Es conocida la histórica independencia periodística de Proceso, pero ¿cómo sobrevive la revista en un ecosistema donde la mayoría de las publicaciones y los medios electrónicos dependen para su supervivencia de la publicidad oficial?, le pregunta Julio Hernández López ‘Astillero’ a Rafael Rodríguez Castañeda, director del semanario que fundó Julio Scherer.
Entrevistado en la segunda emisión de Radio Centro Noticias el 28 de mayo de 2019 (‘Reconocemos lucha social de AMLO, pero Proceso seguirá siendo crítica con el poder: Rdgz. Castañeda’; https://www.youtube.com/watch?v=GFjnqIOmOB8&fbclid=IwAR1lbcCALbkrYEXUsgtD9EFKAMXspW3geX2MYwnEFA_2r-7H0qcbrtXrn-Y), Rafael Rodríguez contesta:
“Los tiempos lo determinaron. Proceso, desde el año 82 u 83 aprendió a vivir del periodismo de investigación, del periodismo de denuncia, del periodismo crítico. No había muchos medios de comunicación que ejercieran un papel parecido, y obviamente tuvimos una respuesta muy importante del público.
“Los lectores fueron entonces y lo siguen siendo ahora nuestra razón de ser, y creo que vivimos un cambio trascendente para los medios de comunicación que antes establecían su interlocución con el poder. Es decir, que se dirigían para que los leyera, los viera o los escuchara el poder.
“Proceso decidió apuntar a lo fundamental, a la audiencia. Y los lectores nos respaldaron, nos hicieron fuertes. Los propias errores bárbaros de López Portillo [quien ordenó un boicot publicitario contra la revista, alegando que él no pagaba para que le pegaran] y de los presidentes subsecuentes, nos dieron un margen de crítica muy amplia.
“Proceso fue durante un tiempo uno de los pocos medios que enfrentaban al poder con una crítica punzante, pero fundamentada en la investigación. Ese fue el secreto de la revista en aquellos tiempos”.
FUEGO AMIGO
Uno de los cambios que se están dando en el campo del periodismo es la excesiva inmediatez, señala Julio Astillero.
“Muchos ni siquiera desean tener constancia ni memoria histórica de las luchas que nos permitieron llegar a este momento de cambio, con sus matices y sus asegunes pero finalmente un cambio como el que ha planteado el presidente López Obrador.
“Hay voces que creen que todo se construyó ayer, apenas hace unas horas, y no recuerdan todo ese proceso de transformación y lucha.
“En esa misma vorágine, en ese torbellino puedes ver cómo se ataca con saña a quienes han sido históricamente luchadores por la democracia. Y cuando esos críticos hacen una crítica al nuevo poder, los llaman ‘chayoteros’, ‘mentirosos’, ‘enemigos de la patria’.
“¿Qué tanto ha afectado a Proceso esta inmediatez analítica, esta profusión de verdugos políticos de lo inmediato que, en el caso del semanario, le señalan que traiciona los ideales de crítica y de lucha por un cambio, dado que el cambio llegó y la revista sigue criticando?”, pregunta Julio Astillero:
“Es un tema toral en la vida de Proceso y más en estos momentos –responde Rodríguez Castañeda–. A principios de 2006, cuando se veía venir casi inevitablemente el triunfo de López Obrador, con un proyecto muy diferente a la candidatura de Felipe Calderón, participé en la feria del libro del Palacio de Minería en un homenaje a Julio Scherer García.
“En un salón pletórico por cierto ante el atractivo de ver y escuchar a don Julio, comenté el papel que Proceso tendría que cumplir si llegase el caso, como parecía inminente de que llegara al gobierno López Obrador, un hombre de izquierda, luchador social y político.
“Dije que el papel natural del Proceso era ser fiel a su historia, ser fiel a su creación: Proceso nace de un golpe de poder contra el periódico Excélsior que dirigía don Julio Scherer, y nace confrontado con el poder. Más allá de las siglas, más allá de las ideologías o las tendencias del presidente que llegara, Proceso tendría que ser como había sido hasta entonces y como sigue siendo hasta ahora.
“Lo que López Obrador en su caso tendría que ver en Proceso es el mismo espíritu que nos vio nacer: la crítica, la denuncia, la revelación, la confrontación eventualmente”.
LOS HIJOS DE SCHERER
¿Cómo se mueve Proceso en estos momentos, cuando alguien de la familia fundadora y directiva, Julio Scherer Ibarra, es consejero jurídico de la Presidencia de la República?
¿Cómo sobrellevan en la redacción esta circunstancia y la de una presencia específica, la de la señora María Scherer Ibarra que es depositaria de una gran parte de las acciones de la revista?
¿Hay un rejuego político más allá de lo periodístico en Proceso?, le pregunta Julio Astillero a Rafael Rodríguez Castañeda:
“Lo estamos asumiendo de manera natural, no podríamos llevarlo como estigma ni como losa. Julio Scherer Ibarra es quien es, independientemente de la conducción de la revista. Él no participa de ninguna manera en la toma de decisiones editoriales, hace su trabajo en la consejería jurídica de manera absolutamente independiente a nosotros. Y nosotros hacemos el nuestro de la misma forma, absolutamente independientes tanto de Julio como de María.
“Ella también tiene sus funciones periodísticas, la vemos participar en programas donde expresa sus puntos de vista personales. Y nosotros de igual forma. Sin duda no es fácil, porque el apellido Scherer es muy pesado. Pero no sólo no hemos renunciado a ser seguidores de don Julio, sino que sigue siendo nuestra inspiración.
“Con frecuencia veo en esas críticas de las que tú hablaste, particularmente en las redes sociales, afirmaciones de que Julio Scherer García y eventualmente Vicente Leñero, nuestros fundadores, se avergonzarían del Proceso de la actualidad. Pero yo digo que es exactamente al contrario: tanto uno como el otro, pero particularmente don Julio estaría muy orgulloso de vernos ejercer el periodismo independiente y crítico que siempre hemos hecho”, apunta Rafael Rodríguez Castañeda.
LA ACERA DEL PODER
“Las redes sociales son terriblemente críticas –sigue diciendo el director de Proceso–. Primero nos calificaban de chairos, para después decir que estamos traicionando al gobierno de izquierda. Sin embargo, creo que más allá de nuestros aciertos y errores, de nuestras fallas en el producto periodístico en sí, Proceso se mantiene en la línea de ver al poder desde el otro lado de la acera.
“Hay otra anécdota relacionada con lo mismo, pero en el campo opuesto: cuando llegó Fox al poder fuimos igualmente críticos y recuerdo una plática con Jorge Castañeda, que alguna vez fue colaborador de Proceso y en los inicios del foxismo fue canciller. Ante las críticas a Fox, me dijo: ‘Ahora resulta que te volviste priista’. Y le respondí: nosotros seguimos siendo lo mismo, los que cambiaron fueron ustedes.
“Es decir, los que se cambiaron de acera fueron ustedes, en particular tú que estabas en la parte crítica, criticabas al PRI y de pronto ya eres panista. Es decir, si la oposición llega al poder se piensa que el periodismo de oposición o crítico debe ser proclive al gobierno en turno.
“Yo no veo a Proceso siendo proclive al aplauso a López Obrador. Y en ese sentido, Proceso vive un momento muy peligroso porque se nos puede insertar en el campo del anti-lopezobradorismo que, por supuesto, existe en los medios, en medios que antes eran apoyadores del gobierno y ahora son críticos del gobierno porque ya es otro gobierno, pero Proceso sigue siendo el mismo.
“Esa línea delgadita es la que la que nos mantiene en permanente preocupación dentro de la revista: no pasar esa línea, que no se nos inscriba en el anti, más allá de que Proceso es como siempre ha sido”, resume Rodríguez Castañeda.
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