DONDE ACABA LA PATRIA

El periodismo narrativo aspira a ser literatura de no ficción. Las historias se narran con todas las herramientas que ofrece la literatura, pero con base en un principio irrenunciable: no ficción significa que no hay imaginación en el relato de los acontecimientos.

Aunque la poesía ayude a contar historias tan duras que nadie en su sano juicio querría leerlas, en el periodismo narrativo no se permiten licencias poéticas.

Estas son algunas conclusiones que podemos extraer de la charla que Federico Mastrogiovanni dictó en el marco de la primera feria virtual del libro Colima Lee, República de Lectores, el 29 de noviembre (https://web.facebook.com/1872359353063728/videos/208280050779327).

En una conversación con Grecia Navarro, directora de las librerías Educal en el estado de Colima, el periodista independiente y académico de la Universidad Iberoamericana, campus Ciudad de México, donde coordina el programa Prensa y Democracia (Prende), habló de un libro en preparación cuyo título tentativo es Aquí acaba la patria.

El volumen que será publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en la serie de Periodismo Narrativo (los de lomo verde) de su Colección Popular, incluye textos sobre “fronteras, exilios e islas”; historias que ocurren en muchos países.

“Ya está listo, sólo falta quitar algunos italianismos. Trata de la intimidación constante a las vidas de quienes, sobre todo, han emigrado y comparten grandes dificultades como hablar otro idioma.”

MI PATRIA ES MI MATRIA

Uno de los ejes del libro es el concepto de patria, apunta Mastrogiovanni. “Para un anarquista libertario como yo, el concepto es problemático. Como dice la canción de Darío Fo: ‘Nuestra patria es el mundo entero, nuestra ley es la libertad’”.

Cuando no tenemos una patria formal, el idioma son nuestras coordenadas. “Vengo de una país donde se hablan muchos dialectos. Y mi lengua materna no es aquella de la ciudad de Roma donde crecí, sino el dialecto de Venecia. Mi madre hablaba todo el tiempo en véneto y, hasta cierto momento de mi infancia cuando unos amigos que llegaron a la casa no entendieron lo que ella decía, siempre creí que en casa hablábamos el mismo italiano de las calles romanas. No supe hasta ya mayor que era en realidad bilingüe”.

Ahora, en México, “me he acostumbrado a hablar y a escribir en un idioma que no es el mío. El español no es mi lengua materna pero tampoco la paterna. México no es mi matria y tampoco es mi patria. Y si de repente no encuentro las palabras es porque no siempre las hay. Hay palabras que existen en español pero no en italiano”.

CADA IDIOMA, UN MUNDO

Los libros que Federico Mastrogiovanni ha publicado en nuestro país se escribieron en castellano. “Tiendo a escribir directamente en español pero, cuando tengo que pulir la frase, lo hago en italiano para tener más precisión”.

No escribe en italiano para luego traducir al español, “porque eso te obliga a escribir dos veces. Los idiomas son mundos. Si escribo un libro en italiano, al traducirlo al español acabaría escribiendo otro libro aunque sea el mismo tema. Lo que estoy haciendo es traducir algunos capítulos al italiano, pero con la ayuda de una amiga porque autrotraducirse es una hueva”.

En cambio, ahora mismo traduce para el FCE un libro de otro autor italiano y le queda claro que la traducción es traición. “No sólo vienen de la misma raíz ‘traducir’ y ‘traicionar’, en latín es el mismo verbo. Por eso, en las traducciones no hay que ser fiel sino leal. Como en las relaciones, es más fácil ofrecer lealtad que fidelidad”.

Las diferencias idiomáticas es uno de los grandes temas que los inmigrantes enfrentan. De entrada, ¿qué idioma hablar en familia? “Muchos inmigrantes proletarios tienen pena de hablar su lengua materna fuera de casa, por cuestión de clase”.

El idioma revela el estrato social, su pobreza. “Recibes un trato discriminatorio por tu condición social pero, si quieres integrarte, esa integración pasa por el idioma. Esperas que tus hijos se integren al hablar el idioma local. Mis primos en Canadá casi no hablan italiano, porque el italiano de sus padres es un estigma”.

Es curioso cómo, en el discurso hegemónico de Norteamérica, parece que los italianos son parte de la hegemonía racial porque tienen piel clara. “Se nos considera blancos, pero en el fondo nos ven como una plaga”, señala Mastrogiovanni.

NO ES NECESARIO INVENTAR

Autor de Ni vivos ni muertos: La desaparición forzada en México como estrategia de terror (Penguin-Random House, 2014), Federico Mastrogiovanni apunta que “uno de los rasgos que definen mi idea de lo que debería ser el periodismo” es acercarse al otro.

“Me encuentro muchos periodistas cerrados, intransigentes y moralistas, que no aceptan la idea de acercarse al otro, de ver que el otro no eres tú y piensa de una manera diferente. Si tu tarea es contar historias ajenas, tienes que entender que el otro no eres tú.

“Esta necesidad de inventar cosas en la no ficción, se relaciona con no aceptar cómo es el mundo fuera de ti. Me sigue soprendiendo que los periodistas inventen cosas. En el decálogo de Gay Talesse sobre periodismo narrativo, el punto tres dice: ‘Nunca inventes cosas, no es necesario’.

“Por no estender al otro, presumimos cosas que no son. Y nunca intentamos ver realmente qué significa la experiencia de vida de otras personas. Podemos hacer el esfuerzo de transcribir lo que él otro nos contó, pero no podemos olvidar que cada quien experimenta el mundo desde su particular punto de vista. Es inevitable.

“No obstante, los periodistas somos arrogantes con las demás personas, no sólo con los demás periodistas. Y cuando quiero que algo sea como yo lo veo, entonces me lo invento.”

LA HEREJÍA

Pues bien, sigue diciendo Mastrogiovanni, “los idiomas te enseñan que la forma en cómo se expresa el otro, te impone una manera de acercarte a él. Y el esfuerzo debe ser constante. Claro, es mucho más tranquilizador tener certezas, pero el trabajo periodístico te obliga a estar todo el tiempo en terreno movedizo, a reconsiderar siempre las cosas que piensas. Es muy cansado”.

“Muchos periodistas quieren elegir con quién ser empático y con quién no. Tendemos a generar empatía con quienes creemos buenos, con los que pensamos que están del lado correcto de la historia. Pero si eres diferente, eres malo.

“Es una postura hipócrita. En lo políticamente correcto a veces coinciden posturas que, por naturaleza, son distantes. Algunos posicionamientos hegemónicos son compartidos por capitalistas, demócratas y católicos.

“En la Italia de los años veinte, se sabía muy bien qué era el bien y qué era el mal. Pero después de la segunda guerra mundial, a quien siempre dijo tener la razón –Benito Mussolini– lo colgaron de los pies. Es hasta peligroso querer estar siempre del lado correcto de la historia.

“A mí me gusta más estar del lado equivocado. La herejía es fundamental para construir un pensamiento crítico, sobre todo en esta época de pensamiento único.”

NO PAGAN POR LEER

Uno de los libros de la serie de Periodismo Narrativo es Mirando a los ojos de la muerte, una recopilación de crónicas de José Reveles con texto introductorio de Humberto Musacchio.

El prologuista nos recuerda que “una historia se confecciona narrativamente en la dicotomía entre ficción y no ficción. Y enfatiza lo que decían los viejos jefes de redacción: ‘Al periodista le pagan por escribir, pero al lector no le pagan por leer’”.

Esto debería ser grabado con fuego en la piel de los alumnos que entran a la Facultad de Periodismo. “Antes, la gente tenía más tiempo de leer”. Pero ahora hay tanta información, tal abundancia de datos con señales de todo tipo (gráficas, sonoras, audiovisuales), tanta oferta literaria y audiovisual, que resulta difícil para alguien “tener tiempo de leerme”.

“Y menos si escribo mal, de manera aburrida e imprecisa. Si la historia es chafa y no la sé contar, el lector tiene derecho a decir que no está obligado a leerme.

“Quien tiene que hacer un esfuerzo porque me lean, soy yo. Pero a veces el esfuerzo no es suficiente, hace falta talento. Me ha tocado ver trabajos con buen reporteo, donde llegas al tercer párrafo de milagro. Como editor y como maestro, enfrento ese problema todo el tiempo.

“Leí recientemente un trabajo cuyo arranque no me gustó, pero como conocía la firma y me habían gustado sus textos anteriores, decidí tenerle paciencia. Sin embargo, si abro una pieza periodística y, al arranque, me aburre, dificilmente seguiré leyendo. Cuando sé que no estoy leyendo el libro o la pieza de mi vida, tengo que hacer un esfuerzo mayor.

“Ese mismo rigor lo aplico conmigo y no digo que siempre funcione. Hay veces que decido llegar hasta ahí, porque tengo que entregar la pieza.”

HERRAMIENTAS CULTURALES

Para Federico Mastrogiovanni no es sólo cuestión de resolver el arranque. El periodista narrativo debe entender que no está comunicando “sólo un conjunto de informaciones construidas como historia”.

“Paco Ignacio Taibo II y yo hemos dado talleres juntos y, aunque luego peleamos, siempre estamos de acuerdo que en el periodismo tienes que usar las herramientas de la literatura.

“Todo lo que cabe en nuestra concepción de la cultura y la literatura, son nuestras herramientas. Las podemos usar a condición de entender que no podremos inventarnos nada más allá de los acontecimientos”.

No ficción significa que no hay imaginación, subraya el también autor de El asesino que no seremos. Biografía melancólica de un pandillero (Debate, 2017).

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.

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