Aunque cabe desconfiar de esas teorías de la conspiración que explican la pandemia como una maquinación perversa, ya sea para reducir a la mitad la población del planeta o, simplemente, para hacer el negocio del milenio con la venta de pruebas rápidas, termómetros, cubrebocas, desinfectantes y vacunas, es innegable que hay ciertas industrias que se están beneficiando de los estragos causados por la covid-19.
¿Quiénes son los ganones?, le pregunto a Armando Bartra al término de la presentación de su libro Exceso de muerte. De la peste de Atenas a la covid-19 (Fondo de Cultura Económica, 2022), el sábado 21 de mayo en la Casa de la Cultura de Villa de Álvarez, en una de las actividades con las que la Feria del Libro de Manzanillo se extendió a la zona conurbada capitalina.
“En este caso, la teoría de la conspiración no funciona. Lo más probable es que la pandemia se haya originado por lo que se llama zoonosis, es decir, un virus que se trasladó en este caso de un murciélago a un pangolín y, luego, a seres humanos.
“Sin embargo, hay complots. Existen las conspiraciones y hay que descubrirlas y denunciarlas cuando son reales. Pero no creo que haya habido la intención de producir el virus en un laboratorio para causar daño, ya fuera por parte de China o de los Estados Unidos.
“El hecho es que este virus, de manera natural se transfirió a nosotros y nos colonizó. Como es cierto que no sólo está dañando de forma muy desigual a los seres humanos, sino también que está beneficiando a ciertos grupos empresariales. Entre ellos, claramente, los farmacéuticos. De las corporaciones más grandes y poderosas del mundo, las farmacéuticas superan a las empresas mineras y a la mayor parte de las industrias porque producen medicinas, un tipo de bienes de los que la humanidad no puede prescindir.
“Las grandes farmacéuticas están lucrando en este momento con la vacuna, es decir, con las diversas vacunas que ellas han producido. Y no sólo a costa de la necesidad de vacunarse sino por el hecho de que estas vacunas, que fueron efectivamente desarrolladas en sus laboratorios, contaron en muchos casos con la colaboración de universidades y financiamiento público.
“Quiere decir que los impuestos que los ciudadanos pagamos, financiaron esas investigaciones de las empresas transnacionales. El dinero público sirvió para que farmacéuticas privadas hicieran estudios que, luego, patentaron.
“Que lucren con ella tiene, sin duda, un efecto pernicioso. Esas empresas no están únicamente volviéndose multimillonarias, sino que además lo están haciendo a veces con recursos públicos que les fueron transferidos desde el Estado. Desde cualquier punto de vista, es terriblemente injusto”, señala Bartra.
SOBERANÍA TECNOLÓGICA
“Por otro lado, a las empresas transnacionales productoras de farmacéuticos no les interesa producir ni antibióticos ni vacunas.
“Antibióticos no, porque curan las enfermedades y no tiene sentido curar enfermos cuando lo que ellos venden son medicinas. Les interesa vender medicamentos contra enfermedades crónico degenerativas”: metformina para la diabetes o amlodipino para los padecimientos cardiovasculares. Esas sales se toman de por vida.
“Las vacunas tampoco son un gran negocio, porque dependen de que exista la enfermedad. Si no hay enfermedad, no hay demanda”, comenta Bartra.
Entonces, ¿no vamos a ver cada año el presupuesto de salud comprometido por la compra de vacunas contra la versión más actualizada de la vacuna para el covid?, pregunto.
“Espero que no. En el caso de México, nuestro país producía hasta hace poco todas las vacunas que empleaba. Hace unos 20 o 30 años teníamos la capacidad de producir esos bienes. Quizá no para crear nuestras propias vacunas, pero sí para reproducir biológicos contra enfermedades prevenibles por inmunidad adquirida.
“Ese aparato se desmanteló. Los gobiernos llamados neoliberales desarmaron nuestra capacidad de producir vacunas, y empezamos a comprárselas a AstraZeneca y Johnson & Johnson. Por eso, cuando se vino la pandemia no sólo no tuvimos la capacidad de producir vacunas para el covid, sino que tampoco tuvimos siquiera la capacidad de reproducir en México las vacunas patentadas por otros. Hemos tenido que comprar las vacunas al que las tenga y al precio que las tenga.
“Conacyt impulsó una política para producir vacunas, y está financiándose la producción de una vacuna que se llama Patria. Hay otras en desarrollo, pero parece que Patria ahí la lleva. Si es así, probablemente dentro de unos meses vamos a tener una vacuna producida en México, por lo menos contra las variantes ya conocidas de covid.
“Esto se hizo al vapor y porque el Gobierno de México y Conacyt lo decidieron. En el mismo lapso Cuba produjo dos vacunas por lo menos, e inmunizó a toda su población. Es un problema de soberanía científica y tecnológica, tan importante como la soberanía eléctrica o energética, como la soberanía alimentaria o en recursos hídricos. Perdimos esa capacidad tecnológica: México tampoco produce semillas mejoradas, y antes las producía.”
LA LOMBRIZ DE PEPITO
En una presentación doble, donde una historia de las pestes desde la de Atenas en el siglo V a. de C. hasta la covid-19, se acompañó por una reinterpretación histórica de la batalla por Tenochtitlan a cargo de Pedro Salmerón, el autor de Exceso de muerte jugó a responder las preguntas que el público le había dirigido a su compañero de mesa, porque con la historia de las enfermedades se repiten los mismos errores metodológicos que con la historia de las guerras.
“Seguimos recitando las mismas cosas que no tienen todo el fundamento que pretenden tener, aun cuando ya ha sido demostrado una y otra vez cuán frágiles son esos planteamientos. Como los seres humanos en general, los historiadores y quienes hacen reflexión sociológica, antropológica, etnográfica, política o económica tienden a quedarse en su zona de confort, a repetir lo que han dicho una y otra vez, a ratificar sus argumentos y no repensar las cosas.
“Por otro lado, hay una contratendencia al revisionismo histórico y una presión para ser originales a toda costa. Y tan malo es mantenerse en la misma repetición, como tratar de innovar por innovar. En el caso de la caída de Tenochtitlan, hay de los dos. Y también frente a la pandemia nos ocurre esta cuestión: muchos de los que reflexionan sobre ella, en realidad, se pronuncian desde su zona de confort y nos vienen a decir lo mismo que venían diciendo antes de la pandemia, como si ésta no hubiera sucedido.
“Lo mismo piden, con motivo de la pandemia, que muera el neoliberalismo, que tengamos cuidado con el ecocidio, que estemos alertas frente al extractivismo, que atendamos la cuestión del machismo y patriarcalismo o que recordemos que fuimos colonizados. Repetimos el mismo discurso, lo que ya sabíamos. Es cómodo, pero inútil.
“Giorgio Agamben es una mente penetrante e incisiva, cuyas ideas sobre el Estado de excepción han sido muy valiosas en las últimas décadas. El filósofo italiano niega que los Estados modernos sean Estados de derecho. Para Agamben, el Estado de excepción es la regla: lo habitual es que el Estado se comporte en función del peso mayor de una clase social o de un grupo social, que se doblegue por el peso económico, político o militar.
“Pues bien, se presentó la pandemia y Agamben escribió en los periódicos, con toda su autoridad, creatividad y talento, que la pandemia no existe. Que lo que existe es el Estado de excepción, y lo del covid son patrañas. Que hay que tomar medidas contra la intención de quienes inventaron la pandemia para profundizar el Estado de excepción, del cual él ha venido hablando históricamente…
“Agamben ya se parece a Pepito el de los cuentos. Ante el examen de zoología, Pepito decide que no puede aprender sobre todos los animales y se concentra en estudiar a una sola especie: la lombriz. Cuando le toca exponer sobre el elefante, ni tardo ni perezoso dice: ‘El elefante es un animal gris, enorme, que tiene una cola cuya punta parece una lombriz, y la lombriz…’
“¡Hay que hablar del elefante que es la pandemia! La pandemia les movió el piso a muchos hombres de ciencia acostumbrados a estudiar un mismo tema durante 50 años. Y ciertas revelaciones, ciertas aportaciones, ciertas críticas históricas le deberían mover el piso también a los historiadores que sólo han estudiado a la lombriz. Mantenernos en la zona de confort, repitiendo lo mismo que hemos venido diciendo porque es más cómodo, es una de las debilidades del medio intelectual”, sostiene Bartra.
PURA POLÍTICA PURA
Para que la crisis sanitaria–un hecho trascendental– sea en realidad trascendente, debemos ser capaces de arropar narrativamente la experiencia desnuda, sostiene Bartra en la parte final de su libro. Y como siempre la salida está en la política: en la política pura, no en la política instrumental.
Cuando alguien del público le pide desglosar estos dos conceptos de política, pura e instrumental, este profesor investigador de la UAM-Xochimilco y autor de más de 40 libros dice, simplificando, que “la política pura es lo que vimos hoy en la tarde en la reunión con los campesinos de Agua Dulce”, a donde Bartra y Salmerón fueron invitados por Alfredo Álvarez como parte de los foros que el diputado local ha venido organizando para la construcción de la Ley Estatal de Fomento Agroecológico.
“Sacar adelante una reforma a la ley es un problema instrumental: después de formular la iniciativa, hay que lograr una mayoría legislativa de dos terceras partes. Eso es instrumentalizar la política.
“Pero lo que yo vi en el cuarto foro, habrá seis más, fue participación: gente que se reunió a hablar con gente dispuesta a escuchar y aportar ideas. ¡Eso es política pura!
“Ver cómo le hacen para sacar adelante la votación parlamentaria, estar dispuestos a pagar lo que cuesten los votos del PT y del Verde, es política instrumental. Hacer 10 foros, discutir y debatir, aun sabiendo que puede que no pase la ley, es política pura.
“Claro, también necesitamos política instrumental, también necesitamos mayorías, ganar la votación. Pero la participación de la gente, que las cosas sucedan porque la gente se lo propone y las impulsa, es infinitamente más importante.
“Tengamos una política pura, una política de hacer política, de hacer sociedad y de hacer comunidad. No simplemente de lograr propósitos. Si empezamos a buscar sólo lograr propósitos, vamos a enajenarnos completamente.
“Andrés Manuel López Obrador quería sacar adelante la reforma eléctrica, pero cuando no se lograron los votos sacó el plan B. No iba, a costa de traicionar sus valores, a comprar los votos necesarios para sacar la reforma eléctrica. Eso hubiera sido política instrumental. Hacer que la gente entienda por qué es importante denunciar a aquellos que votaron en contra de la reforma, es política pura.”
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