LA CARAVANA

Hambre, desempleo, pobreza, desigualdad, falta de oportunidades, injusticia, corrupción, impunidad, represión, crimen organizado entre otros factores; forman un complejo coctel para un país y para las personas que en él viven. Los mexicanos sabemos muy bien los estragos que causan porque los sufrimos todos los días. Esos son los factores que empujan a hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses a sumarse a una caravana para alcanzar el sueño americano (o el sueño gringo, más exactamente dicho), pero para otros (los menos quizás), el sueño mexicano.

Seguramente, resulta difícil pensar que los mexicanos no podamos entender a esos miles de centroamericanos que emprenden la difícil tarea de recorrer algunos miles de kilómetros caminando y a veces logrando algún aventón para poder alcanzar sus metas. Cada uno lleva a cuestas un pequeño bulto o una mochila donde guardan sus muy escasas pertenencias y sus esperanzas. Cruzan terrenos hostiles y en algunos casos logran la solidaridad de los lugareños de los lugares que atraviesan para poder obtener comida o bebida. Duermen en plazas públicas, en calles o donde les resulta posible. Buscan un futuro mejor, al cual tienen derecho, como todos los seres humanos.

Deciden viajar en una caravana porque de ese modo pueden defenderse unos a otros y evitan ser víctimas de los polleros y otras plagas de asaltantes (incluidos los funcionarios de Migración). De todos modos, y bien lo saben, no todos podrán llegar a la meta pues algunos, antes, encontrarán la muerte. Y esos encuentros ya comenzaron.

El loco que gobierna Gringolandia (que es racista y sanguinario cuando percibe debilidad de otros) ya desató su furia contra ellos: Son peligrosos criminales que ponen en riesgo la seguridad de su País, son gente muy mala, dice, y además en revuelta con ellos, viajan peligrosos individuos que provienen del Medio Oriente, que son terroristas. Aunque la mayoría no lo creemos, algunos de sus fanáticos, sí lo hacen y piensan que es el único que defiende su patria. Y eso, resulta muy conveniente cuando los Estados Unidos se preparan para una jornada electoral que tendrá lugar el 6 de noviembre, para la cual, según las encuestas el Partido Demócrata se encuentra a la cabeza.

Y no sólo ha sido su furia tuitera la que ha desatado: Ha amenazado con cortar las ayudas a los países centroamericanos y con instalar un cerco militar para sellar la frontera con nuestro País, si nuestras fuerzas armadas no le hacen la tarea sucia de detener la caravana. Nuestros países, que son soberanos, deben moverse al ritmo que marcan sus enfermizos tuits.

Son reacciones de una campaña electoral han dicho algunas voces, empezando por el futuro Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard y mucha razón tiene en su apreciación. Reflexionemos un poco: Las ayudas que intenta anular el gringo, no son ayudas que se entreguen a los gobiernos de esos países sino a organizaciones no gubernamentales y solo el Congreso puede fijarlas, cancelarlas o modificarlas; el Ejecutivo no puede hacerlo, se encuentran fuera de su alcance, pues. Por tanto, es una amenaza de difícil cumplimiento.

Por otro lado, cuando se produjeron los ataques del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente Busch decidió sellar las fronteras, lo cual produjo una importante crisis en las ciudades fronterizas gringas porque no podían llegar a ellas los mexicanos que normalmente realizan sus compras allá y quizás ninguna, sufrió tanto como San Diego.

Cerrar la frontera, significará repetir esos hechos y por supuesto, nadie se perjudicará tanto como su propio país. Por tanto, también resulta una amenaza de difícil cumplimiento. Diríamos que son llamaradas de petate.

Afortunadamente, muchos mexicanos han mostrado su solidaridad con los migrantes. Inclusive, algunos líderes empresariales han realizado declaraciones a su favor y han hablado de la capacidad de nuestra economía para absorberlos. Y es que, claro, hay cifras que muchos de los enemigos de los migrantes no han observado: Los que integran la caravana, son 5 mil, según algunos; 7 mil según otros y 10 mil según los que más inflan la cifra de migrantes. México es un país con más de 120 millones de habitantes, por lo cual absorber 10 mil (en la estimación más grande y bajo el supuesto de que todos se quedaran aquí) no resulta complejo. No lo notaríamos.

No debemos hacer eco de los gritos destemplados y provocadores de Trump ni tener miedo a sus tuits: Hay que contextualizarlos. Por otro lado, si anteponemos nuestro lado humano y racional, debemos apoyar a los migrantes, antes de hacerle gordo el caldo al gringo loco: Primero porque buscar una vida mejor es un derecho fundamental de la humanidad; segundo, porque los pueblos centroamericanos son nuestros hermanos y tercero, porque sus padecimientos son iguales a los nuestros.

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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