La Feria del Ponche, Pan y Café es un evento que, por lo general, resulta querido para los comaltecos porque no significa el gran botellón en el que se han convertido las fiestas decembrinas que según se dice, son dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, evidencian la limitada capacidad del Centro del pueblo para albergar un evento de masas. Cada año deja al descubierto que los automotores rebasan las calles y lo mismo es para circular que para estacionarse. Por alguna extraña razón, las autoridades municipales se han negado a reconocer y resolver este problema. Podría afirmarse que ahora, es un capricho de Don Aldo el presidente.
Y es que reconocer esa limitación significaría tomar la decisión cambiar de lugar los festejos. Es evidente que el Centro sólo puede albergar un festejo pequeño, de otro modo, se desquicia fácilmente. Peor si como hace la actual administración azulona, se decide cerrar al tráfico de vehículos el tramo central de las calles Madero y Venustiano Carranza para colocar allí algunos puestos y cobrar más por rentar esos espacios a los comerciantes que usan ese espacio público. De esta forma, el Ayuntamiento incrementa la recaudación y el costo es pagado, sufrido por los vecinos, sobre todo, por los que habitan en la zona. Las autoridades debieran utilizar la inteligencia (propia o de otros) para aliviar ese problema en vez de para hacerlo más grande. Queda la impresión de que el pueblo así lo entiende, pero no las autoridades o bien, que, a éstas, muy poco le interesa lo que el pueblo piense, y hasta por capricho, han de hacer que prevalezca su opinión.
La feria está por iniciar y ya se empiezan a sentir los efectos. Y ya empiezan también a surgir vehículos golpeados cuando están estacionados (al menos en la calle Álvaro Obregón) y otra vez, las voces dicen: El Ayuntamiento cobra y el pueblo paga y sufre sus malas decisiones. Lo que muchos vecinos nos preguntamos es ¿Quién quiere la fiesta allí? ¿Es el pueblo o es el Ayuntamiento? Insisto, esto a pesar de que éstas fiestas no gozan de tanto rechazo como las guadalupanas. Cada año, los problemas se incrementan y las molestias y las inconformidades lo hacen en paralelo (pero éstas escalan más rápido). Desde que empiezan a correr las noticias con respecto a cómo será la fiesta, las críticas populares comienzan.
El que junta estas letras debe confesar a sus pocos lectores que cuando llegaron las primeras noticias respecto a que se cerrarían las calles Madero y Carranza, supuse que se trataba de una broma, pues una decisión como esa, nos conducían al caos y no creí que eso fuera realidad, pero la información fluía cada vez con más fuerza. Ante tales hechos, no quise adelantar vísperas en esta columna y también porque los fascistas intolerantes del Ayuntamiento (que sólo saben quemarle incienso a Don Aldo) se irían sobre el escribidor como lo hicieron en noviembre y me ordenarían que me informara mejor (como si estuvieran dispuestos a informar de manera correcta) y que lo publicado entonces, nunca se había proyectado. Sin embargo, mis fuentes de información (algunas, internas) me dijeron que habían rectificado los proyectos originales. Pero la idea de cerrar esas calles es absurda en absoluto y esto se publica cuando desde el miércoles inició la instalación de los puestos frente a la entrada de la Parroquia. Y también cuando el propio miércoles comenzaron las complicaciones de tráfico. Insisto en la necedad de la razón, que siempre termina por imponerse.
Algo habrán de informar en el Ayuntamiento, y de seguro, será algo mentiroso. La crítica popular ya está viniendo y no podrán pararla fácilmente, pues como bien dice el pueblo: Palo dado, ni Dios lo quita. Y estos son palos de ciego. Algo también deberá hacerse y ya, para evitar que las fiestas guadalupanas se celebren en el Centro (salvo los festejos meramente religiosos, y eso, porque no pueden llevarse la Parroquia a otra parte). El pueblo (sobre todo los moradores del Centro) hemos soportado ya durante muchos años los caprichos de las autoridades y de eso, ya basta. No puede soportarse más ese capricho. Se les ha explicado de su absurdo de todos los modos posibles y lo único que nos ha convencido de su actitud es que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y lo demuestran una y otra vez. El desastre de esta feria, lo examinaremos después, cuando realicemos el balance de la misma.
No todo son malas noticias, sin embargo. Manuel Bautista, el artista plástico del pueblo, también conocido como Bautista Comala (así ha firmado su producción reciente) nos ha dado la buena noticia de que el sábado 20 a las 19 horas presentará en el Auditorio Juan Rulfo un libro recién editado que otorga testimonio de sus primeros treinta años de creación y que ese evento se llevará a cabo dentro del marco de la feria. También nos adelantó noticias de la restauración de su mural ubicado en el ingreso principal del Palacio Municipal. Eso me da mucho gusto y por supuesto, y como ya recibí su invitación, por esta vía le confirmo mi asistencia a la presentación de su obra y a la inauguración de la exposición que se instalará en el propio Auditorio. Y lo haré con mi mayor gusto.
Esto quiere decir que, si se desea, las fiestas pueden ser útiles también para lo positivo. No hay que manchar lo bueno, para que mejor sea, doblemente bueno; porque lo malo, sí será doblemente malo.
Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.