades de los nuevos ricos, y fue pionero de la televisión con su programa de entrevistas y comentarios.
‘El mejor y el más vil de los reporteros’ como lo llamó Julio Scherer, Denegri fue legendario por su habilidad para extorsionar a los políticos y cobrar más chayotes por lo que callaba que por lo que publicaba.
Más allá de los factores que lo llevan a decidir un tema, ¿a veces Enrique Serna se siente presionado al pensar si un asunto puede ser comercialmente exitoso o no?, le pregunta Julio Astillero.
“Hay que tener olfato para saber si algo puede tener éxito o no –reconoce el escritor–. Yo pegué un hit con El seductor de la patria (una biografía novelada de Santa Anna) hace 20 años, pero después de eso preferí escribir libro de cuentos, sabiendo que un volumen de narrativa breve está condenado a venderse mucho menos que una novela.
“Es cierto, he tenido que ser mercenario en otros géneros. Escribí argumentos de teleseries y cuentos infantiles, pero en literatura sí escribo lo que me gusta, por necesidad expresiva. Algunas de esas producciones coinciden más con el gusto mayoritario, y otros libros no”.
Hablando de teleseries, ¿le gusta a Enrique Serna la narrativa que se puede dar en plataformas como Netflix?
“Estamos en una edad de oro de las teleseries, porque antes, en las telenovelas por ejemplo, había cartabones de mercadotecnia muy rígidos. En cambio ahora hay una enorme diversidad genérica y hay muchas plataformas, además. Antes era solamente el monopolio de Televisa, pero la competencia ha permitido también mucho más libertades en ese campo”.
EL ESPEJO MEXICANO
Para Luis Pablo Beauregard, lo que ha hecho Enrique Serna con esta novela sobre Denegri es colocar un espejo frente al lector. El vendedor de silencio habla de cosas muy actuales y donde periodistas como Joaquín López Dóriga o Carlos Loret de Mola podrían coincidir en sus prácticas con algunas de las cosas que Denegri hizo en su trayectoria como periodista en Excélsior.
“Remontarse a 1967 ayuda a entender el México de 2019, y esa brecha generacional es interesante. Pero sobre todo para un lector como yo nacido en 1981, me descubre un personaje periodístico del cual no había oído hablar”.
Los radioescuchas evocan por mensajes algunas de las anécdotas que forjaron la leyenda negra de Carlos Denegri, como cuando borracho asaltó un banco vestido de hawaiana y con una escoba en la mano. Otro oyente recupera el rumor de que alguna vez Carlos Denegri le clavó un puñal en el pie a su mujer:
“Es verdad –confirma Enrique Serna–. No fue un puñal sino un yatagán, esta especie de sable que dejó caer y con él dejó prensada a su mujer contra la duela de su casa. Ese era el tipo de barbaridades que estaba haciendo Denegri en 1969, cuando Scherer lo excluye del periódico”.
Ya de salida, el autor nos cuenta que los bienes que dejó Denegri –no muchos porque era un manirroto que siempre se dio la gran vida–, como su mansión en Xochimilco, se los quedó la mamá y el hermano. A Pilar, una de sus hijas que fue quien aportó más datos al novelista sobre la vida del biografiado, no le tocó nada de la herencia paterna.
ZABLUDOVSKY Y PIÑÓ
Entre los personajes que aparecen en la novela hay algunos que podrían merecer una biografía bien escrita. Beauregard propone a Jacobo Zabludovsky, a quien Denegri regaló su máquina de escribir como pasándole la estafeta del periodista más influyente. “Dentro de unos años ya será una figura a descubrir para los mexicanos jóvenes, con un perfil interesantísimo”.
Pero Serna se inclina más por Jorge Piñó Sandoval, quien sostuvo por un año la revista Presente antes de ser exiliado. En esa publicación aparecían como denuncias de enriquecimiento ilícito todos los excesos (casas, automóviles deportivos, viajes) cometidos por los nuevos ricos creados por el régimen alemanista. Esos mismos a quienes Denegri celebraba en su columna de sociales.
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