Con la inauguración del Parque Metropolitano de Tecomán se cumplió el último de los compromisos de campaña que el presidente Enrique Peña Nieto hizo con Colima.
Para poderla entregar, se ha dicho, hubo que eliminar una veintena de las acciones que tenía contemplada esta obra pública, cuyos trabajos comenzaron durante la administración de Mario Anguiano y concluyeron en la de Ignacio Peralta.
Por las razones que sean (la no aplicación de recursos estatales en el proyecto; la licitación para favorecer a una empresa contratista especializada en caminos rurales pero no en el desarrollo de áreas verdes, que por lo mismo no pudo cumplir con lo pactado; entre otros factores), la obra costó mucho más de lo que estaba presupuestado.
Y para ajustar el gasto a lo programado, eliminaron del proyecto muchas de las acciones que se habían prometido a los tecomenses. Pero, finalmente, ahí está.
Quizá porque el Parque Metropolitano está en realidad a las afueras de Tecomán, se justifica que se hayan invertido en esta obra recursos de la Comisión Nacional Forestal. Lo cierto es que una de las grandes obras del sexenio de Peralta Sánchez es un parque, técnicamente un bosque. Lo cual debe dejar tranquilos a los habitantes de la capital.
¿Cómo podemos sospechar de la intención de convertir la XX Zona Militar en algo más –por ejemplo, un exclusivo centro comercial o un coto residencial de alta plusvalía– que no sea la extensión del parque de la Piedra Lisa, cuando las autoridades estatales se desvivieron en elogios al titular de la Semarnat por la obra del Parque Metropolitano de Tecomán?
No sería congruente invertir en Tecomán millones de pesos en desarrollar un parque urbano y gastar una considerable cantidad mensual en su mantenimiento, mientras en Colima se aducen razones económicas para concesionar la XX Zona Militar.
Estén tranquilos, la tentación (o, mejor dicho, la presión) para concesionar el terreno a particulares que buscan convertir ese pulmón en un espacio comercial o residencial, si en algún momento existió queda anulada ante el peso de una opinión pública contraria a cualquier uso privado.
De hecho, le oyeron preguntar al propio gobernador Ignacio Peralta a ciudadanos que se le acercaron a plantear otros asuntos: “¿qué quieren, parque urbano o casas en la Zona Militar?”. Y le oyeron coincidir con los ahí presentes: “Yo también digo que parque urbano”.
Extender la Piedra Lisa:
Un parque urbano que siga el modelo del Central Park en Nueva York o, más modestamente, del Bosque de Chapultepec en Ciudad de México.
Es decir, un área verde que aproveche, en todo caso, para servicios públicos las construcciones que dejará el Ejército cuando el personal castrense de la XX Zona, la tropa del 29 Batallón de Infantería y sus familias se trasladen al nuevo campo militar en Loma de Fátima, antes del primero de diciembre.
Un espacio abierto donde se reutilicen los edificios existentes (algunos de los cuales tienen con los militares un uso habitacional) en actividades que no sean solamente burocráticas.
He recibido comentarios de lectores que proponen usar ese terreno para albergar las oficinas generales del ISSSTE que, hipotéticamente en la descentralización de las dependencias federales, se vendrían a Colima.
Sin embargo, basta ver la congestión vehicular que se da en el entorno del Complejo Administrativo del Gobierno del Estado, para imaginar el impacto que tendría meter oficinas públicas e incluso los corporativos de empresas privadas en el parque.
En la lista de buenos deseos sobre los servicios que puede albergar el futuro gran parque de la Piedra Lisa, se habla de museos, auditorios y bibliotecas. Pero estas instalaciones ya están enfrente, en la Casa de la Cultura. Habría que integrar en su momento esos inmuebles destinados al arte, al proyecto general del parque.
La sociedad colimense no puede permitirse repetir el error que supuso transformar la antigua Huerta de San Miguel en escuelas, escuelas y más escuelas: desde la Primaria Libro de Texto Gratuito a la Secundaria Federal, desde la Normal al Jardín de Niños y de ahí a un Cecati.
Nadie pensaba en esos años en la importancia de las áreas verdes, sino en aportar terrenos para las obras federales. Dejaron un jardín porque la colonia Corregidora lo requería para cumplir con el reglamento municipal. Pero incluso hubo necesidad de levantar la clínica del Seguro Social en la playa del río Colima, porque ¡se acabaron los predios que eran propiedad pública!
Abrir una calle al centro:
La XX Zona Militar no debe ser otra cosa más que un parque, un espacio natural para que los habitantes de la ciudad, especialmente los residentes de una de las zonas urbanas más densamente pobladas de la capital (la Infonavit-La Estancia) y los vecinos de El Zalatón, las Siete Esquinas, El Refugio, el Cuajiote o el Barrio Alto, puedan realizar actividades recreativas, deportivas y de esparcimiento.
La XX Zona debe ser una mera extensión de la Piedra Lisa, que ya es el espacio de convivencia familiar más visitado de la zona norte del estado.
Debe ser un bosque con sus respectivas praderas y, acaso, un lago artificial. Una ruta para caminar y trotar, para patinar o rodar en bicicleta. Un paseo donde puedas encontrar lugares para comer y pequeñas tiendas de artesanías (funcionando en locales propiedad del gobierno estatal que se pueden rentar a particulares).
Ahí debe haber fuentes y pérgolas. O, por qué no, el jardín escultórico “Juan Soriano” que nadie visita en Comala. Y hasta el Museo Nacional de la Escultura “Sebastián” que quitaron del Complejo Administrativo.
Según quienes conocen el interior, en la XX Zona hay una vialidad a manera de circuito interior. Y no costaría gran cosa, pero ayudaría a la seguridad y a la movilidad a través del parque, abrir una calle perpendicular que conectara la avenida 1º de Mayo con la Calzada Galván.
Sin embargo, las construcciones actuales no permitirían alinear esta calle nueva con la vialidad Ejército Nacional, que es la continuación de Manuel Gallardo y pasa por entre la Biblioteca Central y la antigua torre de SCT.
Estamos hablando de desplegar en la XX Zona nada menos y nada más que lo que ya ocurre en los reducidos terrenos de la Piedra Lisa, cuyos espacios abiertos fueron devorados en distintos momentos por la Unidad de Servicios Infantiles del DIF o por ese adefesio que habría que derribar llamado Rotonda de las Personas Ilustres.
El 29º Batallón:
El batallón de infantería que estuvo antes que el 29 en Colima, fue el 20º. Y se fue a Chiapas, de donde la Secretaría de la Defensa Nacional trajo a la tropa que tenía monos como mascotas.
No se menciona mucho en los libros de historia pero soldados del 29º Batallón (que en ese entonces, 1913, no estaba en Colima) fueron los que asesinaron al presidente Francisco I. Madero, a espaldas de Palacio Nacional, según nos informa un amigo lector de esta columna.
El secretario de Guerra, Victoria Huerta, impuso a un presidente interino que, 45 minutos después, le cedió el Poder Ejecutivo. Por ese motivo, el militar jalisciense aparece en los textos oficiales como “usurpador”, “traidor” y “asesino”. Nunca mejor llamado que “chacal”.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com.