VIRUS NAZI

Fallido como resultó el globo aerostático que, con la cara de Xóchitl Gálvez, pretendía atraer a los potenciales votantes de Morena y terminar rebasando por la izquierda a las corcholatas del presidente, la derecha apuesta ahora por crear una indignación nacional ante los nuevos libros de texto gratuitos y obligatorios para primaria y secundaria.

En una campaña que no oculta su inspiración fascista, acusan al gobierno de la 4T de incorporar contenido comunista (porque hablan de comunidad y sentido comunitario) e ideología de género (porque hablan de la diversidad, lo mismo lingüística que sexual). Y, entre otros muchos pecados, afirman que los libros no garantizan una educación de calidad pues fueron elaborados por simples maestros y no por especialistas.

La campaña evoca los momentos iniciales del nacionalsocialismo en Alemania. El PAN llama a “los padres de familia” a quemar libros o, al menos, a arrancar las páginas que la censura conservadora señale. Y, en ese sentido, el blanquiazul atenta contra el derecho a la educación de los infantes al convocar a sus progenitores a no llevarlos a la escuela hasta que los libros sean retirados.

La oposición “partidaria, mediática e intelectual” que usa como pantalla del momento a la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) –una organización tomada por El Yunque desde los años setenta que hoy trabaja de la mano de Claudio X. González–, intenta fabricarle a López Obrador los negativos que ya no encontró en los indicadores económicos ni en el incumplimiento de los plazos para concluir las grandes obras de infraestructura. En economía vamos muy bien y los megaproyectos se terminarán a tiempo.

LAWFARE

Puesto que lo que se votará en 2024 será la continuidad o la interrupción del régimen iniciado por AMLO, la oposición se apega al manual del golpe blando que, en sus primeras tres etapas, contempla acciones de “manipulación” (encabalgar conflictos y promover el descontento), de “legitimación” (manipular los prejuicios anti-comunistas o anti-populistas, acusar de totalitarismo y pensamiento único, así como generar una fractura ético-política) y de “calentamiento de calle” (fomentar la movilización y organizar manifestaciones, bloqueos y asaltos a instituciones públicas para radicalizar la confrontación).

Lo que sigue en ese ‘Manual para una revolución sin violencia’ que Gene Sharp elaboró para la CIA, son acciones de la cuarta etapa: “combinación de diversas formas de lucha”. Y de la quinta fase: “fractura institucional” que desemboque en una intervención militar o una guerra civil prolongada.

Esta estrategia de guerra de cuarta generación diseñada específicamente para actuar contra los gobiernos progresistas de América Latina es acompañada por otra forma de golpismo: el lawfare.

Asesorada por el exministro de la SCJN José Ramón Cosío, la UNPF presentó un amparo y un juez ordenó a la SEP frenar la impresión o distribución de los libros de texto gratuitos a menos que se revisen plenamente los programas educativos.

Con la misma lógica de guerra jurídica y aprovechando el enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, un combinado de legisladores panistas y de Movimiento Ciudadano en Guanajuato, Chihuahua y Jalisco se ampararon contra la distribución de los libros. Se anunció que la resolución será acatada por los gobernadores de esos estados hasta tener certeza jurídica.

EXAGERACIONES

En la mañanera del jueves 3 de agosto, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que la sociedad no tiene de qué preocuparse por el contenido de los libros de texto gratuitos para el próximo año escolar. No sólo fueron hechos por pedagogos, sino que en su elaboración participaron sobre todo maestras y maestros. Primero se dieron a conocer los lineamientos y, luego, se elaboraron los libros.

Reconoció el presidente que los textos pueden ser perfectibles. Y quizá se refería a los recursos tecnológicos, como la incorporación de códigos QR que enlazan a infografías y documentales. Pero insistió en que sus contenidos cumplen el propósito de una educación científica y al mismo tiempo humanística.

Aunque aceptó que “va a seguir la polémica”, confió en que al final ventilar el contenido de los libros “va a ayudar mucho al debate. Y les vamos a ganar”. De paso, se burló del pensamiento conservador que obnubila a los voceros de la campaña, como Javier Alatorre, quien arrancó su noticiero Hechos en TV Azteca anunciando la llegada de ovnis a Nueva York y de un virus comunista a México escondido en los libros de texto.

AMLO descartó que Ricardo Salinas Pliego, propietario de la televisora, sea su enemigo. Lo que tiene con la 4T sólo son diferencias ideológicas, comentó. Pero muchos nos quedamos esperando a que el presidente denunciara que, el móvil de TV Azteca, son los millones y millones de pesos que las empresas de Grupo Salinas le adeudan al fisco.

Claro, retirar la concesión de los canales Uno, Siete y 40 a la televisora del Ajusco, como es la sanción correspondiente a la desinformación que Azteca ha realizado desde la pandemia, daría pie para decir que el gobierno está reprimiendo la libertad de expresión.

Respecto a los señalamientos a los libros, el mandatario los definió perfectamente: son “meras exageraciones del conservadurismo”. Denuncian adoctrinamiento cuando, “si ellos hicieran los libros”, seguro hablarían de “superación personal”: el triunfo individual a toda costa, sin importar los medios.

NEOMACARTISMO

Las críticas del macartismo a la mexicana se dirigen a las guías docentes que acompañan los libros de texto, en donde les recomiendan a los maestros enseñar a los niños a organizar asambleas y a votar las decisiones. Por esa mención activó Carlos Loret de Mola la alarma anticomunista.

Pero, sobre todo, las guías conminan a los docentes a hablar a sus alumnos de los movimientos sociales y, como dice AMLO, de algunos temas inexistentes en las pasadas ediciones, como la guerra sucia y la represión del movimiento estudiantil de 1968. No hay justificación para ocultar estos hechos, “ni que viviéramos en ese entonces, cuando el régimen autoritario tenía el control de todos los medios de información”.

En cuanto a los amparos, una trampa para ver si el presidente incurre en una causal de desafuero, el presidente dice que los estados “gobernados por partidos conservadores” donde se ha anunciado que no se van a distribuir los libros, tendrán que hacerlo cuando se den a conocer las estrategias pedagógicas seguidas para su elaboración.

Los jueces han complicado un debate informado sobre los libros, pues no se podrán distribuir ejemplares a los medios de comunicación hasta que el calendario escolar marque la difusión de los planes de estudio. Lo contrario sería una violación al amparo.

Finalmente, AMLO aludió a otro factor que está alentando la polémica. Las ediciones pasadas de estos libros se encargaron a empresas privadas extranjeras que tenían en exclusiva los contratos. Y los textos para secundaria, mientras no fueron gratuitos, representaron la principal fuente de ingresos para esas mismas editoriales. O sea, perdieron el negocio y quieren hacerle pagar caro al gobierno.

HISTORIA VIEJA

Que los libros de texto reflejan una ideología, no hay duda. Lo han hecho siempre. La escuela es uno de los aparatos ideológicos de una sociedad y, desde la revolución industrial, el capitalismo espera de ella que forme trabajadores con habilidades aritméticas y de expresión escrita suficientes como para ser funcionales. Hablar de educación como parte de un nuevo modelo civilizatorio, por supuesto, suena a revolución.

Curiosamente la crítica por usar los libros de texto para adoctrinar a las masas se la hicieron a los neoliberales cuando se encumbraron en el poder, en el sexenio de Carlos Salinas. En 1992, Ecos de la Costa publicó como nota principal: ‘Llegan a Colima los libros del escándalo’.

El periódico presentó una reseña de los contenidos de los textos de Historia para cuarto, quinto y sexto año de primaria, que el secretario de Educación Pública, Ernesto Zedillo, había encargado a los historiadores Enrique Florescano y Héctor Aguilar Camín. Uno de los temas más polémicos era la participación del Ejército en la matanza estudiantil de Tlatelolco.

Como hoy Carlos Loret de Mola que ha hecho del asunto educativo su tema, en aquel entonces era un tocayo suyo, Carlos Ramírez, quien en su columna Indicador Político acusaba de distorsiones ideológicas al Grupo (A) Nexos. El periodista daba voz a pedagogos y sindicalistas (todos de izquierda) que criticaban cómo los intelectuales de la revista Nexos se empeñaban en destruir los mitos de la historia oficial, no porque la ciencia histórica deba rescatar hechos y no leyendas, sino porque esos episodios nacionales narraban sacrificios personales en bien de la colectividad, un ideal contrario a los valores del individualismo.

Igual que hoy la UNPF busca detener la distribución de los libros de texto, en el salinismo fue la estructura del SNTE la que se opuso a la distribución de las ediciones preparadas, supuestamente, con los criterios de la UNESCO. El magisterio estaba resentido por la forma en que Salinas defenestró al cacique sindical Carlos Jongitud y empoderó a Elba Esther Gordillo. Y la Maestra aprovechó el conflicto con Zedillo para legitimarse.

EL PÍPILA

Específicamente de los tomos de historia, escribió Roberto Rodríguez Gómez en un artículo para el suplemento de educación superior Campus (‘Los libros de texto gratuitos en la reforma de Salinas de Gortari’; 29 abril, 2021) que: “algunos condenaban la desaparición de figuras de la historia patria (el Pípila y los niños héroes, entre otros), la reivindicación de Porfirio Díaz en los procesos de modernización e industrialización en el siglo XIX, así como la favorable ponderación del ‘liberalismo social’ que esgrimía el presidente de la República”.

La presión del sindicato fue tanta que los libros de historia fueron retirados y anulado el certamen al que se había convocado para redactarlos. La editorial Santillana no pudo hacer el negocio que esperaba con la impresión de millones de ejemplares. Y el magisterio volvió a asumir la autoría de los libros de texto, como había sido costumbre, resume el investigador.

Los políticos de viejo cuño –algunos de los cuales ya habían abandonado el PRI para sumarse a la nueva izquierda– se vengaron así de los tecnócratas, quienes habían llegado a hacerse cargo de la administración pública en todos sus aspectos, entre ellos el sistema educativo que hasta entonces había sido dominio ideológico del nacionalismo revolucionario. No olvidemos que el primer secretario de Educación de Salinas fue Manuel Bartlett.

SOCIALISMO

La misma UNPF alzó la voz contra los textos gratuitos de la reforma educativa del gobierno de Luis Echeverría. En ese momento el escándalo fue por el libro de Ciencias Naturales de sexto grado, pues incluía dibujos que describía el aparato reproductivo masculino y el femenino. Es decir, hablaba de sexo, embarazo y menstruación.

En ese entonces no había redes sociales digitales ni los medios masivos estaban abiertos a citar las opiniones de los conservadores, pero la comunicación de boca a boca era una eficaz manera de bajar las consignas de la oligarquía a las clases medias.

Por lo demás, el texto para las lecciones de biología no revelaba más de lo que ya se podía encontrar en las ilustraciones del cuerpo humano de las enciclopedias que muchas familias mexicanas tenían. Sin embargo, para no pocos padres (y madres) decidir el momento y la forma en que sus hijos deberían enterarse de su sexualidad correspondía a la familia, no al Estado.

Mi propia experiencia en un colegio de religiosas es que las escuelas particulares acataron el mandato de la SEP. Sin embargo, las monjas indicaron al maestro de sexto año, un laico, que nos diera la clase a los niños por separado de las niñas.

La UNPF fue creada en 1917 como instrumento reaccionario a la Constitución, documento en donde quedó garantizada la educación pública, gratuita y laica. Exacerbada la reacción por la decisión cardenista de añadirle al modelo educativo la característica de socialista, la derecha consiguió impedir que el artículo tercero se materializara en libros de texto gratuitos hasta 1959 cuando el presidente Adolfo López Mateos creó la comisión nacional. El entonces secretario de Educación Pública, el poeta Jaime Torres Bodet, encargó los contenidos nada menos que al novelista de la revolución Martín Luis Guzmán.

Desde entonces la lucha contra los textos gratuitos ha sido recurrente y, salvo el momento en que el pensamiento nacionalista se opuso al neoliberal en 1992, infructuosa.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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