Respecto a la Estrategia Nacional de Lectura que presentó el presidente López Obrador el pasado 26 de enero en Sinaloa, de visita en Colima el escritor Juan Villoro saluda un plan que, sin embargo, “tendrá llenarse de contenidos e irse perfeccionando con la suma de nuevos actores”: no sólo las librerías y las bibliotecas, sino también los padres de familia y, sobre todo, los maestros.
En la rueda de prensa que ofreció para invitar al par de conferencias que dictaría, el miércoles 6 y el jueves 7 de febrero en el Teatro Hidalgo, sobre ‘la conciencia narrativa’ y el ‘viaje al centro de la mente literaria’, Villoro habló de las bibliotecas como un espacio de conversación y de convivencia que debemos recuperar:
“Una de las grandes tragedias contemporáneas es la pérdida de la mayoría de los espacios de reunión. Los espacios civilizatorios de conversación son necesarios y uno de ellos deben ser las bibliotecas.
“Uno lee en soledad, pero si disfruta un libro de inmediato necesita comunicarlo. No conozco a nadie que lea un libro con placer y diga: esto es tan fabuloso que lo quiero guardar en secreto. No, uno lee el libro y si está increíble lo primero que haces es enseñárselo a la persona que más aprecias. Y eso es importante para crear una cofradía de lectores.
“Escribí un monólogo que, incluso en Colima, presentó Arturo Beristáin y es la historia de un bibliotecario. Él habla de los libros en papel y los compara con los libros electrónicos. Encuentra una ventaja en los libros en papel: lo más valioso que tienen, dice, son las manos que nos los entregan. Mientras tengamos necesidad de otras manos, habrá libros en papel. Estas manos crean una cofradía, esa cofradía hace comunidad y puede transformar las cosas a futuro.
“En mi libro de ensayos La utilidad del deseo, los temas tienen como eje el lema de los hermanos Grimm con el que ellos ampararon sus cuentos para niños: ‘Entonces, cuando desear todavía era útil’. Hubo un tiempo remoto en el que si uno deseaba eso servía de algo, porque llegaba un hada madrina y te concedía tres deseos. La historia de la modernidad es la de una época en que los deseos ya no se cumplen.
“La literatura es ese espacio donde los deseos aún se pueden cumplir, donde puede haber una utilidad para ellos. De ahí el título de mi libro”.
EDITAR, DISTRIBUIR, CONTAGIAR
Otro de los elementos de la lectura es la pasión, sostiene Juan Villoro. “No se puede decir que intrínsecamente es positivo que alguien lea. Recordamos tantas campañas en las que sale una actriz famosa o un cantante con un libro abierto y ni parece que lo estén leyendo. Menos parece que lo hayan entendido, pero se supone que lo están promoviendo. ¿Cómo va a promover de esa manera un libro? El libro de por sí se tiene que contagiar, tienes que tener el libro dentro para poder recomendárselo a alguien más”.
“La formación de lectores es una ejercicio de pasión, pero también la pasión debe seguir una estrategia. No basta con que todos le echen ganas, sino cómo trasladamos esta pasión, cómo empezamos a incentivar a los padres de familia, cómo conseguimos que los buenos libros le lleguen a quienes necesariamente les tienen que llegar y cómo mejoramos la participación de los maestros.
“En Nayarit los maestros de las escuelas públicas han hecho un trabajo sensacional, tanto en la zona rural como en la urbana. Hay ahí un modelo que se puede replicar en otros lugares, y existen otros ejercicios parecidos.
“Debemos reflexionar estas técnicas, hay mucho que hacer y se puede lograr pero, como en todo en la política, lo importante es que todo se convierta en una forma de la eficacia y no de la demagogia. En futbol de nada te sirve jugar bonito si no metes un gol. El gran desafío de un equipo es que la belleza se convierta en una forma de la eficacia. Y eso es lo que tenemos que buscar, que verdaderamente esos programas de fomento a la lectura tengan eficacia”.
De la Estrategia Nacional de Lectura, agrega Juan Villoro, “me alientan algunos temas como los tirajes masivos del Fondo de Cultura Económica para niños, libros que han sido una maquinaria de formación de lectores. Hay muchas iniciativas que han tenido éxito, otras no tanto. Pero podemos avanzar mucho más”.
UN DEFENSA LLAMADO TOLSTOI
Tras bromear con los reporteros sobre el título de su libro de crónicas futbolísticas –¿Dios es redondo?, le preguntó alguien– y responder que “sí, pero a veces está ponchado como los balones y bota como le da la gana”, el también autor de Balón dividido y Los once de la tribu opinó sobre temas el nuevo entrenador de la selección nacional o la incorporación de la tecnología VAR, de la que a su juicio no se debe abusar porque parte del encanto del futbol es la injusticia del arbitraje.
A propósito del balompié, le preguntaron si escribir sobre el futbol (biografías de jugadores, por ejemplo) es una buena estrategia de fomento a la lectura. Al respecto, Villoro recordó una experiencia en Ciudad Netzahualcóyotl donde armaron una liga en la que se le repartieron camisetas a los jugadores con los nombres de escritores famosos. Jugaban Tolstoi, Chejov y Dostoievski, y el requisito para vestir su camiseta es que tenían que aprenderse la ficha biográfica de ese escritor, y además leer un libro de él.
“El futbol es una forma de juego. Y aunque no todo al que juega futbol le interesa la lectura, ni siquiera de temas de futbol, es buena cualquier alianza entre futbol y lectura, ajedrez y lectura o cine y lectura. Hay que ir avanzando en esas alianzas. Por ejemplo, en los hospitales es necesario crear bibliotecas: hay una gran literatura que tiene que ver con enfermedades, con el consuelo a las personas, a los pacientes, o con temas que pueden aliviar. La literatura tiene un efecto terapéutico y, asociar la literatura con la medicina es importante. De hecho, podemos asociarla con muchas actividades, diferentes gremios y formas de la expresión, y eso es provechoso.
“Estaba en Barcelona cuando vino la crisis de 2008 que frenó la llamada burbuja inmobiliaria. Se había estado construyendo muchísimo en España y un buen número de arquitectos que se quedaron sin trabajo cayeron en severa depresión, algunos hasta se suicidaron porque tenían deudas personales que no podían pagar. El colegio de arquitectos diseñó entonces un programa de clubes de lectura para superar la crisis: consistía en enfrentar sus problemas a través de la discusión de libros. Los arquitectos entendieron que gremialmente eso les funcionaba y se convirtieron, mientras no podían construir, en los mejores lectores de Cataluña”.