El 11 de noviembre de 1918 a las 11 horas se firmó el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Con ello se dio fin a una guerra sangrienta, y también estallaron por los aires algunos de los imperios que se encontraban entonces vigentes (como el Austrohúngaro o el Otomano), se cambió el mapa de Europa; se movió el centro del poder hacia los Estados Unidos y se sentaron las bases para que unos años después se produjera la Segunda Guerra Mundial.
Una importante y emotiva ceremonia tuvo lugar en París, en el Arco del Triunfo a la cual asistieron numerosos jefes de estado y de gobierno y se produjo un discurso de Macron, el Presidente francés, que se recordará durante mucho tiempo, resaltando la contraposición entre el patriotismo y el nacionalismo (en clara alusión a Trump y sus políticas proteccionistas y aislacionistas). Inglaterra no estivo presente, pues llevó a cabo su propia celebración (su Brexit económico, es también su Brexit político). Macron y Merkel se mostraron más unidos que nunca y Trump, que llegó tarde, fue observado más bien solitario, aislado. Los aliados y los enemigos nunca son para siempre, eso quedó bien claro al Mundo. El ambiente mundial se encuentra cada vez más enrarecido y polarizado por la actitud del gringo.
Mientras tanto, en Colima, continúan los ecos y las opiniones en relación con la comparecencia del gobernador Peralta ante el Congreso local. Y parece que todavía resonaran sus palabras groseras y hasta insolentes hacia los diputados Rodríguez y Parra. La actitud del Ejecutivo no tiene una explicación. Muchos la consideran como una declaración de guerra; como si no se hubiera dado cuenta que las cosas cambiaron el pasado primero de julio y que, hay un nuevo equilibrio de fuerzas y si el gobernador quiere tener y ejercer algo de poder, su actitud debe ser otra ante la Cámara y ante los colimenses, y que tendría que negociar con otras fuerzas que no le resultan afines, política ni ideológicamente. Y fue precisamente a esas fuerzas a las cuales golpeó y de las cuales, se burló.
La opinión de algunos observadores es que la actitud porril para controlar la sesión de la Cámara significa una declaración de guerra, que no debiera importar mucho a Juan Pueblito, y, sin embargo, si nos importa porque eso pone en juego el futuro a corto plazo de nuestra Entidad, y en ella vivimos. La actitud de Peralta debiera tomarse, cuando menos, como irresponsable. Resulta evidente que quedó demostrado que los diputados morenos carecen del oficio que debiera serles exigible porque ser nuevos no debe ser una disculpa válida, pero resulta imperdonable que se observe esa falta de oficio en alguien que siendo gobernador se encuentra a la mitad de su período. Y es que la discusión no debió darse en las galerías del Congreso sino entre diputados y gobernador.
Tomar las galerías por parte de la burocracia estatal resulta, por lo menos, incorrecto. Y si se hizo y desde muy temprano, para evitar que fueran ocupadas por otros grupos que no le resultan afines al Gobernador, ese modo de actuar, no deja un buen sabor de boca a los colimenses: Esos asistentes que debieron estar a esa hora en sus oficinas, para abandonar éstas y ubicarse donde lo hicieron, debieron contar con un oficio de comisión. Éste debió exhibirse. Y en ese caso, ¿quién lo firmó? Y si se encontraban allí, comisionados o no, debieron comportarse con corrección: No podían echar porras a su jefe y mucho menos, abuchear a los diputados. No se les podía faltar al respeto a los diputados, porque son nuestros representantes: Ellos integran la soberanía popular. Ante una actitud como la observada, el Presidente del Congreso debió exigir que se desalojaran las galerías y debió conminar al Gobernador a guardar la corrección y a conducirse con la verdad en vez de huir cual vulgar forajido. Y eso no se intentó hacer.
Pero, aunque después de lo sucedido, el Gobernador partió a la ciudad de México, según se dijo, éste, preocupado por mejorar su imagen, el sábado tuvo que acudir a la Feria, arropado por una fracción de su corte celestial. Quiere ahora el Gobernador exhibirse en el Estado los fines de semana. Quiere que el pueblo lo vea, que constate que está en la Entidad y no fuera de ella. Esto es contrario a lo que se mostraba como interés hasta hace unas cuantas semanas. Pero el pueblo lo sigue encontrando distante y lo sigue viendo ajeno al Estado. El mal hecho por su propia oficina de prensa continúa mostrando sus efectos y esa impresión resultará muy difícil sino imposible de corregir. Sigue siendo el gobernador que nunca está entre nosotros, aunque físicamente aquí esté.
Veremos lo que sucede durante las comparecencias de los secretarios en el Congreso. Estas letras se juntan cuando se desarrolla la de Arnoldo Ochoa y los resultados serán conocidos bien pronto. El Secretario de Gobierno, se opina, fue el orquestador del show vivido el jueves y por supuesto, tiene su sello. ¿Habrá él, hecho lo mismo durante su comparecencia? ¿O sólo habrá embarcado a su jefe Peralta en esa aventura para mostrarse Ochoa, como el conciliador?…
Y ahora, ya acabó la Feria, Colima debe regresar a su normalidad (y a prepararse para las siguientes fiestas). Al fin estamos en pleno puente Muertos-Candelaria.
Todo parece indicar pues, que el Mundo no aprende.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.