LIBERTAD DE HACER NEGOCIOS

Para Álvaro Delgado, la contundencia del foro Los Desafíos de la Libertad de Expresión, celebrado el 22 de septiembre de 2021 en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara, se mide por quienes lo organizan: el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa y el rector Ricardo Villanueva Lomelí, enfrentado ahora al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro.
También por quienes constituyeron la columna vertebral de las ponencias: Jorge Castañeda, Álvaro Vargas Llosa, Christopher Domínguez Michael, Héctor de Mauleón. Y por quienes fungieron como moderadores estelares: Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín.
Los panelistas fueron en su mayoría parte del consejo editorial de las revistas Nexos y Letras Libres. Y de los periodistas de otros medios, como Gabriela Warkentin, Pascal Beltrán del Río o Raymundo Rivapalacio, muchos comparten con los organizadores su militancia en el bando contra López Obrador. Junto a Jorge Zepeda Patterson y Ricardo Raphael, Julio Hernández López ‘Astillero’ supuso una excepción a esa línea ideológica.
Los grupos de Nexos y Letras Libres son, como el presidente López Obrador dice en su libro más reciente, el PRIAN de la intelectualidad. Durante los sexenios de Fox, Calderón y Peña, se llevaron 537 millones 305 mil 389 pesos de recursos públicos. Y en el tema de la libertad de expresión, hace dos años reunieron a los mismos, en el mismo lugar y, por supuesto, con el mismo planteamiento.
De ese coloquio se hizo un documental como probablemente se hará otro sobre este encuentro, que elaboró Clío, la empresa editorial de Enrique Krauze, a un costo de un millón y medio de pesos, reveló Sin Embargo en abril pasado.
En síntesis, este encuentro no fue sobre la libertad de expresión sino sobre la libertad de hacer negocios. Por ir a decir que alguien se los madrea, le sacaron millón y medio de pesos a la UdeG, añade Páez Varela.
“Un llanto muy productivo”, remata Julio Astillero, invitado de Los Periodistas, Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, a la emisión del 24 de septiembre del noticiero que transmite Sin Embargo al Aire (https://www.youtube.com/watch?v=iZkS3vz5QXk).
 
NO, AL NUEVO VOX

“Pensé mucho, los días anteriores, mi participación ahí. Cuando se conoció que estaba en la lista de los participantes, se vino una cascada de críticas en redes sociales: ‘ya te vendiste’, ‘ya eres de Frenaa’, ‘ya eres de Vox’.
“Me preocupa que haya esa identidad tan frágil y muchos internautas crean que, por sentarse junto a alguien o por platicar con alguien, te vas a contaminar y a cambiar tu forma de pensar y de ser de toda la vida. Es confiar muy poco en uno mismo.
“La presencia de Jorge Zepeda, la intervención de Ricardo Raphael y la mía contribuyeron a que no se produjera el guión escrito para esta reunión, un guión idéntico al de hace dos años. Los moderadores, como el de mi mesa, Héctor Aguilar Camín, insistían mucho en: ¿cómo se sienten?, ¿cuáles son los riesgos?, ¿cuáles, los peligros?, ¿cómo seguir haciendo periodismo en estas condiciones? Todo en la idea de que relatáramos cuando nos hemos sentido bajo fuego, bajo señalamiento de la presidencia de la república.
“No se expusieron los casos porque no existen. Gabriela Warkentin narró su propia experiencia a partir de que la exhibieron en la mañanera. Desde luego es muy desagradable, pero no algo distinto a lo que todos vivimos, todos los días, en esta conversión de las redes sociales que son un campo de batalla desigual, en el cual hay cascadas de gente que critica porque sí.
“No hubo ninguna respuesta, aun teniendo algunos directivos de medios a mi lado, cuando pregunté: ¿cuáles son las pruebas de que haya habido un solo acto de censura en este sexenio? Por eso, yo espero que la narrativa final no vaya a presentar como conclusiones de estas mesas que, en México, no existe libertad de expresión y, por tanto, que el gobierno de López Obrador es un peligro para la democracia.
“Si así ocurriera, sólo habríamos contribuido precisamente a firmar una especie de Carta de Madrid en lo periodístico o a convertirnos en el Vox del periodismo. Y no vivimos esas condiciones.
“Parte de lo positivo de esta reunión es que, ojalá, se abra la discusión sobre muchos temas que están pendientes:
“- La asignación de los recursos publicitarios con criterios bien establecidos y no a contentillo del poderoso en turno, por una parte.
“- El necesario impulso del Estado o del gobierno en torno a proyectos explícitos de periodismo del medio ambiente, de la diversidad sexual o para la cultura política, por otra. Que el gobierno decida apoyar económicamente ciertos proyectos que tengan esa relevancia, y los impulse como una forma de crear una mejor conciencia social.
“- Y un fuerte apoyo a los medios públicos de comunicación. Que haya los debidos cobros de impuestos, sin ningún tipo de negociaciones o regalos económicos, sobre todo para las grandes televisoras.
“Hay mucho que discutir, eso es lo celebrable. Ignoro si así lo pensaron los organizadores del foro, pero podemos concluir que es el resultado positivo de esta reunión en Guadalajara.”
 
ÉLITES POLARIZADAS

Hay una polarización en la opinión pública, posiciones encontradas que surgen de la polarización que se da, primero, en el país entre los muchos pobres que no tienen donde expresarse y una élite de muy ricos que tienen controlados los medios, apunta Páez Varela.
Este país lleva 200 años polarizado entre los muy pobres y un puñado de ricos que controlan absolutamente todo. Esa polarización no es de ahora, pero sí la polarización en la élite. En ella es cada vez más rabioso el discurso, y el debate termina por no construir. Para colmo, deja en el medio muy pocas posibilidades de acción: a un periodista que se pare a la mitad y diga que su obligación no es estar de un lado o de otro, le caen los dos a palos.
Los que se alinean caen en cualquiera de los dos extremos, y están cada vez más enojados. Leo columnas que no le habrían escrito a Peña y mucho menos a Calderón, un dictadorcete que actuaba y ejercía represalias: ahí están los audios, muchas señales, lo que intentaron hacer con Carmen Aristegui por hablar de un caso. Lo cierto es que hay un lenguaje cada vez más extremo, reseña Páez Varela.
“El país está polarizado – coincide Julio Astillero–, entre otros momentos desde la elección de 2006 cuando las votaciones fueron oficialmente dirimidas por una diferencia de medio punto porcentual (0.56 por ciento). Hubo 236 mil votos de diferencia entre López Obrador y Felipe Calderón”, supuesto ganador.
Incluso negando que aquello fue un fraude, esa mitad de México que votó por Andrés Manuel “no fue reflejada en los medios de comunicación ni en la integración de las instituciones ni en las políticas colectivas, sino que fue radicalmente excluido, como radicalmente había sido excluido todo este movimiento social de izquierda, progresista, de izquierda dentro del PRI, como se quiera, pero un movimiento que nunca tuvo la representación proporcional en los medios de comunicación impresos, ya no se diga en los electrónicos (Televisa y TV Azteca) que se convirtieron en instrumentos al servicio de Calderón y luego de Peña Nieto.
“La polarización en las élites impide que podamos transitar hacia un esquema de diálogo y de búsqueda de puntos de acuerdo. Eso me parece bastante peligroso, porque no puedo dejar de repasar algunos episodios de la guerra civil española, por ejemplo, o de lo sucedido en Sudamérica donde el florecimiento de pensamiento progresista y las aspiraciones populares llegadas al poder fueron cercenadas, de una manera radical y salvaje, por los poderes de la derecha y de la ultraderecha en cuanto llegaron de regreso al poder, normalmente por la vía de las armas, la desestabilización o la siembra del caos para tumbar esos gobiernos populares.
“Frente a esos rebotes de la derecha vengativa y exterminadora, no estamos construyendo en México una cultura política adecuada. Desde la propia izquierda o el progresismo hay mucho grito, sombrerazo e insulto, la vanidad de decir somos 30 millones los que votamos por AMLO y tenemos todo ganado. No puede ser así, la pelea política debe incluir a las diferentes partes y escucharlas, para que no nos convirtamos en rehenes de esa polarización.”
 
REVISIÓN SOCIAL DEL PERIODISMO

La discusión es más emotiva que cerebral, dice Álvaro Delgado, quizá porque la democracia es ruidosa, estridente y siempre genera emotividad. Tendremos que habituarnos a deliberar, incluso a discutir sobre lo que hacemos los periodistas y hacemos los medios. Y atenernos a que, cuando nos equivoquemos, seamos criticados.
Eso también es parte del proceso de transformación democrática que hay en el país. La democracia no está garantizada y, efectivamente, puede haber un rebote autoritario, excluyente y exterminador. Pero no por ello debemos dejar de discutir sobre el trabajo de otros.
No tengo objeción en platicar con Enrique Krauze, con Aguilar Camín o con ningún otro de esa facción, sabiendo que nosotros no pertenecemos a ninguna facción. A diferencia de lo que se pensaba antes acerca de que perro no come carne de perro, hoy debemos hablar justamente del trabajo que estamos haciendo medios y periodistas, sostiene Delgado.
Para Julio Astillero, “el periodismo no puede convertirse en un espacio sustraído a la revisión social. Al contrario, por su propia naturaleza el periodismo se convierte en un hecho de interés público. Por lo cual tiene todo el derecho el ciudadano, el lector, la audiencia, a revisar y criticar ese trabajo”.
“En esta primera etapa, resulta a veces demasiado sonoro y estridente el aprendizaje y la liberación de expresiones y emociones de una ciudadanía que no había tenido esa posibilidad, hasta que se fueron abriendo y madurando los espacios de internet y de las redes sociales.
“Aun con personas que se están volcando a las redes de una manera muy desordenada y agresiva, no deja de ser un proceso de educación política y de participación ciudadana. Excluyo de esto el manejo robotizado o mercantil de las granjas de troleadores, que se la pasan metiendo ruido y haciendo expresiones disonantes porque así les son indicadas por sus patrones. Esa es otra historia. Pero mucha gente cuyas expresiones nos resultan un poco incómodas, están activamente participando en un proceso en el cual todos tenemos que aguantar.
“Por lo demás, tenemos que preguntarnos los periodistas por qué tenemos la fama positiva o negativa que tenemos, y por qué la gente nos considera prensa vendida o prensa que está tratando de decir la verdad, para darnos cuenta también de que esta sociedad no va a seguir ni a defender a los chayoteros de siempre.
“Y no lo harán porque no sólo no le han dado nada positivo sino que han ayudado a todo lo negativo. ¿Quién va a salir a defender en una marcha a López Dóriga, por ponerlo como el ejemplo cumbre de todas estas cosas? Nadie va a salir a defenderlo porque no genera una verdadera conexión con su público y con la sociedad.”

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