LA INGLESA Y EL GÜERO

A los 99 años, en Quinta Diana, su rancho cerca de Zitácuaro, Michoacán, murió el 24 de julio Diana Kennedy. El portal de la BBC se refirió a ella como ‘la Indiana Jones de la comida mexicana’.

Y es que, como nos recuerda la prensa internacional que hizo eco del deceso, la escritora inglesa publicó en 1972 el libro que la convirtió en una autoridad de la gastronomía mexicana: The Cuisines of Mexico. Ahí y en obras posteriores reveló a los lectores estadounidenses las recetas más exitosas de la comida regional de nuestro país.

Esteban Meneses Fernández comparte con los lectores de CarvajalBerber la anécdota de cuando conoció a la legendaria dama:

“Entre presidentes priistas había la costumbre que el entrante, para restarle fuerza al anterior, lo satanizaba y se ejercía castigo a los secretarios y colaboradores.

“Así ocurrió, cuando al cambio de gobierno, metieron al bote al director de Radio y al de Televisión, ambos funcionarios de la Secretaría de Gobernación. Alberto Isaac, quien para entonces ya estaba viviendo en Comala, había sido en esa manada director [del Instituto Mexicano] de Cinematografía y, al saberse de esas detenciones, me dijo: ‘Sinceramente, yo le tengo miedo a los tehuacanazos. Por favor, llévame a esconder.’

“Manejamos todo el resto de ese día y llegamos a San Cayetano, un pintoresco barrio de Zitácuaro donde operaba un hotel hermoso que se llenaba de jueves a lunes. El resto de la semana estaba ocupada la mitad con gringos que pasaban aquí medio año.

“Para mi sorpresa, el dueño era un vietnamita amigo del Güero, a quien junto con otro paisano de él había conocido yo en Chamela en los primeros años sesenta, ya que ambos eran cocineros de Rubén Zuno, quien vivía en una casa histórica llamada La Aduana en esa misma playa de Jalisco”.

“Una vez en San Cayetano –recupera el relato Esteban–, decidimos que pasaría yo la noche ahí para regresar a Colima al día siguiente. Antes de emprender el camino, Alberto y yo caminamos unos metros para visitar a una señora más que madura, súbdita británica y también amiga de Isaac.

“Muy alegre y simpática, resultó ser una personalidad con reconocimiento como la más experta cocinera de comida mexicana y autora de muchos libros sobre ese tema.

“Para mi sorpresa, en el tour por su casa, al saber que yo era de Colima se metió a gatas abajo de un pretil y sacó, para presumirme, un botellón oscuro con ‘¡vinagre de tuba de Colima!’, ingrediente infaltable para las enchiladas dulces, dijo.

Diana me despidió diciendo: ‘Voy a hacerle desayuno a Alberto’. Pero me sorprendió con una sugerencia: ‘Tú vete y, en el camino, te detienes en el crucero de Los Azufres. Paras en el tercer estanquillo y me saludas a Marcial: pídele unos tacos de cabeza de res, son los mejores que he probado en todo México.’ Marcial no me cobró.

“Leyendo La Jornada me enteré que Diana falleció a sus 99 años. Hace pocas semanas, Esthela mi hermana me dijo que Diana había venido a visitarla, pues eran viejas amigas.

“Descance en paz, doña Diana. Y ojalá le haga, al llegón, unas enchiladas a San Pedro”, cierra Esteban.

UNA CASA COLIMOTA

A Esthela Meneses, ex presidenta municipal de Colima, tres de sus amigas y la editora de Diana le hablaron para avisarle. “Qué pesar –le confió a su hermano–, la ley de la vida”.

También le contó a Esteban que “Carlitos, su mozo de confianza de los últimos años, me llamó muy desconsolado. Él sabía cuánto la estimaba y que cuando se ponía deprimida me llamaba para que le hablara, porque se animaba. Le encantaba platicar de Colima. Me pedía sal, mangos, cocos… ¡y vinagre de tuba…!

“Me quedé con las ganas de despedirme, qué le vamos a hacer…”, agrega Esthela Meneses, quien valora ahora más que nunca el privilegio de esa amistad:

“Fíjate que me enteré que era medio grosera (inglesa, al fin y al cabo) en ocasiones. Y leyéndole esas reseñas a Toño mi esposo, me comentó: ‘Pues de veras que fuiste de las pocas personas a las que mostró un afecto y un lado muy amigable’”.

Diana Kennedy “casi quería que le rentara el frente de mi casa tres años, cuando vino acompañada de Ana, su editora, y me hizo llevarla por todo Colima y Comala, buscando una casa. Y siempre me decía al final del recorrido: ‘Uf, esas casas totalmente palacio no me gustan. Quiero una como la tuya…’

Diana “estaba decidida a venirse a Colima. Yo me agobié pensando en la responsabilidad, porque tenía 96 años entonces. Y ella me dijo: ‘No te preocupes, cuando vea que ya no puedo vivir como quiero, estoy preparada…’

“Afortunadamente decidió quedarse en Zitácuaro. Hoy llega de Estados Unidos la delegación de la Universidad de Texas, encargada de su legado. Le harán un homenaje y la incinerarán. Ella quería que esparcieran sus cenizas ahí, en su terreno”, cierra su conversación Esthela Meneses.

LOS MEJORES TAMALES

Precisamente, La Jornada señáló que Diana Kennedy dedicó gran parte de su vida a aprender y preservar la cocina tradicional de México, su país adoptivo. Pasados los 80 años, viajaba cientos de kilómetros en un camión destartalado en busca de aldeas remotas y sus recetas desconocidas.

“En casi una docena de libros plasmó sus esfuerzos por rescatar tradiciones culinarias casi desaparecidas, mucho antes de que el resto del mundo le diera a la cocina mexicana el respeto que ella consideró que merecía”.

Según su amiga Concepción Guadalupe Garza Rodríguez, Kennedy falleció en paz poco antes del amanecer, en su vivienda. Todavía el 3 de marzo, en ocasión de su cumpleaños, fue a un almuerzo en un hotel de Zitácuaro. Pero las últimas cinco semanas pasó la mayor parte del tiempo en su habitación. Garza la visitó una semana antes de su muerte, y ambas lloraron al despedirse.

Para la Secretaría de Cultura del gobierno federal, la vida de Kennedy “fue dedicada a descubrir, recopilar y preservar la riqueza de la cocina mexicana. Diana entendió, como pocos, que en la conservación de la naturaleza está la clave para seguir obteniendo los ingredientes que hacen posible continuar creando los platillos deliciosos que caracterizan nuestra cocina”, destaca el comunicado.

Tras la publicación de su primera obra, Las cocinas de México, escrito luego de pasar largas horas con cocineros caseros en todo el país, Kennedy se volvió la principal autoridad en la cocina tradicional mexicana, y sigue siendo referencia fundamental sobre el tema incluso cuatro décadas después. Dio siempre una lección de humildad al dar el crédito a quienes le compartieron sus recetas, generalmente mujeres.

“Cocinar te enseña que no siempre tienes el control, llegó a afirmar. Es lo que te da el desenlace que más te mereces. Los ingredientes pueden engañarte”, retoma Cultura.

Recibió la Orden del Águila Azteca por documentar y preservar la cocina mexicana. Gran Bretaña también la honró al condecorarla Miembro del Imperio Británico por promover las relaciones culturales con México.

Y sí –como recuerda Esthela Meneses–, era conocida por sus comentarios afilados, incluso mientras su trabajo pionero ayudaba a convertir a México en una meca culinaria, cita La Jornada.

Una vez le dijo a José Andrés, chef ganador del premio James Beard y propietario de un aclamado restaurante mexicano, que sus tamales eran horrendos. Le preocupaba que esos chefs famosos que acudieron en masa en los últimos años para estudiar y experimentar con la pureza de la flora, la fauna y los sabores de México, estuvieran mezclando los ingredientes equivocados.

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