PAPIRO, PERGAMINO, PAPEL

Junto a la imprenta, la pólvora y la brújula magnética, el papel es el cuarto hito tecnológico que enorgullece a los chinos. Sin papel no habría impresión, sentencia Nicholas A. Basbanes en De papel. En torno a sus dos mil años de historia (México, FCE, 2014):

“La larga lista de superficies para la escritura a través de los siglos incluye piedras, pieles de animales curtidas, telas tejidas, hojas de metal aplanadas, cortezas de árbol, huesos secos de animales, conchas marinas y pedazos de cerámica. En algunas partes de la India y el sureste de Asia había bibliotecas enteras grabadas en hojas de palma y cáscaras de coco; en Perú, los incas llevaban la cuenta de sus sembradíos y registraban sus misteriosos cálculos mediante intrincados nudos en delgados cordeles conocidos como khipu. En Egipto, los pergaminos hechos a partir de delgadas secciones de ciertos juncos de pantano eran codiciadas a lo largo del Mediterráneo por su ligereza y flexibilidad: durante 4,000 mil años esa planta, el papiro, fue el estándar dorado de las superficies de escritura. Pero en términos de longevidad, el lugar de honor corresponde al barro que, junto con el agua, es el recurso natural más productivo del Medio Oriente, donde la escritura estaba bien establecida cerca del año 3,000 a.C., y era útil en menesteres que trascendían el registro de información” (p. 20).

LUNA DE PAPEL

Para el siglo XVIII, cuando el papel ya se fabricaba en molinos por toda Europa y que comenzaban a establecerse en América, el junco, otrora sagrado, prácticamente había desaparecido de Egipto porque ya no se le consideraba de utilidad. El lugar del papiro en la cultura letrada lo ocupó el papel, que se fue enraizando país por país.

“Aún así, en lo que se refiere a los cambios de paradigma, fue monumental, pues el papel ofreció un medio de trasmisión cultural flexible, conveniente, barato, muy portátil, fácil de fabricar una vez que se entendían los rudimentos, y apropiado para otros cientos de usos, de entre los cuales la escritura fue sólo el de mayor alcance” (p. 22).

Por supuesto, hay que decir entre paréntesis, sin papel no se habría dado la profusión y difusión del dibujo, entre otras artes plásticas, y luego de las artes gráficas.

Pero volviendo a los orígenes de la invención, como le dijo un botánico chino a Basbanes: “En teoría, cualquier planta sirve para fabricar papel, pero la diferencia está en la calidad y la cantidad de las fibras”.

En la región de Yunnan todavía hay muchos talleres familiares, pero en general es un modo de vida que está desapareciendo en China y en cualquier parte del mundo. Las grandes fábricas se han hecho cargo de la fabricación de papel.

Se habla mucho de la apropiación que hizo Gutenberg del invento chino, pero no tanto de la asimilación del papel por la cultura europea. Y la verdad es que:

“La impresión con tipos de metal se desarrolló en Europa como respuesta a la profusión del papel, lo cual parece el curso natural de las cosas, pero el orden de la batalla, por así decirlo, se revirtió durante más de un siglo en la América del Norte británica, donde las imprentas guiaron el camino y pasaron varias generaciones antes de que la oferta nacional estuviera en posición de satisfacer las necesidades locales en constante crecimiento. Para fabricar papel de acuerdo con los métodos occidentales tradicionales, las primeras exigencias eran tan solo una cantidad suficiente de retazos de tela y una fuente abundante de agua pura; el proceso también implicaba pasos como trituración, elaboración de pulpa, enrollado, moldeado, cortado y secado, sin mencionar la compra de equipo oneroso, movilización de mano de obra capacitada y una fuente de energía para activar las batidoras. Trasladar una prensa, los tipos de metal y los paquetes de papel hecho a mano en los largos viajes trasatlánticos tampoco era una labor sencilla en el siglo XVIII, pero una vez que un taller de impresión se echaba a andar, la logística era manejable, en tanto las necesidades fueran modestas” (p.p. 82-83).

MAPAS Y CARTUCHOS

El papel se relaciona con los otros grandes inventos chinos de muchas maneras. Está claro el vínculo del papel y la imprenta. Y para complementar la brújula magnética, el papel facilitaría la impresión de mapas que han sido fundamentales para la exploración, las conquistas militares, el comercio o, en tiempos más recientes, el turismo.

Más sangrienta resulta la combinación del papel y la pólvora. En el siglo XVII el cartucho de papel fue el avance tecnológico que cambió “radicalmente la naturaleza de la guerra”.

Cuando los molinos de papel florecieron por toda Europa, se usaron “nuevos revestimientos” que, al ser “ligeros y flexibles”, permitían “envolver en un mismo tubo un proyectil de metal y una carga de pólvora”. Gracias a esta innovación tan sencilla, “el mosquete, otrora difícil de manejar”, se pudo usar “más eficientemente contra las fuerzas enemigas; según un cálculo, en número de acciones que se requerían para que un soldado de infantería recargara su arma se redujo de 42 pasos a 26, cita Basbanes (p. 135).

DOCUMENTAR O TRASPAPELAR

Más allá de la inminencia de una cultura escrita, tipografiada pero no impresa (en todo caso, proyectada en una pantalla), se habla mucho de un mundo sin papel, señala Basbanes en un capítulo subtitulado ‘Material tangible’. Es, sin embargo, el impulso “de tener material tangible”, básico en la cultura burocrática, lo que hará que los papeles se sigan usando para documentar la realidad “a pesar de los registros electrónicos”.

Ya sea para revelar escándalos como el de Watergate o para probar que el entonces gobernador de Texas y luego candidato a la reelección presidencial George W. Bush, no completó su servicio militar, el papel ha sido clave para acreditar una sospecha. Pero mecanografiar un original con cinco copias al carbón o estandarizar la fotocopia fue también una manera de usar el papeleo para generar desinformación.

Como apunta Basbanes:

“…la necesidad de documentar se encarna de manera singular en cada entidad organizada, sea gubernamental, corporativa, profesional, eclesiástica o institucional. Estas particularidades crean un mapa gráfico en el que las piezas de información en apariencia triviales llevan a otras mucho más sustanciales, lo que les permite tanto a los inquisitivos reporteros como a los fiscales seguir lo que se conoce como rastro de papel. Lo acertado del verbo documentar que es otra manera de decir ‘autenticar’, y su evidente origen en un sinónimo de ‘papel’, resultan claros. En cambio, ‘cubrir con papel’ significa esconder [traspapelar] algo bajo un manto de confusión y un galimatías, otro término derivado de la exasperación que causan los sinsentidos burocráticos” (p. 173).

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en: www.carvajalberber.com y sus redes sociales.

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