LOCHO LE COPIA A BRENDA

En las fiestas charro-taurinas de Villa de Álvarez, Felipe Cruz pone los borrachos y Leoncio Morán el alcoholímetro.

Son contradictorias las acciones de los dos ayuntamientos con mayoría de Movimiento Ciudadano. La Villa es cantina abierta, no sólo en el recinto ferial sino desde El Ángel de la Independencia. Mientras en Colima ponen trampas caza borrachos donde los conductores caen con simple aliento alcohólico. Con dos tragos rebasas el límite, según el testimonio del primo de un amigo.

Esta situación nos recuerda la pugna entre la Secretaría de la Juventud y la comuna villalvarense por el tema de los chelódromos. Durante el sexenio de Mario Anguiano, el titular de la Sejuv, Roberto Ramírez, tuvo una idea revolucionaria para sacar a los jóvenes de las brechas donde habían sido víctimas de asalto e incluso violación por parte de impunes sicarios: enchiquerarlos en lugares como Las Parotas de Comala.

La entonces alcalde de VdeA, Brenda Gutiérrez, colocó entonces un retén en los límites del municipio por donde a fuerzas tenían que transitar los automovilistas. Y a quienes sorprendían en estado de ebriedad los llevaban a la cárcel preventiva que en la Villa debería llamarse con todo derecho El Torito, como el de Ciudad de México.

Los chelódromos tuvieran una corta existencia. Y no por falta de un plan integral para manejar a los jóvenes tomados. El secretario Ramírez, de hecho, dispuso un operativo para que no dejaran salir vehículos que no fueran manejados por un conductor designado, así que muchos jóvenes se quedaban encerrados hasta la madrugada, es decir hasta que en teoría se les hubiera bajado la borrachera.

La moda se acabó cuando, ironías de la vida, comenzaron las fiestas charro-taurinas y la Villa se convirtió como cada año en un chelódromo gigante.

CONSERVADURISMO RECAUDADOR

Entiendo las buenas intenciones que tiene Locho para garantizar el tránsito nocturno, especialmente los fines de semana cuando se han presentado accidentes automovilísticos fatales. Pero la ciudadanía se pregunta si no se trata de una medida esencialmente recaudatoria.

El sábado me tocó pasar por un retén sobre la avenida Camino Real en donde había ocho elementos de Vialidad. Uno era el que te pedía que le soplaras en la cara para asegurarse de que no habías ingerido bebidas alcohólicas, y el resto guiaban a los conductores por el improvisado callejón con sus linternitas.

Nunca he visto a ese número de agentes patrullando juntos la capital del estado (evidentemente están dispersos); ni colocados, por ejemplo, en cualquiera de los cruceros que ahora son de uno y uno, para enseñar a los colimenses que antes de tomar la alternativa debes hacer alto.

En esta ciudad el conductor que se acerca a la esquina y ve que pasa un coche por la transversal, así esté a media cuadra de distancia cree tener vía libre y se lanza a toda velocidad, cuando la señal vial indica que debe detenerse para luego ceder el paso a quién llegó antes a la intersección.

Respecto a la eficacia del patrullaje, en la Villa estamos peor. Los patrulleros de Tránsito miran con toda naturalidad que conductores irresponsables se estacionen sobre raya amarilla, con todo y boyas, sin importarles que impiden la visibilidad a quienes desembocan a una avenida como la Benito Juárez o la Manuel Álvarez desde una calle secundaria o incluso un par vial.

Reconozco las buenas intenciones de Locho, pero ¿hubo alcoholímetros durante los cuatro días que duró el ‘comida fest’? Sí hubo, en cambio, retenes la noche de sábado que peleó El Canelo. Lo que explica, según algunos propietarios de bares, la menor concurrencia en este tipo de lugares.

La efectividad de los alcoholímetros es relativa en estos tiempos de redes sociales. En cuanto se instala un retén, de inmediato alguien publica la ubicación en su cuenta de Facebook, Twitter o en sus chats de WhatsApp. Ya nada más falta que tomen fotos y las suban a Instagram.

Una alternativa a los alcoholímetros es un programa para evitar que los conductores arranquen su coche en estado de ebriedad. Esto supone que el operativo debe realizarse en la zona de bares (como la avenida Venustiano Carranza) y debe estar coordinado con los empresarios del ramo y los taxistas.

PAGAR LA HORA ADICIONAL

Aunque la medida va dirigida a las clientelas de los bares, en realidad está perjudicando el negocio restaurantero. Locho revivió el viejo conflicto entre Ayuntamiento y empresarios por el tema de los horarios que ampara cada licencia.

Desde la administración de Jesús Orozco Alfaro, propietarios de bares y restaurantes (de esos bares donde hay muchachas que bailan con los clientes y de esos restaurantes que sirven comida a deshoras de la noche) se manifestaron en la vía publica para protestar porque la autoridad municipal se negaba a ampliar los horarios o cambiar el tipo de licencia.

Si los botaneros deben cerrar a las 6, los restaurantes a las 12 y los centros nocturnos a las 2 de la mañana, no es para que los parroquianos se vayan a su casa sino para poder cobrar a los cantineros la extensión de horario.

El sábado estaba cenando en un respetable establecimiento y, justo a las 12 de la noche, se apareció el inspector de Licencias del Ayuntamiento. Multó al restaurantero por tener sus mesas ocupadas sin haber solicitado la extensión de horario.

Con la molestia de comerme la pizza a la carrera, en ese momento me pregunté por qué en fin de semana el horario de restorán-bar no se amplía en forma automática. La única razón es que las multas o la venta de extensiones de horario es una fuente de ingresos para la Comuna.

El absurdo es que mientras venía de regreso con mi pizza en un empaque de unicel –la pedí para llevar porque quién va a comer con el inspector municipal a un lado de tu mesa– vi a lo largo de la avenida Sevilla del Río taquerías y puestos de hot-dogs que funcionan hasta las 2 de la mañana.

CANACO VS CANIRAC

Surgido a la vida política como dirigente de la Cámara de Comercio (Canaco), a Locho no parece gustarle la industria restaurantera (Canirac).

En su propósito original de servir para el fomento del vino (de mesa), el Sabora Fest no tuvo los resultados de sus dos primeras ediciones.

Por decisión del alcalde Morán, los organizadores cambiaron la fecha de mediados de diciembre –cuando la gente ya cobró su aguinaldo– a finales de enero, en plena cuesta. Y de ser un evento centrado en la degustación de vinos y su maridaje con alimentos, se convirtió en una versión austera del Volcán Fest.

Los expositores de las casas vitivinícolas se fueron molestos porque se permitió la venta de cerveza y eso desalentó el consumo de vino.

Y los clientes que fueron a sentarse en las mesas para convivir con sus amigos con una copa en la mano, se vieron rodeados por la multitud que acudió a presenciar los espectáculos gratuitos de cantantes como Kika Edgar o el Coque Muñiz.

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