Fiestas patrias

Acabamos de vivir los días de fiesta por la Independencia de México y festejamos a los héroes que nos dieron Patria y libertad. Vimos a los políticos en turno encabezar ceremonias más o menos pomposas en las que nos recordaron la gesta encabezada por el Padre de la Patria y emularon su arenga, con la que dio inicio la lucha. La historia, otra vez, llena de contradicciones y mentiras, pero que es la verdad histórica, misma que según nos dicen, debemos creer y aceptar como acto de fe.

Las mentiras comienzan desde el preludio de los festejos por la Independencia, con la conmemoración del día 13: Los niños héroes, que es una de las más grandes mentiras que nos han vendido a los mexicanos. Una historia inventada (se dice que por Amado Nervo) que se aparta por completo de los hechos reales. Un hecho real de ese día, sí sucedió hace 50 años, cuando se produjo la Marcha del Silencio que fue de la explanada del Museo de Antropología al Zócalo capitalino.

Continúan las mentiras con el Grito, que desde los años de 1830 ó 1840 es una de las ceremonias cívicas más queridas por los mexicanos, que por primera vez se diera (como conmemoración) en Huichapan, Hidalgo en 1812 por parte de Ignacio López Rayón. Pero Hidalgo jamás quiso o nos invitó a independizarnos de la Corona española. Su lucha, jamás tuvo posibilidades de triunfo porque su experiencia militar era nula y se negaba a enfrentar al ejército realista asentado en San Luis Potosí porque entre ellos se encontraba su propio hermano. El de la experiencia militar era Allende y se supone que encabezaría la columna militar. Lo que hizo la turba (enorme, por cierto) que encabezó Hidalgo fue saquear y matar españoles. Un punto culminante fue el asalto a la Alhóndiga de Granaditas y otro, cuando en el Cerro de las Cruces dio la media vuelta al decidir no tomar la ciudad de México que ya tenía a sus pies. Allí comenzó una cadena de derrotas y vergüenzas que culminó con su propia muerte y la de otras cabezas de esa lucha. El coraje de Hidalgo era al parecer, por la toma del poder español por parte de los franceses, para imponer en el trono español a José Bonaparte (a) Pepe Botella, por su afición a la bebida. A ese gobierno se refería cuando gritaba ¡Muera el mal gobierno!

Quien siempre tuvo claridad con respecto a esa lucha y realmente pensó en la independencia fue José María Morelos que nos legó Los Sentimientos de la Nación, el Congreso de Chilpancingo y la Constitución de Apatzingán (que nunca estuvo vigente). Resulta interesante saber que la ceremonia de El Grito se oficializó el 1864 por parte de Maximiliano de Habsburgo (sí,el Emperador Maximiliano I) quien fue a Dolores a darlo ese año. Sin embargo, la fiesta nacional del 16 fue una idea de Morelos, propuesta desde Los Sentimientos de la Nación y que fue ratificada por los Congresos Constituyentes de 1822 y 1824.

Ahora, el Grito es dado por gobernantes que tampoco, como Hidalgo, han abonado a la Independencia de México (y que no han entendido el significado de la palabra Independencia). El último grito (el de este año) tuvo como principal acontecimiento, otro tropezón de Peña Nieto, a quién se le olvidó la Bandera, tal vez para evitar enredarse en ella y caer desde el Balcón de Palacio Nacional cual niño héroe (pequeño, al fin).

Un Grito célebre tuvo lugar el 15 de septiembre de 1968 en la Ciudad Universitaria, en plena efervescencia del Movimiento, y estuvo presidido por el ingeniero Heberto Castillo. Esa experiencia fue repetida en el mismo lugar por parte de otro ingeniero en 1994, Cuauhtémoc Cárdenas.

En 1968, después de la imponente marcha del silencio y dado el éxito obtenido, los estudiantes se propusieron celebrar la Independencia y realmente hubo dos gritos, uno en Zacatenco (poco recordado) y otro en la Ciudad Universitaria como se dijo, que fuera encabezado por Heberto Castillo y ambos fueron buenos para desatar la furia del bilioso orangután que ocupaba la Presidencia de la República (Díaz Ordaz) quien sintió estas ceremonias como actos de traición a la Patria, pues en su achatada mente resultaba increíble que entre los estudiantes y profesores en movimiento, hubiera nacionalismo.

Este año, antes de la Marcha del Silencio se celebró un concierto muy emotivo en la Explanada del Museo de Antropología: Las Orquestas Filarmónica de la UNAM y Sinfónica del IPN sumaron sus fuerzas para interpretar las Marchas de Duelo y de Ira de Arturo Márquez, la Sinfonía 3 (Eroica) de Ludwig van Beethoven y 4:33 de John Cage. Y después de escuchar, a marchar en silencio y conmemorar lo sucedido medio siglo antes.

En Colima, en cambio, no suceda algo distinto a lo de siempre…

Seguramente pronto tendremos motivos (aún en nuestro querido Colima) para celebrar a México en estas fechas y darle sentido al grito de ¡Viva México!

Es todo. Nos encontraremos pronto. Tengan feliz semana.

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