(PRE) CAMPAÑA ADELANTADA

Con Andrés Manuel López Obrador, el miércoles 7 de febrero en el Jardín Libertad, se completaron las visitas a la capital del estado de los (pre) candidatos a la Presidencia de la República por las tres principales fuerzas políticas.

Primero estuvo en la ciudad José Antonio Meade Kuribreña, quien se reunió el 4 de enero en la antigua Hacienda del Carmen con un grupo de militantes del PRI, muy escogidos y bien separados del ex secretario de Hacienda, con vallas para seguridad (y comodidad) del candidato ciudadano.

Y luego, el 18 de enero, vino Ricardo Anaya Cortés. Convocó a sus correligionarios panistas en el salón Allegra, en un mitin donde también estuvieron presentes los liderazgos de Movimiento Ciudadano y el Partido de la Revolución Democrática.

La etapa que terminó este domingo 11 de febrero, resultó un adelanto de la campaña presidencial. Y lo más probable es que el periodo entre campañas no sea más que la continuación de la guerra por otros medios y en un frente distinto; ya no en prensa, radio y televisión, sino en las redes sociales donde todo se vale.

En la precampaña, los partidos que componen las coaliciones que postularán a quienes contenderán por el cargo debían elegir a su abanderado, en un proceso interno que culminaría en una elección primaria, consulta a las bases o, en todo caso, una asamblea para nominar al candidato por aclamación.

Sin embargo, como en el PRI (cabeza de la coalición “Todos por México”, que integran además el PVEM y Nueva Alianza), PAN (buque insignia de la alianza “Por México al Frente”, del que forman parte el PRD y Movimiento Ciudadano) y Morena (núcleo de la coalición “Juntos haremos historia”, al que también pertenecen el Partido del Trabajo y Encuentro Social) no hay más que un solo aspirante a la candidatura presidencial, la precampaña fue mera simulación, una campaña anticipada pero empobrecida por las propias condiciones preelectorales que conminaban a los candidatos a no adelantar propuestas de gobierno.

Al menos López Obrador no hizo mayor caso de esta restricción, pues en este periodo presentó la tercera versión de proyecto alternativo de nación. Meade promete convertir a México en una potencia mundial, garantizar que las mujeres ganen lo mismo que los hombres y arrancar, ahora sí, el sistema nacional anticorrupción. Mientras Anaya afirma que habrá un cambio con ideas modernas, dice, para diferenciarlas de la propuesta de cambio con ideas del pasado que los panistas le atribuyen a Morena.

Ni José Antonio ni Ricardo han querido confesar que su programa de gobierno consiste, fundamentalmente, en ofrecer “más de lo mismo”, porque eso los haría perder puntos en las encuestas que, de todas maneras, los ubican en tercero y segundo lugar, lejos de Andrés Manuel.

LO QUE AMLO QUISO DECIR…

Algunas de las ideas del Peje suenan bastante aventuradas, como lo de la amnistía a narcotraficantes y otros delincuentes (si es que eso fue lo que realmente expresó). Otras han sido infructuosas, como anunciar su eventual gabinete tal cual lo hizo en 2006 y 2012, cuando la revelación de los nombres causó un impacto que no tuvo ahora dar al conocer la lista de sus futuros colaboradores en la Presidencia.

No se movieron las encuestas hacia arriba o hacia abajo, ni siquiera cuando se informó que se incorporarían a su equipo de campaña personajes polémicos, como el nieto de Elba Esther Gordillo, la senadora Gabriela Cuevas o el ex jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard.

Pese a los negativos, la intención del voto le favorece al señor López no por los detalles del plan de gobierno, sino porque representa la esperanza de cambiar un modelo político, de seguridad y, sobre todo, económico que no ha traído beneficios para la mayoría de la población.

Hace doce años, a Andrés Manuel lo derrotó el pánico moral que un grupo de estrategas sembraron con lemas de anti-campaña tan eficaces como: “Un peligro para México”. Pero este 2018 hasta el autor de la frase, Antonio Solá, se desdijo de lo que acuñó al considerar que AMLO podría ganar la Presidencia de la República si logra encajar ese caudal de ira de los ciudadanos “en una corriente positiva del voto”.

Tampoco han funcionado las fake news fabricadas en los cuartos de guerra para desprestigiar a López Obrador, como la del supuesto apoyo de Venezuela, patente en supuestas pintas en bardas de Caracas, o el mito de la injerencia de Rusia en las elecciones.

Estas manipulaciones simbólicas podrían resultar incluso contraproducentes al proyecto de Meade. Cuando se habla del populismo de Chávez y de cómo Maduro es un dictador que llegó al poder por la vía electoral, es inevitable pensar en el proyecto disruptivo de Donald Trump y en la forma indigna como el mandatario estadounidense trata al único estadista que lo tomó en serio como candidato, Enrique Peña Nieto.

De la misma manera, cuando se alerta contra la injerencia extranjera en los comicios, se muerden la lengua los operadores del PRI que han venido presentando a Meade como la respuesta del sistema político mexicano a los actuales intereses de la Casa Blanca.

EL DE ATRÁS SE QUEDARÁ:

Los estudios de opinión le siguen dando la ventaja a AMLO en la intención del voto. Aun cuando el equipo de Meade presume la rapidez con la que ha subido en las encuestas de conocimiento. Cierto, Andrés Manuel tiene 12 años en campaña. Pero es absurdo que habiendo sido secretario de Estado en dos gobiernos de distinto partido, ocupando las carteras de Hacienda (dos veces), Relaciones Exteriores y Desarrollo Social, el grado de conocimiento del candidato priista fuera al inicio tan bajo.

Y eso que ningún otro secretario de los que sonaban en el gabinete recibió tanta exposición mediática como Meade. Sin mencionar que, con él, se ensayó un nuevo tipo de destape: el de la capucha transparente, pues se supo que el titular de Hacienda sería el beneficiario del dedazo de Peña, desde que reformaron los estatutos del PRI para que el candidato presidencial fuera un ciudadano “sin militancia”.

Por lo demás, la confianza que tenía el oficialismo en que López Obrador llegó a su techo, es decir, que ya no subirá en las preferencias, se rompe ante la evidencia de que es Meade quien no crece. Por lo visto, fracasó la apuesta de liberar al candidato del gobierno de Peña Nieto del estigma de ser miembro del PRI o de cualquier otro partido.

Tal vez el estratagema resulte finalmente si José Antonio da el colosaso y rompe con Peña. Mas, ¿cómo podría, quien fue el responsable de la política económica en los últimos dos sexenios, dar un discurso en marzo señalando: “Veo un México con hambre y sed de justicia…”?

Para colmo, Meade no acaba de ser aceptado por los primeros que debieron acogerlo en su seno: los priistas. Y entre las huestes de Nueva Alianza, el entusiasmo es de dientes para afuera. De las estructuras del Verde no generalizo, porque esa es una marca cuyas franquicias en cada estado merecen un análisis particular.

En Colima, por ejemplo, el PVEM es el virgilismo, cuyas privilegiadas posiciones en la parrilla electoral del oficialismo no se la debe a Meade, sino al presidente Peña y, en todo caso, al gobernador Ignacio Peralta que ha sabido honrar el acuerdo político que le permitió ganar la elección ordinaria (aunque después se haya anulado), sin tener que enfrentar a un candidato del PAN tan vistoso como era entonces el alcalde de Manzanillo, Virgilio Mendoza.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.

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