NO ES POR HAMBRE…

El espíritu de cuerpo en la profesión periodística es interesante por los efectos prácticos que tiene, comenta Laura Arroyo, presentadora de Zona Comanche. En todos los países, no hay ningún otro gremio o espacio sindical con este tipo de protección entre la misma gente que ejerce el periodismo.

Quizá ese mismo espíritu de cuerpo –acota Pablo Iglesias– es lo que llevó a los panelistas de esa primera mesa redonda del programa de Canal Red, transmitido el 2 de junio de 2023 (https://www.youtube.com/watch?v=gbA9S9Ac8VQ), a insistir en que no se puede señalar a un pobre periodista que ha cometido un error.

Está claro que no es lo mismo cometer un error que incurrir en corrupción. Pero igual que con los políticos donde se critica al ministro del Interior que dio la orden y también al agente antimotines que usó fuerza excesiva para reprimir una protesta, en el periodismo, a diferencia de lo que pasa en el humor, al criticar esos casos hay que señalar tanto a los de abajo como a los de arriba, y no sólo a los de mero arriba.

Un periodista que miente a sabiendas que está mintiendo, es un periodista corrupto. Sabemos que el periodista se puede confundir, pero es igual a decir que el policía antidisturbios no apuntó al ojo del manifestante, sino que a veces la pelota de goma rebota y da en el ojo. Sin embargo, el resultado es que una persona queda tuerta.

En el gremio, salvo el especialista en crónica negra Manu Marlasca de La Sexta, sería muy difícil encontrar un periodista que defienda a los policías como si fuera uno de los suyos. ¿Por qué, entonces, esa tendencia corporativa a defender a todos los periodistas?, se pregunta Iglesias.

Los justificamos pensando que, si alguno miente, es porque a lo mejor se equivocó. Y si resulta que ha mentido sabiendo que mentía, lo consideramos un pobre desgraciado a quien se debe dejar en paz y, en su lugar, ir por el de arriba.

QUE SE CORROMPEN

Sin embargo, “un corrupto es un corrupto, aunque gane mil euros al mes”, subraya Iglesias en respuesta a su compañero de tertulia Dani Domínguez que ha pedido consideraciones especiales para los reporteros y redactores que se ven obligados a ceñirse a una línea editorial carente de ética periodística, con tal de preservar un trabajo con salario que no rebasa los 1,500 euros mensuales.

“No hace ningún favor al periodismo seguir manteniendo una serie de códigos internos que, en realidad, aíslan a la profesión. Entre nosotros nos defendemos siempre, pero cada vez hay más sectores en la población que ven a los periodistas como corruptos.

“Hace unos años si tú preguntabas en la calle dónde hay más corrupción, ¿en el periodismo o en la política?, la gente decía: ‘en la política evidentemente’. Pero en los últimos años se ha visto a cantidad de personajes abyectos en el periodismo. Y, en cuanto investigas un poco, ves que no son cualquiera: son Ana Rosa Quintana [presentadora en Telecinco] y Antonio García Ferreras [conductor en La Sexta].

“En una sociedad normal, a alguien que le han pillado con un audio como el de Ferreras lo pasan a la retaguardia. Quizá lo hagan directivo, pero no puede seguir en la tele. Y, sin embargo, él está a cuadro y tiene el poder suficiente para que a mucha gente honrada no le quede más remedio que defenderlo porque su pan depende de eso.”

En el caso de Ana Rosa, a “esa tipa” le salió en los audios del comisario Villarejo lo de los 20,000 euros que metieron para monetizar un montaje de cocaína y prostitutas contra un socio de su marido; se supo lo del “libro copiado…” Y, pese a haberse demostrado el plagio, mantiene su matinal.

Basta ver el nivel de desvergüenza que hay en España con los nombres y apellidos que han hecho que se diga que, en este país, hay más periodistas corruptos que políticos corruptos, resume Iglesias.

Y, no obstante, en la profesión hay una tendencia a disculpar, a decir que no es para tanto, que hay que estar en contra del hombre que tiene poder, del que está arriba, cuando en la política ningún ministro dice: ‘No te metas con mi concejal porque es un ladrón, métete conmigo’, remata quien fuera fundador y primer secretario general de Podemos, además de vicepresidente del gobierno español por una alianza de ese partido con el PSOE.

A TRAGAR SAPOS

Junto a Pablo Iglesias y Dani Domínguez, al programa presentado por Laura Arroyo concurren Javier Gallego (conductor del programa radiofónico ‘Carne Cruda’), la periodista Maria Teresa Pérez y, vía remota, el argentino Daniel Tognetti (conductor de ‘Siempre es hoy’) y el analista de medios chileno Marcos Ortiz (conductor de ‘Ojo del medio’).

Colaborador de la revista mensual La Marea, Dani Dominguez empieza por aclararle a Iglesias, director de Canal Red, que “soy cero corporativo y lo demuestran las informaciones que publico. La última vez que vine aquí fue para hablar de Ferreras y de Ana Rosa, con lo que me he cerrado las puertas del 95 por ciento del oligopolio”.

Pablo lo interrumpe para decir que, si no fuera así, no estaría en el programa. Y Dani insiste en que peca poco de corporativismo. Luego, para escapar de la trampa argumentativa que le ha puesto Iglesias, Domínguez propone otro símil distinto al policía antidisturbios:

Así como Pablo (aun siendo un político de izquierdas) se tomaría un café con un diputado del Partido Popular (PP), “yo tengo amigos periodistas de derecha con los que me llevo fantástico. Creo que hacen enfoques incorrectos y que sus postulados, sobre todo económicos, atentan contra determinados derechos humanos. Pero son personas honradas con las que yo simplemente no coincido”.

Domínguez propone comparar al periodista de a pie con un trabajador de Uber:

“Está manejando para una empresa que, a todos los efectos, implica para cualquier país un problema a nivel laboral, económico y fiscal; sin embargo, nunca dirigiríamos las críticas al conductor de Uber que está ganándose la vida.

“Cierto, un periodista tiene inmensamente mucho más poder que un trabajador de Uber, pero siempre que veamos un titular (y esto es también pedagogía mediática) con un nombre debajo, dudemos de si esa cabeza la ha escrito la persona que firma el artículo porque probablemente no.

“Conozco a cantidad de compañeros que han discutido con sus propios jefes porque se oponían a un titular que era tendencioso, que no se correspondía luego con el cuerpo de la información, que era hardcore, pero que al final han tenido que tragar sapos como mucha gente en otros trabajos.”

COMO SUPERHÉROES

Para Javier Gallego, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad. El periodismo tiene un gran poder y, por tanto, conlleva una gran responsabilidad, estés arriba, abajo o en medio”.

“Eso es indiscutible y, de hecho, se nos debería enseñar en las universidades y en las escuelas de Periodismo que hacemos un servicio público esencial para la democracia, para el sostenimiento de las sociedades libres. Sin un periodismo libre e independiente, sin un buen periodismo es imposible que haya una democracia real o algo que se le parezca.

“En las escuelas de Periodismo se nos debería decir desde el principio: cada cosa que escribas, cada cosa que digas es importante; vas a tener un altavoz, te va a escuchar mucha gente, vas a conformar las mentes de esas gentes.”

María Teresa Pérez interviene para aclarar que, en las escuelas profesionales, “lo que te dicen casi literalmente es que te acerques lo máximo posible al poder para no perder tus posibilidades de vida. Y, entonces, la única forma de no tener riesgos al acercarte al poder es siendo conservador”.

Lo que lleva a Gallego a advertir, primero, cuán importante es dignificar la profesión de periodista. “Me siento muy orgulloso de ser periodista, me encanta que me llamen periodista, soy un contador de historias, soy un comunicador y me gusta mucho mi profesión porque el periodismo ha hecho cosas muy importantes por la democracia. Hay grandes periodistas que son esenciales para que las sociedades que tenemos se mantengan vivas”. Y “precisamente porque no se nos enseña eso en las escuelas, el periodismo es una gran responsabilidad”.

“Es un servicio público, pero a la gente que tiene mucho miedo de perder sus trabajos le han dicho que sea conservadora. El corporativismo en la profesión está defendiendo, y esto es lo más serio, a la corporación. No defiende a los curritos, al compañero. No, el corporativismo en nuestra profesión desgraciadamente se ha convertido en la defensa de la corporación, es decir, de los intereses de tu explotador, en todo caso, el patrón. Es alucinante, una de las grandes derrotas de la sociedad y que el periodismo encarna como ninguna otra, aun cuando el periodismo es la voz de la sociedad.”

María Teresa Pérez encuentra curioso, entonces, que periodistas de base asuman como propios los intereses de su corporación. A eso se le llama hegemonía, coinciden sus compañeros. Y, para Arroyo, “eso lo hemos visto en general en el tema de lucha de clases cuando, por ejemplo, la gente más vulnerable vota a veces a partidos que proponen medidas que van en contra de la propia posibilidad del ciudadano de mejorar su calidad de vida”.

“En eso tiene mucha responsabilidad el periodismo –retoma Gallego–. Es la profesión que nos ha inoculado esa idea del patrón aliado. Precisamente por ese corporativismo, cuando al final terminas pensando igual que tu jefe en la corporación periodística también le acabas diciendo al oyente, al lector, al ciudadano que piense igual que su jefe y las corporaciones.”

EDUCACIÓN MEDIÁTICA

Iglesias parte de eso para lanzar una nueva provocación:

“Solemos reivindicar la política como si fuera algo distinto del periodismo”. Tenemos claro qué hacen los políticos, y daría la impresión de que en el periodismo es muy distinto. Sin embargo, nadie sentaría a un político de izquierdas como Arnaldo Otegi (socialista e independentista vasco) con uno de derechas como Santiago Abascal (presidente del ultraconservador partido Vox) para que hablen de su actividad como si fueran idénticas. No obstante, les parece bien sentar a una periodista como la especialista en derechos humanos Olga Rodríguez junto a Eduardo Inda, el director de OkDiario que difundió el bulo del dinero entregado por Nicolás Maduro a Podemos, para dar una charla sobre su profesión.

El periodismo, por lo demás, no es una profesión sino un oficio, sentencia Iglesias. Hay un debate sobre si deberían existir carreras de Periodismo o si los periodistas deberían estudiar ciencias del deporte, biología, economía y, después, con una formación muy rigurosa, aprender el oficio. De esa manera, el periodista podría decir: ‘te voy a hablar de economía, porque soy economista’; ‘te voy a hablar de política, porque he estudiado Historia’.

Este debate se da no sólo en la academia sino en el seno de la propia profesión. “Es divertidísimo –comenta Iglesias– cuando alguien dice que, para ser periodista, tienes que tener ese título universitario colgado en la pared”. Cuando en esa carrera se estudia un poquito de literatura, derecho y economía, ¿tiene sentido que la profesión exista como tal?

Pablo reconoce que decir eso es una provocación, pero el solo hecho que estén discutiendo la cuestión en esa mesa ya es enormemente subversivo. “Un día me enfadé con Pablo Elorduy, uno de los periodistas a los que más admiro, porque escribió que la mejor noticia es que el periodismo no sea noticia. Al contrario, le dije, la mejor noticia para la democracia en un momento como este es que el periodismo sea noticia cada día”.

E ilustra la cuestión con el trabajo que hace Manu Levín en su sección de La Base, el programa pionero de Canal Red, donde explica los enfoques editoriales: ¿por qué los medios dicen algo?, ¿por qué utilizan una palabra y no otra? Es una tarea de educación mediática, algo de lo más importante hoy en día.

“Ese sí que es un tema vetado en todos los medios de comunicación”. En qué televisión, en qué periódico, dirían: ‘vamos a hablar de nosotros mismos’. Mas hablar de si existe corrupción en los medios o cuáles son sus enfoques ideológicos, es muy valioso. Simplemente, romper el tabú del principio ‘el periodista nunca debe ser noticia’, cuando el periodista tiene que ser noticia siempre.”

LOS PODERES DIALOGAN

Marcos Ortiz coincide en que tenemos que hablar del periodismo, para responder a preguntas como: ¿a quién sirve el periodismo?

“El periodismo se vende como que está al servicio de la sociedad, que ésta delega en el periodista su derecho a la información. Pero, en la práctica, una gran cantidad de medios tradicionales son espacios de poder que se ubican justo entre otros actores de poder: sean del campo del poder político, el poder económico o el poder cultural. Muchos medios basan su propio poder en ubicarse en ese espacio delgado que existe entre otros campos de poder, para que estos otros poderes dialoguen. Y así lo entienden.”

Un medio no tiene que ser masivo para tener gran poder, lo que importa realmente es que se ubique estratégicamente en ese espacio liminal, oscuro y difícil donde otras fuentes de poder se comunican. Al menos en gran parte de América Latina, los medios no están realmente al servicio de la sociedad sino al servicio de esos otros poderes, concluye el periodista chileno.

En una siguiente entrega de esta columna, la etapa final de este conversatorio.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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